El cáncer en edad temprana Foto: Jesús Umbria

Cuando el cáncer entra en la vida de mujeres jóvenes

Natalia y Raquel fueron diagnosticadas con menos de 25 años de linfoma de Hodgkin y cáncer de mama, respectivamente. Amalia y Gema hicieron frente a un cáncer de mama con menos de 40. Nos reunimos con ellas  para hablar de la enfermedad y los miedos a los que se han enfrentado, pero también para conocer si pasar la enfermedad en edades tempranas afecta más al planteamiento de vida.

¿En qué manera haber sufrido un cáncer os ha cambiado la vida? ¿Qué valoráis más y qué no tanto?

Natalia: Te das cuenta de que gente con la que pensabas que tenías un trato muy cercano, que considerabas amiga, en realidad no lo es tanto porque te falla en momentos en los que la necesitas. Me ha cambiado en el sentido de que soy una persona que me suelo agobiar mucho con todo, y a partir de ahí, sí que es verdad que en momentos de agobio, digo: ¡anda que no he pasado por cosas peores para preocuparme por esto!

Gema: Yo tuve un apoyo total de la gente que me rodea, pero sí te cambia la vida mucho. Tengo dos hijos, y ahora los miro de otra forma. Antes era muy perfeccionista con la casa, y ahora, si tengo que salir, salgo. Miro mucho por mis hijos, mi familia, mis amigos…

Raquel: Soy muy impaciente y necesito estar todo el rato haciendo cosas; y sigo siendo impaciente [risas], pero con más calma. Ahora, yo también pienso: ¡cómo me podía agobiar por esto!

Amalia: Hubo muchas personas que estuvieron incondicionalmente, pero hay gente que te decepciona de golpe y no te esperas eso. No me sentí arropada, necesitaba más apoyo del que recibí.

A veces, la gente no se interesa por tu estado porque no sabe cómo enfrentarlo o cómo preguntar.

Gema: Sí, yo tenía una amiga que no me llamaba porque no sabía cómo hablar conmigo.

Amalia: Hay personas que no saben cómo enfocarlo. Me sirvió para hacer mucha limpieza de gente a mí alrededor, tenía más compañeros de salir de fiesta que amigos.

Raquel: Yo he recibido mucho apoyo de gente no tan cercana, te sorprende, y mi familia y mis amigos han estado al 100 %.

Natalia fue diagnosticada de linfoma de Hodgkin con 21 años, y Raquel, de un cáncer de mama con 24. Gema y Amalia tuvieron cáncer de mama con 35 y 30 años, respectivamente. Cuando eres joven, parece que eres invencible, las enfermedades se ven lejanas y es como si nunca fuera a pasarte nada.

Natalia: Sí, y de repente, se rompe…

Raquel: Así es, pero yo no dejé de hacer cosas que hacía antes; la diferencia era que al salir de fiesta notaba cansancio.

Amalia: A mí me pasó en uno de los momentos más felices de mi vida, tanto personal como laboral. Mi madre había fallecido de cáncer de mama y yo ya lo había superado; pero a raíz de mi diagnóstico, todo cambió… Lo primero que quería era vivir, aunque también quería pasar desapercibida y normalizar mi vida.

¿Cuál fue el mayor miedo?

Natalia: Siempre tienes momentos de miedo a la muerte, pero tengo más miedo ahora a la recaída, que ha pasado cierto tiempo, que antes.

Gema: Miedo siempre vas a tener. Yo, a la muerte, por mis hijos y mi madre.

Natalia: Sí, sí, claro, vives con ello, lo puedes llevar mejor o peor…

Amalia: Que me pasara como a mi madre, que no lo superara. Y también, el miedo a no poder ser madre; me gustan mucho los niños, por eso congelé mis óvulos antes de la quimioterapia.

Raquel: Mi mayor miedo no fue al cáncer, fue contextual. El cáncer como contexto de todo. Cuando me lo diagnosticaron era muy feliz, me molestaba lo del pelo, las cejas, pero iba sin pañuelo, me daba igual. Quizá lo que más me angustiaba era pensar si volvería a ser tan feliz como antes.

¿Qué ganasteis con la enfermedad?

Natalia: Yo no he encontrado el lado positivo. No tengo buenos recuerdos, pero he ganado el valorar más mi tiempo, mi gente y dedicar más tiempo a las cosas que me importan de verdad.

