Cuando una oncóloga se convierte en una paciente de cáncer, ¿cambia su vida como la de cualquier persona? La pregunta puede parecer ingenua, pero no lo es. Conocer a la Dra. Ana Casas, oncóloga del Hospital Virgen del Rocío de Sevilla, ha sido un verdadero placer. Sus ojos azules transmiten fuerza, y pertenece a este grupo de personas cálidas con quienes da gusto charlar. Nos dimos cita en el hotel Urso durante una de sus visitas a Madrid y el tiempo con ella voló.

¿Por qué eligió la oncología como especialidad?

Empecé medicina interna y luego elegí la oncología médica. Abarca todo el organismo y sus funciones, y es lo que me gustaba. En el momento que empecé, hace unos 35 años, había un progreso muy importante en el campo de la oncología y esto hacía muy atractiva la especialidad. Pero, por otra parte, existía cierto abandono de los enfermos oncológicos; no se consideraba que el cáncer fuera susceptible de curación porque en esta época muy pocos tumores eran curables. Era un trato que no me gustaba nada, y para mí fue una unión muy bonita: atender a los pacientes y ser partícipe de este boom.

Se descubrió un bulto en el pecho. ¿Ha tenido miedo ante el diagnóstico?

Claro, todo el mundo tiene miedo. Pero no fue lo primero que percibí. Tuve necesidad de organizar las cosas. Completar el diagnóstico, hacer el tratamiento. Y quitar mis compromisos, citas, deshacer mi agenda. Cuando ya empecé con todo, sentí el miedo. Porque me di cuenta de que no tenía objetivo y me quedaba sin nada, vacía. Al notar esto, empecé a hacer una introspección en mí misma. Fue un buscarme a mí, y gracias a eso, pude aceptar la situación y me quedé más tranquila. La etapa de los tratamientos la viví plenamente, no con el deseo de que acabase. Era mi tiempo. Si hubiera deseado que se terminase, hubiera perdido momentos de mi vida, y nadie sabe cuánto tiempo nos queda. El ser humano reacciona cuando vive algo grave en primera persona.

¿Un oncólogo está mejor preparado para encajar la noticia?

Creo que sí, ser oncóloga tiene sus ventajas. Estoy especializada en cáncer de mama. Sé lo que me está pasando. Pero es una arma de doble filo. Muchas veces sabes también los problemas que pueden surgir, sobre todo, cuando tu pronóstico no es bueno. En este caso no te pueden engañar porque sabes lo que hay.

Otra ventaja es el conocimiento del medio sanitario. Es un medio difícil, que puede ser hostil. Cuando llegas allí, estás mal físicamente y te encuentras en un ambiente agresivo. Pero claro, yo me traté en mi propio medio, donde trabajo todos los días. Y además me trataron compañeros míos.

Sabía lo que le esperaba. ¿Escogió un tratamiento específico o no intervino?

