cancer-de-mama-hombre3“Las historias cuando se cuentan, a veces parecen increíbles, pero en esta todo sucedió tal cual te lo cuento. En este mundo del cáncer todo sucede tan deprisa, se superponen unas cosas a otras y es difícil ordenarlas sin perder el hilo conductor.

Soy una persona a la que le encanta el bricolaje, construir las cosas con mis propias manos. Este verano pasado, en la casa que tenemos en la sierra, procedí a quitar unos tablones de exterior para restaurarlos. Estaban a unos 3,5-4 metros del suelo. Al desmontarlos, y pegar un tirón,  me caí de la escalera, dándome sobre una barandilla que literalmente me cortó en dos. El resultado de la caída fueron tres costillas rotas. Ahí empezó todo.

Después de pasar por urgencias y la recomendación de reposo absoluto, llevado por el dolor, eché mano al costado y entonces detecté con mi palma que algo duro (como un guisante) había detrás de mi pezón. Nada doloroso, solo un guisante duro que podría pensarse que fuera un quiste.

De vuelta al hospital, me dieron cita para realizar una biopsia, una ecografía y una mamografía… Cuando fui a recoger los resultados, la misma doctora que realizó la ecografía y me detectó el ganglio afectado a través de una punción axilar, fue lacónica: “es malo” me dijo, me dio el informe de los resultados, las indicaciones para ir a oncología y cirugía y se marchó. Ahí me quedé, diciéndome: ‘¡hay que joderse!’ fue lo primero y único que pensé. Es verdad que no se puede decir que hubiera mucho tacto en dar la noticia, pero tampoco yo soy una persona que lo necesite. Las cosas claras y sin rodeos.

El resultado de la biopsia era un carcinoma, y en la punción axilar detectaron un ganglio afectado; la consecuencia era que había que realizar una mastectomía radical. No había que hacer ganglio centinela. Mi vida sería normal con la precaución de que en el brazo afectado no podría cortarme ni pincharme ni cargar peso.

¿Vida normal? ¡Ojalá! ¡Ojalá mi vida normal fuera cambiar de canal la TV! Ahí no habría tenido problema alguno de adaptación. Pero mi vida normal era levantarme a las 5:30 para salir a correr de media hora a tres cuartos, practicar Tae-Bo®, estirar, ducharme y salir corriendo para el trabajo -ese era mi día a día- y los fines de semana, bien bricolaje, bien el modelismo o bien remar, cuando el tiempo acompañaba, en la presa del Atazar con mis amigos. Esa ya no iba a volver a ser mi vida (por ahora). Y por eso distingo entre salvar la vida o salvar la existencia.

El 25 de septiembre de 2013, la medicina se ha encargado de salvar mi existencia. Está claro que el carcinoma iba a matarme, lo sé y hay que ser consciente de ello y no olvidarlo. Después del shock de que te quiten todos los ganglios (veintiséis, pero solo había uno afectado) y el pecho (reconozco que siendo un hombre, tener o no un pezón es lo de menos), sabes que tu vida ha dado un vuelco. ¿Lloré? ¡Por supuesto! Apenas podía levantar el brazo 90 grados.

Al salir del hospital era víspera del día internacional del cáncer de mama. La Fundación Tejerina había organizado unas jornadas, y animado por mi amiga Terry ahí estábamos ella, Esther (mi mujer) y yo. Rodeado de mujeres porque en la sala, salvo algún otro marido que acompañaba a su mujer, el único afectado masculino debía ser yo.

¡Cuántas veces me han dicho que soy un caso raro! Que si el 1% de los tumores de mama detectados es en hombres. ¡Caray, que 1% ni qué gaitas, el 100%, que me ha tocado! Es mejor no pensarlo para no enloquecer preguntándote todos los días “¿por qué a mí?”. También fue aquí, en la Fundación Tejerina, donde encontré la gran diferencia entre hombres y mujeres, las preguntas y ponencias iban dirigidas hacia el cuidado, el aspecto y la reconstrucción mamaria. Y a mí lo que me preocupaba era la recuperación funcional de mi brazo.

Y ahí, entre los ponentes, estaba Natacha Bolaños representando al programa Pink Ribbon para explicar cómo a través de Pilates se podía mejorar la movilidad. Tras escucharla no tuve dudas, al acabar la charla me acerqué a ella, le conté brevemente mi vida deportiva anterior y la poca movilidad que me había quedado. No lo dudó, me dio su tarjeta para quedar y empezar a trabajar.

Con ella, apenas dos meses después de la operación tenía una movilidad total del brazo, pero empezaron a aparecer dos consecuencias asociadas a este tipo de intervención, de las que nadie te cuenta nada antes de la misma. El síndrome de la red axilar fue la primera: todos los vasos linfáticos del brazo empiezan a quedarse rígidos, aparecen unas “cuerdas de guitarra” que además de crearte una rigidez del miembro, son dolorosísimas. Y la segunda consecuencia fue el linfedema.

Para la primera realicé estiramientos y masaje con una bola y logramos mitigarlos hasta su desaparición. La segunda tiene un tratamiento inicial de fisioterapia, y a día de hoy no tiene más tratamiento que el drenaje linfático y ponerse vendaje compresivo para estrujar el brazo y hacer que la linfa no se acumule.

Aparte de estos tratamientos para recuperar el brazo, está la parte de lucha contra el cáncer, que establece el tratamiento quimioterapéutico y radioterapéutico.

Tengo que decir que soy muy afortunado porque en este tiempo he tenido todo el apoyo del mundo, y el apoyo de todo el mundo. De mi entorno familiar, Esther –mi mujer, que conmigo y nuestros tres hijos,  se ha echado la casa a cuestas-, y nuestros amigos y compañeros de trabajo, que literalmente se han volcado con nosotros. Además de todas las personas que hemos encontrado en este camino, como ha sido el caso de Natacha y el equipo médico y fisioterapéutico que me trata. Sentirse tan arropado hace que quieras y que tengas que tirar adelante, primero por ti y si no es suficiente motivo, para no defraudar a tanta gente que te apoya.

Mis conclusiones de esta sorpresa que me preparaba el destino es que no se puede ser un enfermo perpetuo. Salvar y recuperar la vida que llevabas es una tarea en la que cada uno debe centrarse y dedicar sus esfuerzos. Contar con la ayuda de gente especializada y el apoyo de tu entorno, es muy importante, pero lo más importante es rehacerse uno mismo, tener una actitud de superación porque la alternativa es sentarse a llorar y esa no es una opción”.

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