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Salir del enorme sufrimiento que supone la pérdida de una hija es posible. Así lo demuestra Blanca Tejero, que tras años ayudando a pacientes a superar sus problemas como psicóloga tuvo que sentir en sus propias carnes la traumática experiencia de ver morir a su hija. 

Sin embargo, aunque la vida nos depare los peores finales, aunque la desesperación y la frustración invadan nuestro cuerpo durante el duelo por la pérdida, siempre hay un aprendizaje detrás que nos hace más fuertes. La autora relata en estas páginas que la experiencia de la muerte de su hija le ha enseñado a saber apreciar lo más mínimo, le ha vuelto más humana y le ha hecho darse cuenta de que el amor lo puede todo, como el propio título del libro indica.

Blanca Tejero se lanzó a la aventura de escribir por el miedo a olvidar, por el deseo de perpetuar en el recuerdo el amor hacia su hija, Vero, una adolescente valiente que a pesar de padecer un linfoma de Hodgkin supo no decaer y enfrentarse con valor a todo diagnóstico. La autora también reconoce que comenzó a escribir este texto para ser capaz de afrontar su dolor, para sobrevivir al duro golpe que le dio la vida.

Además, esta obra pretende servir de ayuda a otras personas que se tengan que enfrentar a situaciones semejantes, se presenta como una hoja de ruta a través de la cual se puede salir del sufrimiento y no simplemente sobrevivir a él. Una conmovedora historia de amor, de superación y valentía que busca dar consuelo a corazones doloridos.

Reflexiones de la autora

«Disfruta de lo que te está dando la vida y encuentra ese momento mágico porque sí existe: aunque parezca una utopía solo hay que mirar con los ojos del corazón».

«Se muere mal cuando la muerte no es aceptada. Se muere mal cuando se abandona la muerte al ámbito de lo irracional, al miedo, a la soledad. Nosotros, los familiares, debemos trasmitir seguridad para que los enfermos se puedan apoyar en nosotros y puedan hablar de sus angustias y miedos».

«Para disminuir el sufrimiento psicológico las personas que están alrededor del enfermo tienen que hacer de colchón protector, de manta que arropa y da calor, de música que embriaga y mece, de calor que adormece y produce bienestar».

«El dolor ajeno me ha enseñado a ser más compresiva con el que sufre, a no juzgarle desde mis fuerzas o posibilidades, a tratarle como una persona independiente respetando su recorrido y su dolor».

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