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Los pensamientos y sensaciones de tristeza generan una inercia en tu vida de la que, a veces, es difícil salir si no pones los medios adecuados. A continuación encontrarás algunos consejos para aumentar tu actividad y mejorar tu estado de ánimo:

  • A la hora de manejar la sensación de tristeza, es importante tener en cuenta hasta qué punto influye tu interpretación de las circunstancias. Es común que te aborden pensamientos cargados de dramatismo y negatividad. Una buena estrategia es ser consciente de la importancia que tienen los pensamientos en tu estado de ánimo y procurar realizar interpretaciones realistas, que se alejen del catastrofismo y el negativismo excesivo. Ajustar tus pensamientos a la realidad te dará un mayor margen de actuación y mejorará tu estado de ánimo.
  • Realiza actividades agradables y ejercicio físico moderado. Fija objetivos que sean realistas y alcanzables, ya que el objetivo es que consigas motivarte y que disfrutes de ese tiempo, no autoimponerte un castigo. Estas actividades te ayudarán a distraer tu atención hacia otros objetivos y a romper la inercia de la tristeza. Mantenerse activo en los quehaceres diarios reduce el impacto de este sentimiento y evita que acudan a ti los pensamientos negativos. También te ayudará a sentirte útil y cada vez más capaz.
  • Intenta disminuir el aislamiento y favorecer los contactos sociales positivos.
  • Permítete el desahogo emocional y comparte experiencias o sentimientos.
  • Sírvete del apoyo y la compañía de tus allegados.
  • La mayoría de las personas que afrontan esta etapa sienten como, poco a poco, la intensidad de estos sentimientos va disminuyendo progresivamente hasta que se adaptan de forma óptima a la nueva etapa de sus vidas. Consulta con tu médico o busca el asesoramiento de un psicooncólogo si esas sensaciones persisten y se hacen más intensas y difíciles de manejar.

Por otro lado, conviene que sepas distinguir la depresión de la tristeza, dos conceptos que suelen confundirse. La tristeza es una emoción normal que se caracteriza por el sentimiento de pena, abatimiento o malestar que suele ocurrir ante cambios o pérdidas. Suele ser circunstancial y tanto el paciente como el familiar la sienten en muchos momentos de la enfermedad o en fases posteriores a la misma. Si esta emoción se hace más intensa, se prolonga en el tiempo y es difícil de manejar, puede tratarse de un trastorno depresivo.

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