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Ante un diagnóstico de cáncer, las personas suelen cambiar bruscamente el orden de las cosas. A partir de ese momento, su meta y prioridad principal es conseguir superar su enfermedad. Las preocupaciones y los deseos de la vida cotidiana, entre ellos la sexualidad, pasan a ocupar un segundo plano.

Tras el diagnóstico de cáncer, explica Carmen Yélamos, psicooncóloga y directora de la Fundación Grupo IMO (Instituto Madrileño de Oncología), “la mujer comienza un proceso de carrera de obstáculos: cirugía, espera de resultados analíticos y anatomopatológicos, tratamientos de quimioterapia, radioterapia, hormonal… Cada uno de ellos va produciendo efectos en su organismo que indudablemente van a afectar a su bienestar, al esquema corporal, a la autoestima y, sin duda, también a la sexualidad”.

Es por ello que tanto los hombres como las mujeres a menudo pierden interés en la actividad sexual durante el proceso de tratamiento contra el cáncer, al menos por algún tiempo. Al comienzo, “la preocupación por curarse es tan grande que puede ocurrir que el sexo deje de ser prioridad, lo cual es bastante frecuente. Son pocas las personas interesadas en mantener una vida sexual activa cuando sienten que algo amenaza su bienestar”, comenta Carmen.

Poco a poco, y conforme se van superando etapas, comienzan a recuperarse las prioridades perdidas y la sexualidad aparece de nuevo en la vida de las pacientes; pero, a veces, advierte Carmen Yélamos, “puede hacerlo seriamente dañada si no se ha cuidado durante todo el proceso”.

Cambios más importantes

El diagnóstico o los tratamientos oncológicos pueden afectar a la sexualidad de la mujer con cáncer de mama en cualquiera de las cuatro fases de la respuesta sexual; es decir, en la fase de deseo, excitación, orgasmo o resolución. Sin embargo, generalmente el cambio más frecuente que la mujer nota es la disminución del deseo sexual producido bien por causas físicas o psicológicas.

Entre las primeras se encuentran principalmente la amenorrea, la quimioterapia y el cansancio físico. Los síntomas de la amenorrea (ausencia de la menstruación) o la menopausia inducida como consecuencia de la quimioterapia y/o el tratamiento hormonal, a menudo son más abruptos e intensos que los cambios lentos que se dan durante una menopausia natural, y entre los más frecuentes podemos citar los sofocos, cambios en el sueño, sequedad vaginal y alteraciones emocionales.

Por otra parte, la quimioterapia por sí sola puede causar sequedad vaginal, pérdida de elasticidad vaginal, dolor en el coito o disminución en la capacidad de alcanzar el orgasmo; mientras que el cansancio físico, la presencia de dolor y el malestar general pueden afectar también al deseo sexual. “Los efectos secundarios físicos, como irritación del estómago, cansancio y debilidad pueden dejar pocas energías para las relaciones sexuales”, señala Carmen Yélamos.

A nivel psicológico, la ansiedad, el estrés, la depresión y algunos fármacos utilizados para su tratamiento también pueden provocar falta de deseo y pérdida de placer. Los sentimientos de ausencia de atractivo físico, el deterioro de la autoestima y la imagen de sí misma como consecuencia de la enfermedad y los tratamientos disminuyen el deseo sexual.

Es importante, en cualquier caso, informarse sobre los posibles efectos que el tratamiento contra el cáncer puede tener sobre la vida sexual. “Hablar con los especialistas puede ayudarnos, porque generalmente con información podemos afrontar y manejar mucho mejor las situaciones”, añade.

Recuperar el deseo

Las investigaciones recientes señalan, explica Carmen Yélamos, “que aproximadamente al año, tras la cirugía, la mayoría de las mujeres con cáncer de mama logran un buen ajuste emocional y satisfacción sexual”.

Al principio, la mujer puede sentir cierto temor ante el hecho de retomar la actividad sexual, bien por dudas en relación al comportamiento de la pareja, por miedo al dolor o por pensar que nunca más va a ser capaz de tener un orgasmo. “Puede ocurrir que las primeras relaciones no resulten tampoco como esperaba; lo que sí es cierto es que la manera en que se retomen las relaciones sexuales dependerá bastante de cómo eran dichas relaciones antes del diagnóstico”, afirma Carmen Yélamos.

Uno de los consejos de los especialistas es que si la sexualidad ha sido una parte importante de su vida y en su relación de pareja, es recomendable que procure reanudar las relaciones sexuales lo antes posible.

Puede que algunas partes del cuerpo hayan cambiado, que la zona del pecho no sea la misma o quizá la sensación al tacto en esta zona que antes era placentera, ahora no lo sea. Para Carmen Yélamos, “es importante saber que al igual que aprendimos a disfrutar del sexo al comenzar a ser sexualmente activos en la vida, también se puede aprender a sentir placer sexual tras el tratamiento contra el cáncer”.

En segundo lugar, lo más importante es hablar con la pareja. “Tu pareja no puede adivinar tus deseos ni necesidades: es necesario que se los comuniques. La sexualidad tiene que ver con la comunicación sincera de lo que prefieras o necesites en cada momento. Puedes pedirle a tu pareja que acaricie todo tu cuerpo, y de esta forma puede que descubras nuevas zonas con las que poder reemplazar el placer que antes sentías en la zona del pecho”, explica Carmen Yélamos.

Conocer nuestro cuerpo

Familiarizarse más con nuestro cuerpo puede ser importante en el proceso de restaurar el placer sexual tras el tratamiento contra el cáncer. Podría ser que, comenta Carmen Yélamos, “ahora tengas que utilizar algún lubricante vaginal antes de cada relación. Varía tu ‘menú sexual’, incorpora nuevos juegos eróticos, masajes, posiciones, fantasías, etc.”. En su opinión, en el sexo somos eternos principiantes: “nunca dejamos de conocernos, de conocer al otro, de aprender nuevas maneras de recibir y dar placer. Tras la enfermedad, se inicia una nueva etapa de aprendizaje personal y para la pareja”.

Quizás tengamos que buscar nuevas formas de proporcionar y recibir placer. Haz saber a tu pareja qué necesitas; por ejemplo, dice Carmen, “dale ideas sobre cómo prefieres que te acaricie, o si lo que deseas en este momento es una sexualidad menos genital. Recuerda que, independientemente de la fase de la enfermedad o el tratamiento que estés recibiendo, las caricias y los masajes entre la pareja siempre son posibles”.

La capacidad de sentir placer por el contacto siempre permanece. Un ejercicio interesante que os puede ayudar a retomar la confianza y la intimidad, propone Carmen, “es acariciaros por turnos sin límite de tiempo, explorando todo el cuerpo de la otra persona y excluyendo inicialmente la zona genital, de manera que el acariciado vaya haciendo de guía al otro e informándole de dónde y cómo las caricias le resultan más satisfactorias”.

Finalmente, recuerda que la sexualidad no es una carrera ni una competición: no hay metas ni se trata de demostrar nada o de ‘dar la talla’.

La sexualidad es como un viaje donde lo importante no es la llegada sino el camino. “Disfruta de cada caricia, de cada beso, de cada palabra, de cada juego, de cada acercamiento; así aumentarás tu satisfacción sexual y mejorará la calidad de tus relaciones”, concluye Carmen.

 

 

 

 

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