La aventura empieza nada más abrirse lentamente las puertas automáticas que dejan a la vista un largo y atractivo camino. Cuando las imponentes puertas rojas de madera del castillo aparecen ante sus ojos, cada niño que llega se da cuenta de que algo muy especial les está esperando.
Bienvenidos a Barretstown, en el condado de Kildare (Irlanda), situado a unos 50 minutos de Dublín. En cada una de las zonas de este histórico lugar hay niños de diferentes edades con gra-ves enfermedades a los que se les anima a volver a disfrutar de la infancia y sus despreocupaciones. Llegados de toda Europa, cuentan con un programa recreativo y terapéutico que incluye actividades como montar a caballo, piragüismo, tiro con arco y arte.
Fundada por Paul Newman en 1994, Barretstown es la prolongación de una fundación que puso en marcha el actor en Estados Unidos. “Cuando vi el castillo de Barretstown, pensé en un bazar medieval; supe que aquí quería que estuviera el primer campamento europeo”, comentó en su día el actor, fallecido en 2008. Sin haber dejado de crecer desde su creación, el propósito declarado del campamento es “reconstruir la vida de los niños afectados por el cáncer o graves enfermedades a través de un programa que les cambiará la vida”. Con la ayuda de la Fundación Aladina, más de 100 niños españoles disfrutan de esta experiencia durante los meses de primavera, verano y otoño. Después de Irlanda, España es el segundo país que atrae a más niños en verano.
“Los niños dicen en España que Barretstown es un lugar mágico, y durante su estancia están entusiasmados e ilusionados”, nos cuenta Wisi Sarandeses, responsable de la comunicación de la Fundación Aladina. “Paco Arango, que fundó Aladina en 2005 con el deseo de ayudar a niños y adolescentes pacientes de cáncer y a sus familias, sueña con construir un Barretstown en España, nos dice Wisi, y añade: “la magia de este lugar es que los niños, a pesar de la enfermedad, aquí se sienten iguales”.
Como parte de la filosofía de Barretstown, el coste del viaje y la estancia son gratuitos gracias a las donaciones de numerosos patrocinadores. Existen diferentes programas, entre los que se incluyen campamentos para la familia, para adolescentes y también para los hermanos. “El coste del viaje y de la permanencia de una semana oscila entre 2.500 y 3.000 €”, nos explica la asturiana Wisi Sarandeses. En España, “la Fundación Aladina se hace cargo de los gastos. Contamos con el patrocinio de empresas y particulares. Cuando ven los programas, les encantan”.
El director del campamento, John “Mitch” Mitchell -quien trabaja en Barretstown desde 2004- nos explica que “Paul Newman quería que las personas vinieran porque lo necesitaban, no porque se lo podían permitir”. Y en este sentido, Mitch también habla de lo imprescindible que es el patrocinio para cubrir el presupuesto del campamento, que se estima en 4,7 millones de euros al año. “Para todo el equipo y los numerosos voluntarios, lo más importante es el bienestar de cada persona que entra por las puertas del castillo”. “Nuestro trabajo es asegurarnos de que todo funcione con agilidad, y mi prioridad es ver a los niños irse de aquí en mejores condiciones, tanto físicas como psicológicas, que a su llegada”, señala Mitch. “Estamos atendiendo cada vez a más niños. Ellos nos motivan para hacer más cosas. Cuando les ves divertirse, reírse y hacer nuevos amigos, es emocionante. Los padres nos tienen que avisar con unos días de antelación antes de recogerlos, y al llegar, se encuentran con un hijo muy diferente al que dejaron”, añade el director del campamento.
Un equipo médico está presente las 24 horas del día. Eimear Kinsella, jefa del centro médico, nos cuenta que su equipo, de entre cuatro y seis enfermeras (voluntarias), dos doctores (también voluntarios) y ella, recibe entre 200 y 300 visitas a su centro cada semana. “Preparamos la medicación de los niños y les asistimos por las mañanas y durante las actividades a lo largo del día”, nos explica. “Nos transmiten su entusiasmo durante la estancia, y el tiempo vuela en su compañía”.
Stylianos Papardelas es otra de las personas que hemos conocido. Este griego de nacimiento vuelve a Barretstown cada año desde 2005, cuando llegó como campista. “Es mi décimo año consecutivo aquí”, nos cuenta. “La primera vez fue en 2005, y volví como voluntario antes de trabajar como fotógrafo”. Desde su experiencia como campista, nos explica la gran ayuda que proporciona Barretstown. “Cuando eres enfermo, toda tu vida se ve afectada. Pierdes tu autoestima, tu apariencia, todo. Existe mucha presión psicológica, y a veces también sobreprotección por parte de los padres. No vas al cole porque estás en el hospital la mayoría del tiempo, y pierdes a tus amigos. Cuando sales, la gente te mira diferente. Para un niño de siete, ocho o nueve años, o para un adolescente, es muy duro. Si la gente te trata constantemente como un enfermo, pues acabas sintiéndote muy enfermo”, comenta Stylianos.
“Lo que pasa aquí, en Barretstown, es que todo esto no existe. Llegas a un sitio donde todos tienen alguna enfermedad; no sabes exactamente qué tipo de enfermedad padece cada uno, pero no importa, porque sabes que te entienden porque están pasan- do por lo mismo, como campista, me refiero. Nadie te juzga. Es un sitio para pasárselo en grande”.
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