Me gustan las charlas con pacientes porque me enseñan mucho, muchísimo. Sean personas conocidas o no, su experiencia de vida siempre me aporta algo y disfruto mucho con estos encuentros.

«La vida y nada más» es el título de uno de los talleres de la serie de talleres «Arte e innovación», promovido por Roche Pacientes. En pleno mes rosa, han empezado por tratar el tema del cáncer. Y lo han hecho de una forma cercana y muy interesante, reuniendo a tres mujeres artistas que lo han padecido con experiencias distintas, porque todas somos diferentes y no hay un cáncer idéntico a otro. Las protagonistas eran Lamari, del grupo Chambao, la bailarina Cristina Hoyos y María Hernández Martí, autora del libro ‘Que no, que no me muero’ (ya la conoces si has leído el anterior número de Revista LVR, porque le dedicamos una entrevista). Estuvieron acompañadas por la Dra Ana Lluch, referente en la lucha contra el cáncer, y por Cayetana Guillén Cuervo, quien hizo de moderadora en el encuentro.

Tres historias distintas vividas en momentos diferentes. No obstante, coincidieron en la importancia de la familia en su camino con el cáncer y en el deseo de no tirar nunca la toalla. Estas tres mujeres, junto a la Dra. Lluch, estuvieron de acuerdo también en que se debe acompañar a la persona con cáncer pero no sobreprotegerla.

Las tres protagonistas han escrito casualmente cada una un libro para contar su vivencia con la enfermedad. ‘Enamorada de la vida aunque a veces duela’ es la historia de Lamari. Cuenta cómo ha cambiado su vida y su recorrido con sus miedos, deseos, canciones… Para ella, lo importante es la salud y su familia. Explicó que «al principio de la enfermedad pensaba en dejarlo todo, pero a las pocas sesiones de quimio entendí que iba a seguir, porque la música me permitió desconectar para ser capaz de conectar». «El cáncer afecta a tu vida profesional y a tu vida entera -explicó-; la música, las risas todo fue terapia para seguir adelante. Quería avanzar. Y escribir mi libro ha sido mi mejor terapia». Nos lo dice con una gran sonrisa.

Cristina Hoyos tuvo cáncer hace más de 20 años. Esta bailaora, gran artista, padeció cáncer en 1996, y diez años después, saca su libro ‘!Ánimo, p’adelante!’. No considera que hubo muchos cambios en su vida… Cuando le comunicaron el diagnóstico, quiso operarse enseguida. Su miedo principal fue cuando le comunicaron que le iban a quitar los ganglios (no olvidemos que hace 20 años se practicaba, aunque ahora es poco frecuente). A la semana de haber sido operada, empezó a mover los dedos y los brazos para volver cuanto antes a su arte. Según los médicos y por los tratamientos (radio y quimio), no podía volver a trabajar antes de un año, pero a los tres meses ya estaba en los escenarios en Barcelona, porque tenía una compañía que dependía de ella, dice. Para Cristina Hoyos, el cáncer no le iba a impedir bailar. Su mejor medicina, según ella, fue su actitud y la suerte de poder contar con su marido, con su familia.

La tercera invitada, María Hernández Martí, nos contó también su experiencia. Ella, «tan controladora», dijo, tuvo que abandonar este comportamiento para vivir día tras día. Y explicó que utilizó el sentido del humor para sobrellevarlo. Le costó mucho anunciar que estaba enferma porque no quería preocupar a los suyos, y confesó que lo pasó bastante mal y que tuvo que pedir ayuda psicológica, aunque nadie se lo propuso. Para ella, «estamos socialmente mal educados frente a la enfermedad». Su libro, ‘Que no, que no me muero’, recoge una serie de pequeñas historias que escribió a lo largo del proceso.

Lamari, Cayetana Guillén Cuervo, Cristina Hoyos y María Hernández Martí.

La Dra. Lluch nos confío: «me sabe mal ser mayor en este momento porque vivimos un momento muy importante». Dice que es imprescindible tras los primeros tratamientos continuar con la vida, trabajar si se puede, normalizar todo lo que se pueda la enfermedad. La medicina ha hecho avances enormes desde hace 20 años, y no podemos olvidar que una de cada ocho mujeres padecerá cáncer a lo largo de su vida. «Durante este periodo, no debemos hundirnos, porque cada vez más tenemos tratamientos a medida que nos permitirán segur adelante. Compartir los sentimientos, las experiencias, es primordial, sirve como terapia. Es mucho más peligroso hacer como si no pasase nada. Cabrearse es normal, no permite tirar para delante».

Durante el encuentro, en fin, tuvimos la oportunidad de escuchar hablar de manera muy cercana a tres mujeres que viven de su arte. Han encontrado y encuentran en ello su fuerza, y han tenido la necesidad de contar su historia para sentirse mejor; de hecho, se dieron cuenta de que muchas mujeres han pasado por los mismos sentimientos y circunstancias.

Porque el cáncer no tiene edad, sexo ni color. Todos somos seres humanos y todos tenemos más recursos que lo que pensamos frente a la adversidad.

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