Tenía una cita pendiente desde hace mucho tiempo con José Francisco García Romo. Quería que me contase su pasión por la montaña pero sobre todo por la gente. Creó la Asociación Alpinistas con Cáncer a raíz de su propia vivencia con la enfermedad, y creo que pocas veces he hablado con una persona tan positiva, llena de energía y apasionada.

¿Cómo nace la Asociación Alpinistas con Cáncer?

En 2006, me operaron de un cáncer de riñón. Estaba realizando expediciones, y en la bajada estaba muy mal. Había perdido mucho peso, pero los médicos en un primer momento me diagnosticaron un cólico nefrítico. Seguía con dolores y me dijeron que tenía un quiste complejo y que seguramente por culpa de la altura había empeorado. Me decían que probablemente no tendría nada, pero que era mejor operar para estar seguros de que el quiste no era nada grave. Decidí aceptar la operación. Y descubrieron un tumor, por lo que tuvieron que quitarme el riñón.

A raíz de eso, decidí montar esta asociación junto a mi hermana, quien también ha padecido un cáncer, y con mi cuñado y mi mujer, porque todos somos aficionados. Mi intención era (y lo sigue siendo) contar que esta actividad me ayudó, que había tenido cáncer. Empezamos a escribir un blog, y la gente nos escribió para contarnos su experiencia. Generalmente, las personas que nos contactan son amantes de la montaña.

El alpinismo necesita cierta fuerza mental, los caminos no son fáciles. ¿Existe una cierta similitud con el cáncer? ¿Esta práctica te ha ayudado durante los tratamientos?

Para mí, la escalada no es un deporte, es una filosofía de vida. Tiene momentos de todo; a veces subes solo, pero otras tienes malos momentos, de depresión. Cuando vuelves arriba, tienes que bajar otra vez. Necesitas de los demás, de seguridad. Es complicado, como la vida misma. Tengo escrito en un papel la frase de un señor japonés de 60 años que dice: “Hay que afrontar la enfermedad con la voluntad de escalar una montaña”. Y es así; el alpinismo es un deporte maravilloso, porque no es competitivo, porque luchas contra ti mismo. Estás en la naturaleza, es una aventura.

¿En qué pensaste al escuchar el diagnóstico? Te quitaron un riñón. ¿Imaginaste que no ibas a volver a poder escalar por culpa de ello? 

Tras la operación, nadie me dijo lo que tenía, tuve que preguntar. Cuando lo supe, mi primera reacción fue que en caso de tener que seguir tratamientos fuertes, me iba a negar. Cogería mis ahorros e intentaría cumplir mi sueño: subir al Everest. Sí, tuve miedo. Y al principio, pensé que nunca subiría otra vez a una montaña. Es un momento de incertidumbre total. Lo que hice fue meterme en internet y buscar información sobre la supervivencia de cáncer de riñón, hasta que decidí no volver a leer nada sobre el tema. Si no hubiera podido volver a la cima, hubiera encontrado una alternativa. Tuve la suerte de no tener ni quimioterapia ni radioterapia. Me quitaron el riñón y nada más, y desde entonces acudo a revisiones. Tengo una espada de Damocles sobre mi cabeza, por eso decidí aprovechar el tiempo.

¿Qué es más difícil, subir a una cima o enfrentarse a la enfermedad? 

[Silencio] Enfrentarse a la enfermedad. Hay contratiempos cuando practicas alpinismo, pero más o menos puedes controlar la situación. La enfermedad te lo pone más difícil, pero me ha cambiado la vida para mejor.

¿Qué propone la Asociación? ¿Es para mujeres y hombres?

Es para todos. Ponemos testimonios, pero también otras actividades que hemos hecho, como ayudar a los niños. Hemos visitado hospitales y nos hemos quedado impresionados. Tenemos dos facetas. Es decir, proponemos actividades deportivas implicando a gente que tiene cáncer y a los que no padecen enfermedades, a familiares y amigos, pero también hacemos un trabajo solidario importante. Hemos trabajado a menudo en Asia, en Kirguistán, de donde es mi mujer. Ayudamos a poner en marcha proyectos como la construcción de aulas para los niños en hospitales donde no existen. Vendemos camisetas para recaudar dinero y buscamos empresas solidarias que nos ayudan dándonos material.

Físicamente, ¿qué aporta la práctica de este deporte? ¿Se puede empezar a cualquier edad? 

Sí, se puede empezar a cualquier edad, todo depende de hasta donde te quieras meter. Aporta sobre todo resistencia física y mental. En cierta ocasión, nos invitaron a dar una charla a una asociación de mujeres con cáncer de mama, y ninguna de las asistentes había practicado nunca el alpinismo. Ahora lo están disfrutando, y estas mujeres tienen más de 40 años. Todo depende del reto que cada uno se proponga. Cabe decir que estamos acompañados de fisioterapeutas para prevenir cualquier problema.

¿Cuál es vuestro próximo desafío? 

Ir a Nepal para ayudar a la construcción del ala infantil del Hospital de Phaplu. También queremos intentar poner nuestro granito de arena en la lucha contra el tráfico de órganos, y en particular de riñones, para intentar concienciar a las familias de su peligro.

 

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