Radioterapia by Rafa Sañudo

Celulillas cancerígenas by Rafa Sañudo

De todos los tratamientos contra el cáncer, puede que el más temido e infravalorado por la población sea la radioterapia. Persisten falsos mitos sobre ella que generan desconfianza entre los pacientes y sus familiares. Algunos de ellos son: quema la piel, causa dolor o implica el aislamiento del afectado. Pero nada más lejos de la realidad. Es más, la radioterapia oncológica actual está asistiendo a una auténtica revolución gracias a las nuevas tecnologías.

Actualmente, la evidencia científica ha constatado que esta es, junto a la cirugía y la quimioterapia, una herramienta terapéutica eficaz y segura. Hoy, seis de cada 10 pacientes con cáncer recibe tratamiento con alguna de las distintas formas de radioterapia disponibles. Esta opción terapéutica desempeña un papel importante en el abordaje de la enfermedad tumoral, dado que más del 50% de los pacientes la recibe como curativa, en conjunción con otros tratamientos o en el contexto paliativo.

El Instituto Nacional del Cáncer de EEUU describe la radioterapia, también llamada terapia con rayos X o irradiación, como “el uso de un tipo de energía (radiación ionizante) para destruir las células cancerosas y reducir el tamaño de los tumores. Lesiona o destruye las células en el área de tratamiento, al ‘atacar’ su material genético y hacer imposible que crezcan y se dividan”. Aunque la radiación daña las células cancerosas así como las normales, muchas de estas últimas se recuperan de sus efectos nocivos y funcionan adecuadamente. “El objetivo de este tratamiento es destruir el mayor número posible de células cancerosas y limitar el daño que sufre el tejido sano de alrededor”, afirma la institución estadounidense.

Una de las formas más comunes de administración es utilizando lo que se conoce como radiación externa, llevada a cabo gracias a los llamados aceleradores lineales. Permiten personalizar los rayos X de alta energía para que se ajusten a la forma del tumor y destruyan las células cancerosas sin afectar al tejido sano circundante. Cuenta con varios sistemas de seguridad incorporados para asegurar que no se emitirán dosis más elevadas que las indicadas. Y, precisamente, la evolución de los aceleradores lineares en los últimos años ha permitido hacer de esta ‘vieja’ herramienta terapéutica un arma más segura y eficaz.

Como señala Eloísa Bayo Lozano, jefa del Servicio de Oncología Radioterápica de los hospitales universitarios Virgen Macarena y Virgen del Rocío (Sevilla), y directora del Plan Integral de Oncología de Andalucía, “en las últimas dos décadas los avances en el campo de la informática han supuesto una revolución para la radioterapia, permitiendo el desarrollo de las herramientas que han contribuido a que se convierta en un tratamiento de alta precisión. El primer paso fue la obtención de imágenes en tres dimensiones en los sistemas de planificación que facilitan localizar y definir exactamente el tumor y todas las áreas a irradiar. Fue el camino de la radioterapia en dos dimensiones hacia la radioterapia tridimensional (RTC3D)”.

Tal y como documenta Anales del Sistema Sanitario de Navarra: “En 1895, el físico alemán Wilhelm Röntgen descubrió los rayos X en Würzburg. Un año después, Henry Becquerel hizo lo propio con la radiactividad natural y, en 1898, Marie Curie descubrió el radio. Tres hitos históricos relacionados con el inicio del empleo de las radiaciones ionizantes para el tratamiento de los tumores malignos, antes de finalizar el siglo XIX”.

Se suman a estos antecedentes los hechos recogidos por Radiographics donde se especifica que “en los años pioneros que siguieron a estos hallazgos, remontándonos 11 décadas, la radioterapia dependía de radiaciones de baja energía con capacidad de penetración muy limitada”.

El futuro llegó de la mano de “la modulación de la intensidad de la radiación. Esto permitió que la distribución de la dosis en el tumor y en las áreas consideradas de riesgo fuera mucho más exacta. Se consiguió así disminuir de forma considerable la dosis que recibían los tejidos y órganos sanos situados alrededor de la zona tumoral. Esta técnica se conoce como radioterapia de intensidad modulada (IMRT), y permite reducir los efectos secundarios y escalar en las cantidades administradas, aumentando así las tasas de curación”, documenta la experta de Sevilla.

César Beltrán, coordinador de la Unidad de Oncología Radioterápica del Departamento de la Nièvre, en Nevers, Borgoña (Francia), asevera: “Asistimos a un auténtico cambio de paradigma. Hemos logrado administrar radioterapia en menos sesiones y afinando muchísimo ‘la puntería’. Es decir, hemos reducido al máximo los efectos secundarios de este tratamiento”.

De la misma opinión se muestra Gorka Nagore, jefe de Oncología Radioterápica del Hospital Universitario Torrejón (Madrid) y coordinador médico de IMOncology Alicante: “Desde este nuevo milenio estamos en un momento álgido. Los avances tecnológicos en ingeniería no paran y constituyen un paso muy importante en nuestra especialidad. Dependemos de ellos para poder ofrecer a los pacientes tratamientos más precisos contra la enfermedad tumoral”.

Este experto recalca que “el principal salto tecnológico en esta década ha sido, también, la aportación tecnológica de la radioterapia guiada por la imagen (IGRT) y la radioterapia 3D. Los tumores se comportan de diferente forma según su localización anatómica. En los tumores de tórax, abdomen y pelvis, tanto ellos como los tejidos adyacentes, se mueven con la respiración, con los movimientos intestinales, etc. Ahora tenemos técnicas con las que podemos controlar y coordinar un tratamiento de radioterapia más preciso en función de dichos movimientos”.

