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Y no es porque sea una cantinela ya aprendida, tiene su justificación. La sobrecarga energética en la dieta debida a un alto contenido en grasas, junto con la inactividad física, la obesidad y la reducción de alimentos hipocalóricos, como la fruta, la verdura y el pan integral, aumenta el índice glucémico y los niveles de insulina. Pero también, puede incrementar el índice de otras hormonas y mediadores que influyen en la aparición de cánceres hormonales dependientes, como los de mama, próstata y útero, de cáncer colorrectal, de riñón, de la vía biliar y de práncreas, así como enfermedades cardiovasculares.

Por tanto, procura limitar la ingesta de grasa a menos del 30 por ciento del aporte energético diario, reducir las grasas saturadas, aumentar las insaturadas y eliminar los ácidos grasos trans, como los que se encuentran en las margarinas y frituras envasadas. Ten en cuenta que el consumo actual de grasas es excesivo en el 88 por ciento de la población.

Las grasas saturadas de origen animal no deben superar el 10 por ciento del total de grasa que consumes al día. Abundan en el beicon, la panceta, las mollejas, los codillos, las manos, embutidos como el salami, el salchichón y el chorizo, la morcilla y los patés. Opta mejor por los pescados azules, las carnes magras o de caza o el jamón ibérico. Por ejemplo, en el desayuno es preferible que tomes pan con aceite crudo en vez de untado con mantequilla o manteca.

Los alimentos precocinados contienen mucha grasa, por tanto intenta consumirlos de formaesporádica. Asimismo, al freír los alimentos a altas temperaturas se produce una pérdida notable de vitaminas y ácidos grasos beneficiosos para la salud, por lo que es preferibles hervirlos y, posteriormente añadir el aceite crudo, como aliño. Finalmente, la ingesta de aceites recalentados y reutilizados en más de tres ocasiones puede tener efectos nocivos para tu salud.

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