La belleza está en los ojos de quien la mira. A menudo, las personas nos miramos a través de los ojos de nuestras creencias y/o de su combinación resultante con el estado de humor.

La belleza está en los ojos de quien la mira. A menudo, las personas nos miramos a través de los ojos de nuestras creencias y/o de su combinación resultante con el estado de humor. Si nos levantamos con el pie izquierdo -figuradamente hablando- nos veremos horribles en lugar de bellas. Craso error ese de mirarnos a través de los ‘moods’ (estados de humor) en lugar de con los ojos del amor o los del alma.

La sociedad nos ha inculcado, y nosotras (sobre todo, nosotras, la mujeres) hemos aceptado esa consigna de mirarnos vía las creencias o consignas basadas en variables tales como la edad, la salud o la enfermedad, la ropa que llevamos… Creencias filtradas por los modelos de referencia, esto es, las fotografías de mujeres que nos sirven de iconos o diosas a las que emular. Obviamente, estas aparecen muy bien maquilladas, e incluso llevan el famoso fotoshop, o sea, alteración de la realidad. Tanto empeño en idolatrar la parte externa que olvidamos que la belleza reside en el interior.

¿Cómo podemos mirarnos con los ojos del alma? ¿De qué depende? ¿Sólo ven belleza o ven también la negrura?

Si estamos pochas, enfermas, tristes por un suceso, apenadas por algo, decepcionadas o desilusionadas… NUNCA deberíamos tomarla con nosotras y atacarnos con «antipiropos» (como dice LVRtta Forner). Jamás hay que antipiropearse, y sin embargo, es una práctica muy habitual.

Los antipiropos merman las defensas del amor propio, desvalorizan y apenan al alma. No es pues, de extrañar, que nos veamos ‘feas’ o ‘no hermosas’ al mirarnos al espejo.

Si estamos enfadadas es mejor, más saludable, afrontar ese ‘enfado’ y resolverlo antes que usarlo como boomerang contra nosotras mismas.

Todas las personas somos bellas a los ojos de Dios; ‘Everything is beautiful in its on way’ (todo es bello a su manera). El amor ve belleza. Todos y todas somos bellos a los ojos del amado. Todo hijo es bello para su madre. ¿Cómo puede ser que no seamos bellas a nuestros propios ojos?

De hoy en adelante, nunca más te mires con los ojos del miedo, del odio, de la decepción, del enfado, del aburrimiento, del cabreo supino…

De hoy en adelante, solo mírate, contémplate con los ojos del amor. Tu sistema inmunológico te lo agradecerá. Y tu alma sonreirá.

Y si te apetece coleccionar cupones figurados, que sean de belleza y no de antipiropos tipo: ‘vaya careto que tengo’.

Busca en las alforjas de tu alma qué hay de bueno, maravilloso, bello, amable… en ti.

Céntrate en lo que te refuerza, te hace bella, y olvídate de los ‘defectos’. En verdad, no tenemos ‘virtudes y defectos’ sino MATICES de diferentes colores y aromas.

A los ojos del amor, la amada siempre es bella.

Sé tu mejor amada, mímate, quiérete, sé buena y amable con la persona más importante de tu vida: sin ti no puedes vivir.

Dibuja unas gafas con forma de corazones y mírate a través de ellas. Son tus nuevas gafas para contemplarte.

Y cuando te mires al espejo, sonríe. Es mágico, pues verás como la persona que está en el espejo te devuelve la sonrisa.

 

 

0 comentarios

Dejar un comentario

¿Quieres unirte a la conversación?
Siéntete libre de contribuir!

Deja una respuesta