Insistiendo en el punto anterior, la doctora Bayo defiende que la “IGRT es un gran paso hacia la precisión, porque dirige los haces de irradiación adaptándolos a los posibles cambios de posición del tumor que estamos tratando. Todos los órganos de nuestro cuerpo se mueven constantemente. Con este sistema es posible detectar ese movimiento cada día y ‘disparar’ exactamente el haz de radiación al punto adecuado”.

Para ilustrar este nuevo campo terapéutico, la doctora de Sevilla refiere que “hasta la fecha, todos los avances tecnológicos se han basado en el mismo principio: por un lado, mayor precisión para reducir la toxicidad del tratamiento y los efectos secundarios y, por otro, poder aumentar la dosis y así elevar las posibilidades de curación”.

Según la Sociedad de Radiología de EEUU (RSNA, sus siglas en inglés) y el Colegio Americano de Radiología (ACR), “en estos momentos las técnicas de radioterapia externa más empleadas son la IMRT y la IGRT, que consiste en la toma frecuente de imágenes durante el tratamiento, con el objetivo de mejorar la precisión y exactitud de su aplicación. En la IGRT, las máquinas que entregan radiación, como un acelerador lineal (para rayos X o fotones) o ciclotrón/sincrotón (para protones), vienen equipadas con tecnología especial para imágenes que permite al médico crear ‘figuraciones’ visuales del tumor inmediatamente antes o, incluso, durante la administración de la radiación, mientras el paciente está sobre la mesa. Con el uso del software especializado, estas imágenes se comparan posteriormente con las de referencia que se tomaron durante la simulación. Entonces, se realizan graduaciones necesarias en la posición del paciente y/o en los haces de radiación para poder dirigir la radiación al tumor con mayor precisión evitando el tejido sano circundante”.

Todo ello ha sido posible gracias a las técnicas de imagen. “La tomografía computerizada (TC), la resonancia magnética nuclear (RMN), el ultrasonido (US) y las imágenes por rayos X pueden usarse durante la IGRT para la visualización de anatomías con huesos y tejido blando. Otros métodos de la IGRT utilizan marcadores colocados en la superficie del cuerpo del paciente o implantados dentro de su cuerpo”, afirman los responsables de sendas instituciones del otro lado del Atlántico.

“Ahora podemos administrar con seguridad dosis muy altas de radiación, lo que abre un abanico de posibilidades en cuanto a indicaciones de tratamiento y esquemas de fraccionamiento que antes eran inviables. Hasta hace unos años, dar dosis elevadas en una única sesión solo era posible en lesiones intracraneales, con técnicas de gran precisión como la radiocirugía estereotáxica craneal. Actualmente, ya está consolidada la radioterapia estereotáxica extracraneal (SBRT) como técnica de irradiación de alta precisión sobre lesiones fuera del sistema nervioso central, incluso en lesiones móviles, como las localizadas en el hígado o en los pulmones”.

El experto afincado en Francia agrega además que hoy en día “podemos dar en muy pocas sesiones dosis muy altas sobre el tumor inicial, o incluso en metástasis, con una gran eficacia y menos efectos secundarios. Incluso, en ocasiones podemos, gracias a ello, evitar que el paciente se someta a quimioterapia. Esto supone un mayor éxito en nuestros tratamientos con una enorme mejoría de la calidad de vida de nuestros pacientes”.

Los expertos consultados de LVR aseveran que “los avances tecnológicos en radioterapia externa y también en braquiterapia nos permiten tratar la mayoría de tumores. Sin embargo, su indicación depende de cada paciente”.

De hecho, como recuerdan los doctores Beltrán y Nagore, el futuro de la radioterapia pasa ineludiblemente por su indicación en el marco de un equipo multidisciplinar. “Todos aquellos tumores localizados pueden ser tratados con radiaciones. Ahora bien, en la mayoría de los hospitales con servicio de oncología radioterápica debemos mantener equipos multidisciplinares en los que todos los profesionales discutamos y ofrezcamos las diferentes armas en la lucha contra el cáncer. En estadios más avanzados de la enfermedad, en los que se ha producido metástasis, la radioterapia nos aporta tratamientos paliativos con el objetivo, no de curar, pero sí de ofrecer al paciente una mejor calidad de vida frente a la enfermedad. En cada caso se debe hacer una adecuada valoración para su manejo multidisciplinar y, lógicamente, la terapia dependerá del tipo de tumor, de su extensión y de las características de cada paciente”.

Como aclara la doctora Eloísa Bayo, “la mayoría de los tumores se benefician de la radioterapia. En el cáncer de mama, el tumor más frecuente en la mujer, la cirugía conservadora de la mama es la mejor de las opciones para estas pacientes. La radioterapia es fundamental para reducir las posibilidades de que la enfermedad se reproduzca localmente y para aumentar la supervivencia. Sin ella, no es posible el tratamiento conservador”.

Otro ejemplo es el cáncer de próstata, “el más frecuente en el varón. Aquí ofrece las mismas tasas de curación que la cirugía, en la mayoría de los casos, siendo una alternativa conservadora para estos pacientes. Estos son solo dos ejemplos de una larga lista que sería imposible de enumerar. En definitiva, la radioterapia es la gran desconocida en el tratamiento del cáncer”.

Y se atisba un futuro aún más esperanzador. “Sin duda alguna seguiremos avanzando y la tecnología nos dará mejores herramientas para perfeccionar esta terapia”, afirma César Beltrán.

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