La soledad del paciente Foto: Orkhan Farmanli on Unsplash

¿En qué momento vuelves a subirte a la vida de la que un día te apeaste? ¿Cómo se consigue?

Tras el tratamiento llega una etapa complicada a la que te tienes que enfrentar tú sola. Aquí no hay médicos que te ayuden ni nadie que te guíe.

La soledad del paciente 

Llega la etapa de la SOLEDAD DEL PACIENTE, independientemente de si estás acompañada o no; de encarar el mundo que no dejó de girar mientras tú permanecías estática, inmóvil, movida sólo por el vaivén de las visitas al hospital, por inercia, dejando hacer… Tú intentas correr tras el mundo, pero él no te espera. Y el sentimiento de angustia crece, al margen de la visión de los demás, de los que se encuentran en el otro lado, que creen hallar una equivalencia entre independencia, autosuficiencia y tus centímetros de pelo nuevo. ¿Quién decide cuántos centímetros de pelo son necesarios para ya estar al 100%, no necesitar de esos mensajes, llamadas que antes llenaban y saturaban tu móvil? Porque desaparecen de la noche a la mañana, sin que se den cuenta de que estás en una etapa de máxima vulnerabilidad. No quieres que te traten como enferma, no nos confundamos.

El final de los tratamientos no significa que todo está acabado

El tratamiento ha acabado pero seguimos arrastrando el cansancio de un proceso largo que no solo se llevó la parte física, la más evidente para el otro, sino parte de nuestra salud interior. El cansancio sigue, a veces aparece el miedo, la incertidumbre y el ¿seré capaz? Lo que antes podías hacer casi con los ojos cerrados, se presenta ante ti como un reto más. Es en este momento cuando muchas tomamos la decisión de volver a trabajar, pensando que la rutina nos devolverá la estabilidad y lo que la enfermedad dejó parado en seco. Y la vuelta es dura. Muy dura. Vuelves a ese puesto que formaba parte de tu vida mecánica, rutinaria… y te das cuenta que nada ha cambiado, pero tu manera de enfrentarte a él sí.

Cuando nacen el miedo, la inseguridad…

Nace el miedo a no ser capaz y crees verte señalada. Me recuerda a ese sueño que se repite en mis noches de duermevela. Yo desnuda ante un gentío que me miran entre risas y cuchicheos… donde yo cada vez me siento más pequeña. Es la inseguridad que trae consigo la enfermedad. Y que, a su vez, trae la incomprensión del que te rodea. “¿Por qué estás así? ¿Ahora? Si ya estás bien…” ¿A ojos de quién? 

Tranquila. Debo avisarte que esto también es temporal. Volverás a coger las riendas de tu vida. Volverás a subirte a ese bus, como dice mi compañera @aunminutodemi, que perdiste un día, tras el cual saliste corriendo sin que nadie se girara a mirarte y avisara al conductor para que parase. Ojalá todas podamos sentir ese “miedo” a la vida del después del cáncer.

Mi mención especial a mis compañeras de cáncer de mama metastásico que viven, muchas veces, con este sentimiento durante su vida como paciente de manera indefinida. Todo mi ánimo y mi cariño.

0 comentarios

Dejar un comentario

¿Quieres unirte a la conversación?
Siéntete libre de contribuir!

Deja una respuesta