Participé activamente, y creo que las pacientes deben participar en todas las decisiones. Opiné, opino y quiero seguir opinando. Estoy contrastando permanentemente con especialistas y colegas. No se puede olvidar lo que uno sabe. Tuve un luminal B, un cáncer de mama de mal pronóstico. Están empezando a aparecer moléculas específicas pero no hay fármacos de eficacia comprobada, como en el caso de un HER2, por ejemplo. Es un tumor impredecible. Recibí quimioterapia, me operaron… Los tratamientos convencionales. Sobre todo, lo que se hace en estas circunstancias es practicar un test genómico para valorar el riesgo que tienes de hacer una recidiva y así decidir el tratamiento más adecuado. En mi caso, era un tumor de alto riesgo. Ahora, estoy bien, pero con efectos colaterales. Estoy bajo tratamiento de hormonoterapia con problemas osteoarticulares, osteoporosis, molestias articulares, rigidez… No se lleva bien la hormonoterapia, pero no puedo hacer otra cosa. Tienes que pagar un precio. Como profesional tengo esta incertidumbre. Se lee mucho en la prensa (muchas veces dando falsas esperanzas) que fulanita está curada de cáncer, que ha superado un cáncer… Pero, ¿qué significa esto? Es verdad que se pueden superar los tratamientos en fase aguda de un cáncer de mama, y es lo que se debería decir, pero como es muy largo decir todo esto, nunca se dice así. Creo que sería mejor no pronunciarse, entonces. Porque la verdad es que no se supera el cáncer. Porque nadie sabe cuánto tiempo va a durar este stand by. Es uno de los handicaps de ser profesional. Nunca he dicho a una de mis pacientes que está curada, es mejor explicarlo de una forma sencilla pero valorándolo en términos de probabilidades de recidiva. Olvidarse del cáncer y hacer como si nunca hubiera existido, para mí es un error, aunque respeto esta decisión. El 70% de los pacientes no se van a morir de cáncer de mama. Pienso que se supera una fase después de la cual nos sentimos bien y seguimos viviendo felizmente, pero no hay que pensar que no puede volver a ocurrir. Porque es la política de la avestruz, y en caso de que volviera a aparecer se convierte en un batacazo tremendo. La clave es asumir lo que ha pasado y aceptar la vida. La vida es un accidente, nuestras vidas se deben al azar. Ni hay que vivir en el miedo ni tampoco esconderse de lo que ha pasado, simplemente, hay que vivir plenamente cada momento. Es un equilibrio difícil de alcanzar. A mis pacientes siempre les he dicho una cosa: tienes que tratarte, aguantar, resistir para estar bien, porque a medida que pasa el tiempo, van a llegar cosas nuevas que te van a beneficiar. Estamos en 2016, y en solo 10 años hemos vivido avances importantes. Hay que ser positivos. Afortunadamente, los tratamientos tanto de quimio como de hormonoterapia han cambiado mucho y, en general, el pronóstico y las perspectivas de las pacientes con cáncer de mama han mejorado mucho. Y qué decir de las reconstrucciones… Estoy viendo un crecimiento exponencial en los tratamientos que son cada vez más específicos. De la misma forma que me siento un tanto pesimista en cuanto a mi tipo de tumor, porque no es de los que están ahora mismo a la puntera como el HER2, también tengo la esperanza y la convicción de que realmente está avanzando mucho el conocimiento de las alteraciones concretas y específicas de este tumor y que aparecerán fármacos.

¿Se vive la vida de otra manera?

Vives más conscientemente pensando en lo que estás haciendo. Vives planteándote el momento presente, no elucubrando sobre el pasado. Haces planes pero disfrutas plenamente el presente. Hay personas que parece que nacen así, pero, en general, hay que trabajarlo.

¿Su trato con el paciente ha cambiado? ¿Ha descubierto necesidades como paciente que no había imaginado como médico?

La perspectiva es diferente. Siempre me he considerado una persona empática, pero mi visión ha cambiado por completo. Estás metida en la piel del paciente. Por muy empática que seas o crea que eres, hay momentos en que piensas que la persona que tienes enfrente se queja por molestias que al final parecen de poca importancia si se comparan con lo que acaba de vivir. Pero no es así; estas molestias son muy importantes. Aprendes a captar estos mínimos detalles y lo ves todo en primera persona porque lo estás viviendo.

Es difícil ponerse en la piel del paciente, y, además, las consultas están masificadas y disponemos de poco tiempo. Los oncólogos vamos a lo importante y a veces dejamos de un lado otros problemas que no nos parecen relevantes. Afortunadamente, cada vez hay más equipos multidisciplinares que permiten que estemos más pendientes de todo lo que le pasa a un paciente. Pero, no obstante, creo que deberíamos prestar más atención a las pequeñas cosas.

¿Cómo se explica que una revista como LVR, gratuita y con una información contrastada, no esté distribuida en los hospitales públicos de Andalucía?

La Consejería de Sanidad no nos da su autorización diciéndonos que los hospitales no la quieren porque lleva publicidad. [LVR se financia casi exclusivamente gracias a la publicidad; y se da la paradoja, además, de que gran parte de nuestros seguidores son andaluces].

Creo que en el campo de los pacientes hay todavía mucho terreno por conquistar. Hace falta más recorrido, más explicación a asociaciones de pacientes, más exigencia, más participación social. Nosotros hemos creado un club social: Creamos lazos. Nos reunimos para actividades sociales, lúdicas, etc. Lo que empezó como un grupo de pacientes se está convirtiendo con el tiempo en un círculo de amistades, de personas con afinidades comunes que se se frecuentan fuera de las reuniones. Este grupo se ha unido a partir de un problema común; está creciendo y cada vez podrá exigir más. Es una situación muy similar a la de LVR. No sé cómo se plantea vuestro proyecto la Consejería de Salud, pero tampoco lo entiendo.

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