Raquel: Valoro más a la gente.

Gema: Yo también valoro la vida más, sí. Y he ganado amistades.

Amalia: Todo pasa por algo. La vida es ir saltando obstáculos, todas esas cosas son experiencias que te hacen crecer, y esto es malo y te marca muchísimo. Cuando una persona pasa mucho sufrimiento y regresa del dolor y del miedo, es imposible que sea la misma, tu vida ha cambiado. Me ha dado mucha vida, y haber aprendido trucos (de maquillaje o peluquería) para poder enseñárselos a la gente, me gusta (Amalia colabora en este tema con la AECC). Si con mi experiencia ayudo a alguien, soy feliz.

Raquel: Creces un montón, te da confianza en ti misma, y más cuando lo tienes joven. En mi caso, con 24 años, eres muy cría… y ahora ves las cosas con otra perspectiva si has pasado por esto.

En vuestro caso, Natalia y Raquel, en comparación con vuestras amigas de la misma edad, ¿pensáis de forma muy distinta a ellas en algunos aspectos de la vida?

Raquel: Si alguna vez una amiga me cuenta algún problema que ella considera importante, le digo: ¿por eso te estás agobiando?

Natalia: Opino como Raquel en el tema de no agobiarme por cosas insignificantes o que no tienen una solución rápida. También noto diferencias en realizar planes a largo plazo, muchas amigas lo hacen y a mí me da más ‘miedo’, voy con más cautela.

Uno de los factores en muchos procesos de cáncer es la pérdida de pelo que externaliza la enfermedad. ¿Cómo fue esa fase?

Gema: Yo lo llevé muy mal. El primer día que me puse la peluca fue un drama. No me gustaba verme sin pelo.

Amalia: A mí tampoco. Lo que más me dolió fue verme sin pelo.

Raquel: Todas las pelucas guays eran para chico.

A veces cuesta hablar de las emociones. ¿Después del cáncer, hacerlo os importa menos?

Amalia: He aprendido que la vida te cambia de la noche a la mañana. Si necesito dar un beso o un abrazo o decir te quiero, lo hago. La gente no está acostumbrada a eso y a veces se malinterpreta el mensaje. Necesitamos agradecer.

Natalia: A mí, no me gusta expresarlo a la gente, solo a las personas más cercanas, porque a la gente se le queda cara de pena y te mira pensando: “pobrecita”.

Amalia: La mayoría de la gente, cuando se lo cuentas, te dice que eres admirable, que eres una heroína; y para nada, digo que solo he hecho lo que tú harías en mi situación.

¿Qué es lo que más os ha acompañado en los momentos de soledad?

Raquel: La música es importante para mí. Yo seguía yendo a conciertos, escuchando mi música. Seguía igual con mi vida, excepto que no podía entrenar (siempre he hecho mucho deporte) igual porque me cansaba. También pensaba en lo que iba a pasar, cuándo me iba a recuperar y a poder hacer planes de futuro.

Natalia: La música y ver series, meterme en la vida de otras personas que no fuera la mía, me encantaba.

Amalia: Yo seguía yendo al gimnasio y dije: en cuanto me cure, voy a hacer lo que he querido hacer siempre y no he hecho. Y me apunté a teatro. Fue una subida de autoestima, porque con la enfermedad se me olvidaban muchas cosas y me ayudó a recuperar la memoria.

Gema: A mí, me ayudó mucho pensar en mi gente.

¿Os privó de algo la enfermedad?

Natalia: Yo tengo una espina clavada que es no vivir fuera del país un tiempo, renuncié a un Erasmus en Roma por la enfermedad.

Raquel: Me tomé ese año sabático y me hubiera gustado irme fuera, pero por las revisiones no fue posible.

Amalia: Toda mi vida he querido irme con alguna asociación a otros países a ayudar a gente… Pero creo que con las vacunas que requieren algunos viajes, mi oncólogo no estaría muy de acuerdo.

¿Ha cambiado vuestro recuerdo del cáncer pasados unos años?

Amalia: Sí, lo veo totalmente distinto. Aunque es verdad que cuando hablo con compañeras de batalla, pienso: ya podía haberlo vivido de otra forma. He hecho memoria selectiva y me acuerdo de las mejores cosas.

Raquel: Hace un año, y me parece que hace tanto ya…

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