FICHA Nº 3: Principales reacciones emocionales y sentimientos ante la enfermedad

Año nuevo, mes nuevo y ¡ficha nueva! Tengo buenas vibraciones con el 2017 y estoy segura de que para vosotros también será un gran año, sobre todo, porque sé que estáis muy comprometidos en adentraros en vuestro mundo emocional, lo que resulta enormemente positivo. Y por supuesto, eso no puede traer más que cosas buenas.

¿Qué es lo que os he traído esta vez? Algo que os va a aclarar muchas cosas y vais a dar un pasito más hacía adelante. Aunque no lo parezca y vayamos despacio, estamos haciendo el caminito.

Esta vez, me voy a centrar más en el cáncer. He querido empezar por el principio, cuando estamos realizando las pruebas y nos dan el diagnóstico. Una vez que ya sabemos cuáles son las emociones, el enredado proceso que surge cuando vivimos un acontecimiento no agradable y la manera de modificar nuestro prisma con nuestra toma de conciencia de “emoción-pensamiento-conducta”, ya podemos ubicarnos y ser más detallados en lo que nos acontece. Siento insistir, pero claro, si no hubiera empezado por lo básico, no entenderíamos bien, y yo creo que ahora estamos más preparados. Antes vamos a aclarar un par de conceptos.

¿Existe una diferencia entre emoción y sentimiento?

Por supuesto que sí. En líneas generales, los mezclamos, enredamos y consideramos que ambos conceptos son lo mismo. Sí es verdad que en ellos hay patrones en común y tenemos claro que pertenecen a la misma dimensión, pero no, no son lo mismo.

Vamos a recordar un poco. En la primera ficha hablábamos de que la emoción es una reacción interna a nivel psicológico, seguida de consecuencias fisiológicas, que surgen al ocurrir acontecimientos externos a nuestra persona. Pues bien, un sentimiento es mucho más. Dependiendo de cada profesional, adquiere diferentes perspectivas. Parece un concepto bastante subjetivo, pero voy a intentar exponerlo de la manera más clara posible:

Los sentimientos son la consecuencia de las emociones. La primera reacción es la emoción, lo que persiste en el tiempo y evoluciona es el sentimiento. No hace falta que ocurra ningún acontecimiento para saber que sentimos “x” respecto a “y”, sabemos que es así. Hay autores que consideran que es una valoración de una emoción. Por ejemplo, conozco a una persona, y a medida que voy hablando con ella en este primer contacto y evaluando cómo me siento, puedo saber si es buena para mí o no, y desarrollaré sentimientos buenos o malos también. A medida que somos conscientes de las primeras emociones que sentimos, tanto positivas como negativas, vamos creando un sentimiento. Personalmente para mí, independientemente de su duración, también considero que los sentimientos no se componen de una sola emoción madurada, si no también de varias o muchas emociones.

Ahora que ya hemos aclarado estos dos conceptos tan importantes dentro de la temática que estamos tratando, ya podemos a hablar de aquellas primeras reacciones emocionales que tenemos cuando nos dan la noticia y sentimientos que se van desarrollando.

Principales reacciones y  sentimientos 

Cada persona es un mundo, y todos reaccionamos de manera diferente. Lo que voy a exponer es en términos generales y de una manera resumida. Puede ser que haya gente que no esté de acuerdo conmigo, que lo haya vivido de una forma distinta, y es perfectamente válido; no todos somos iguales. De cada punto os pondré unos pequeños consejos que os servirán de ayuda a la hora de desarrollar vuestros propios recursos para gestionarlo. Entonces, ¿qué suele ocurrir en nuestro interior cuando nos transmiten el diagnóstico?:

  1. Nos invade la tristeza. En cualquier caso, cuando nos dicen que sufrimos una enfermedad, es inevitable que pensamientos negativos nos vengan a la cabeza, ya que se relaciona directamente con aspectos desagradables, por lo tanto, directamente y sin querer, nos sentimos tristes.

