Te leo, amiga, con esa suavidad que envuelve tu letra, y me emociono. Me hace llorar el sentir tu felicidad, el sentir por ti lo que yo quisiera sentir.

Aquellos años con mis niños pequeños, que metía en el coche sin rechistar, a una excursión infinita, llena de sorpresas, flores, animalillos, aguas cristalinas y… sol. Llenas de sueños, miradas cómplices y somnolientas al atardecer, con la fogata recién encendida.

Ahora mi mente es la que viaja, a una velocidad vertiginosa. Y muchas lágrimas pasan por mi rostro, casi sin pedir permiso, casi sin saber por qué.

Recuerdo aquellos momentos de grandísima felicidad al ver la mirada asombrada de mis hijos ante la vida, porque los queríamos asombrar con pequeñeces que a veces se convertían en grandes descubrimientos, incluso para nosotros mismos.

Te leo, amiga, y siento que vives por mí.

Aunque yo ya lo haya vivido, lo quisiera revivir, más despacio, peladeándolo, sin prisa, como si fuera lo último que hiciera.

Echo de menos la sensación de tener toda una vida por delante, de creer que puedo construir, dejar para más adelante, soñar a diez años vista.

Echo de menos los planes rápidos y alocados, las prisas en los recados, la rapidez de mi vida… Sí, qué contradicción, eso de lo que siempre me he quejado y que ha hecho que no disfrutara a tope de muchos instantes únicos. Pues lo añoro ahora que camino más despacio, que me falta a veces el aliento en una conversación, que tengo que planificar mis tiempos.

Te leo amiga, y siento envidia de tu juventud, de tu salud, de tu piel dorada por el sol, de tu sonrisa sin miedos. ¿Cuántos años tienes? ¿39? Ah, claro, 39. ¡A esa edad todo me parecía eterno!

Y ahora… siento tanto miedo. Sé que mi estado de ánimo es fundamental y me siento culpable por no estar positiva como hace un tiempo. Pero el cansancio hace mella, amiga. Verte ante el espejo día a día, sin pelo, fea, hace mella. Ver sufrir al hombre de tu vida, duele. Acostarte con él y no fundirte en su regazo…

Me reconforta mi Fe. Tanto… Menos mal que tengo una enorme esperanza.

Me reconforta el amor. De Eduardo, mi vida. De Andrea y Jacobo, un poco ajenos por mi voluntad a mi verdadero estado de ánimo y de fortaleza. El amor de mi madre, tan segura de que todo irá bien. De mis hermanos, queridos hermanos. Y de mis amigos, que siguen con su cotidianidad recordándome en tantos momentos, pero haciendo sus vidas sin vivirlas conmigo y a quienes recrimino en bajito que no me saquen de mi casa, me obliguen a salir, olvide mis problemas… Pero ellos, vosotros, querida amiga, seguís viviendo con rapidez, sin pensar en el que se rezaga, en los que no podemos llevar vuestro ritmo.

Te leo amiga y me releo a mí, y pienso que esto y lo otro es pasajero. Que volveré a estar bien y a tener fuerza para todo.

Estoy segura de que saldré renovada, espiritual y físicamente. Que estoy ahora en fase de crisálida. Esas larvas arrugadas y solitarias, que se están preparando para ser mariposas de colores.

Y pienso que en el fondo, esto que me ha pasado es bueno. Que necesitaba detenerme, pensar en mí, en el tipo de vida que llevaba, en la felicidad que podía dar a los demás y que mi vida me devolvía.

Ahora es el momento, amiga. Lo aprovecharé.

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