¿Es inadecuado? En absoluto, es perfectamente comprensible y hay que sentir esa tristeza. Debemos darnos la opción de sentirla, de comprendernos… por supuesto que el asunto no es agradable. Una vez que ya hayamos entrado en este punto de nuestra propia toma de conciencia, lo que hay que evitar es dejarse llevar por ella. Sentirla, sí, pero que no nos inunde. Es importante no paralizarse, continuar moviéndonos y hacer actividades que nos causen beneficios, hasta que esa tristeza vaya haciéndose más pequeñita. En definitiva, permitirnos seguir viviendo con todo.

  1. Nos enfadamos, nos domina la ira. Se percibe la situación como injusta, no se comprende, y entra muchas veces en juego el preguntarse “¿por qué a mí?”. Se considera en ocasiones las enfermedades como castigos, como consecuencia de algo que hemos hecho mal y nosotros no encontramos relación en nada para que eso suceda. Así que nos enfadamos y por tanto rechazamos esa situación.

¿Qué ocurre cuando nos manda la ira? La ansiedad y la tensión se acumulan, lo que afecta gravemente a la hora de llevar a cabo todo el proceso de tratamiento de una manera adecuada y adaptada. Si partimos sintiéndonos así, los efectos negativos serán más pronunciados. La relajación por respiración diafragmática nos ayuda a reducir esta ira a niveles fisiológicos, y una vez reducida, es cuando entramos a comprendernos. Es normal enfadarse, pero cuando queremos sacar los puntos positivos en tenerla no encontramos nada. Tener ira es comprensible, pero que la dominemos nosotros a ella.

  1. El miedo nos atrapa. Nos encontramos ante algo desconocido y el cáncer sigue considerándose sinónimo de muerte. Lo que sabemos de la enfermedad es que sus tratamientos son desagradables y que la gente se puede morir de ello, así que como es acorde con ese tipo de pensamientos en nuestra mente, un escalofrío nos recorre el cuerpo y estamos más que atemorizados.

¿Puedo evitar sentir miedo? No, sigue siendo también lógico sentirlo. Como decía, es algo desconocido, algo que no es familiar, no es rutinario, lo que sabemos no parece bueno. Nos podemos encontrar ante una época dura pero muchos son los casos de cura hoy en día, cada vez sube más la tasa de supervivencia y de una buena recuperación, también nosotros podemos formar parte de ese número que se va elevando. Cierto es que todavía hay gente que muere de ello desgraciadamente, pero como por cualquier otra enfermedad o circunstancia. Debemos intentar  poner todas nuestras energías en la luz de todo lo bueno.

Una vez claras estas tres primeras reacciones emocionales se pueden desprender los siguientes sentimientos. Ahora nos vamos a meter más en harina:

  1. Mucha incertidumbre. El hacer pruebas y las esperas de resultados pueden llegar a ser tremendamente inquietantes. Se desarrolla una ansiedad provocada por el miedo a que tengamos algo grave o lo suficientemente importante como para tener que meternos de lleno en todo el proceso de tratamiento. No podemos centrarnos en otra cosa, estamos distraídos y de mal humor, afectando esto a nuestro entorno.

¿Cómo puedo reducirla? No te lo guardes, expresa lo que se te pasa por la cabeza. Muchas veces no decimos nada porque no queremos preocupar a nuestros seres queridos más de lo que ya creemos que están, pero a ellos también les resulta muy frustrante no saber en qué estamos pensando, en realidad quieren ayudarnos, hay que darles esa opción. Hablar con el personal sanitario es también recomendable, muestra tus dudas y tus miedos al médico, enfermeras  y al psicólogo. Pedir ayuda no nos hace menos fuertes, al contrario, nos hace mucho más.

  1. Nos asalta la culpabilidad. ¿Por qué? Por creer  no haber hecho lo suficiente por cuidarnos y hacer que la vida de los nuestros tenga que sufrir cambios por nuestra causa. Comentaba anteriormente que muchas veces se percibe que  estamos viviendo algo desagradable para nosotros como un castigo por haber hecho algo o no haberlo hecho. A veces, creemos que lo que nos sucede es merecidamente, pero nada tiene que ver, en absoluto. Existe mucha ira en este sentimiento.

Ante este sentimiento, ¿qué debería pensar? En realidad, son muchas las variables que pueden influir en la aparición de la enfermedad. Son muchos los casos que demuestran que no hay patrones comunes y fijos. Podemos no cuidarnos toda la vida y no sufrirlo, y al contrario también. Simplemente se desarrolla, y  lo más adecuado es intentar poner atención lo máximo posible en nuestra recuperación, aunque en algunos momentos sea muy difícil. No atiende a ningún tipo de castigo, ni a ningún tipo de “¿por qué?”. Simplemente nos estamos haciendo preguntas que no tienen respuesta. A veces las cosas ocurren sin más.

  1. Estigmatización. A pesar de toda la evolución que ha ocurrido a lo largo de estos años y la cantidad de información que fluye por los medios de comunicación para eliminar tabúes, hay personas que lo ven como algo por lo que se van a sentir excluidos o rechazados, teniendo miedo a perder  personas que quieren y valoran.

¿Es cierta esta exclusión? Durante mucho tiempo hubo una visión muy distorsionada de la enfermedad y todavía seguimos pagándolo. Realmente no es que exista una exclusión en sí, si no que, sencillamente, hay personas que no saben cómo comportarse ante lo que se considera “una desgracia”. Insisto, se sigue relacionando cáncer con muerte, es lo que pasa por la cabeza de la mayoría de la población, y ante ese hecho, se sufre un bloqueo.

Nos encontramos con una situación que no sabemos gestionar, entonces lo que sucede es que se considera la evitación como solución al problema, cuando lo que realmente ocurre es que nuestro amigo o ser querido se siente rechazado. A veces, comunicando nuestra falta de saber actuar a la otra persona puede ayudar a ambos, por ejemplo: “No sé lo que tengo que decir, ni lo que tengo que hacer; para mí es nueva esta situación, me gustaría poder ayudarte. Dime: ¿qué es lo que necesitas?”. Y al contrario, si somos quien padece la enfermedad, “Eres mi amigo y te aprecio, te veo distante y eso me duele. Sé que está siendo difícil para ti, yo simplemente quiero que todo siga igual, y que estés como has estado siempre”. Al final, lo que siempre ayuda es decir la verdad siendo naturales.

  1. Sentimiento de pérdida de control. Encontrarnos mal y  pasarnos el día entre consultas y pruebas hace que no podamos llevar la vida de nuestro día a día rutinario. No nos podemos encargar de cosas que antes sí y eso puede provocar una sensación de pérdida de control de lo que  dominábamos. Nos sentimos impotentes e incluso se distorsiona la realidad llegando a tener pensamientos de inutilidad.

¿Qué es lo que ha cambiado? No dejamos de ser quien somos. Hay un cambio en la rutina, nos encontramos con ciertas limitaciones, pero eso no quiere decir que no sirvamos, eso no nos convierte en inútiles. Tenemos que darnos la oportunidad de dejar que nos ayuden y vivir esta etapa como una prueba. No podremos ocuparnos de las mismas responsabilidades durante una temporada, pero no quiere decir que siempre vaya a ser así, es más, sigamos participando en la toma de decisiones en nuestra casa y en lo que respecta a nosotros mismos, simplemente tendremos que hacerlo de otra manera.

Os he expuesto todo lo anterior como una guía o consulta para lo que suele acontecer. Como os comentaba, cada uno es un mundo, posiblemente alguien lo haya experimentado desde un prisma diferente. Habrá otras personas en cambio que se sientan identificadas y les sirva para entender y atender lo que viven o han vivido. Siendo nuestro presente o pasado, es igual de útil, lo que importa es que haya comprensión hacia nosotros mismos.

¿Qué os ha parecido? ¿Mucha información? No os preocupéis, es normal tener ahora mismo un poco de revolución interna. Sería bueno volver a leerlo al día siguiente para que se digiera mejor (en el caso de que os haya hecho reflexionar más de la cuenta). En realidad os quería hablar también del tipo de conductas que surgen a causa de todo lo que os he explicado hoy, pero creo que voy a ser buena y nos os voy a saturar con tanto. Os lo voy a dejar para la ficha del mes que viene, ¿qué os parece?

Con esto me despido y espero de corazón que os estén ayudando los contenidos que estamos tratando.

¡Nos vemos pronto! ☺