Marisa y Teresa Giménez son como el blanco y el negro. Cantarina la una; más contenida la segunda. La primera, maestra de eduación infantil; empleada de banca la segunda. Son hermanas, aunque las dos admiten que se parecen poco.
Dos hermanas, dos tipos de cáncer
Las dos han pasado por la experiencia de un cáncer de mama con poco tiempo de diferencia, aunque como ellas mismas dicen, sus tumores también eran como el blanco y el negro. «Cada una lo ha encajado según su personalidad», admiten, y aquí, sí, poniéndose de acuerdo.

Marisa y Teresa con sus padres
El caso de Marisa
Marisa fue diagnosticada con 34 años, era el primer caso en su familia. Su hija solo tenía seis meses de vida y sus síntomas se confundieron al principio con una mastitis. «Tenía el pecho caliente, inflamado, era como una olla a presión», cuenta desde Tomelloso (Castilla-La Mancha), donde también vive su hermana.
Finalmente, un PET-TAC demostró que su ginecólogo estaba equivocado, y comenzó entonces su segunda vida como paciente con cáncer. Mastectomía, quimioterapia, radioterapia, y vuelta a empezar, porque la enfermedad apareció también en el segundo pecho a los pocos meses.
Enfermedad social
A menudo se dice que el cáncer es una enfermedad social. Y es que pocos diagnósticos sacuden el contexto de un individuo como éste. La pareja, la familia, los hijos, el trabajo, los amigos… Todos los círculos y contextos que componen el yo de un individuo se ven afectados de una u otra manera tras la detección de un tumor. En el caso de la familia más cercana, además, el diagnóstico de un cáncer arroja también, inevitablemente, una sombra de incertidumbre sobre los individuos sanos.
Componente hereditario
Aunque se estima que solo el 5-10 % de los tumores tiene un componente hereditario, también es cierto que los hermanos de un paciente con cáncer tienen un cierto riesgo añadido de padecer a su vez la enfermedad que el resto de la población. Lo demostró en enero de 2016 un amplio estudio con 200.000 mellizos (cuya coincidencia genética es igual que la de cualquier pareja de hermanos). Según las conclusiones del llamado Estudio del Cáncer en Gemelos y Mellizos Nórdicos, publicadas en la revista Journal of the American Medical Association (JAMA), las probabilidades de tener cáncer después del diagnóstico a un hermano son de un 37 % (frente al 46 % en el caso de gemelos, cuyo ADN sí es idéntico).
Diagnóstico de Teresa
En el caso de Teresa, la enfermedad apareció cinco años después del diagnóstico de su hermana.»Para mí fue muy duro», explica Marisa, la más pequeña de las dos, con 40 años ahora. «Me vine un poco abajo porque yo lo había pasado muy mal, y cuando lo tenía todo ‘olvidado’, el diagnóstico de Teresa fue para mí un mazazo, me hizo revivirlo todo».
Aunque los especialistas les hicieron un estudio genético (una prima suya también fue diagnosticada en ese tiempo), el test salió negativo. «Nuestros tumores no tienen nada que ver el uno con el otro. El mío es hormonal; el suyo, no», cuenta Teresa. Ductal infiltrante el de Marisa, localizado y de mejor pronóstico el de Teresa (45 años). En su caso, la enfermedad se limitó a un solo pecho y el tratamiento indicado fue una tumorectomía (sin necesidad de extirpar la mama completa), seguida de radioterapia y quimioterapia preventiva.
Enfermedades oncológicas familiares
El de mama es quizás el tumor más asociado en el imaginario popular con la herencia genética, pero no es ni mucho menos el único. Junto con los genes BRCA1 y 2, que predisponen a desarrollar tumores de mama, útero y ovarios a edades jóvenes, se conocen también genes asociados a tumores de colon (el llamado síndrome de Lynch), neoplasias endocrinas, tumores de piel, de riñón o de páncreas familiar. En total, unas 200 enfermedades oncólogicas familiares, a las que la ciencia va poco a poco añadiendo conocimiento sobre nuevos genes causantes, las mejores herramientas de prevención y los régimenes más certeros de detección precoz o tratamiento temprano.
Estudios genéticos familiares
Sin embargo, en muchas familias, como en el caso de las hermanas Giménez, pese a la coexistencia de varios casos de cáncer en personas jóvenes, los estudios genéticos familiares no arrojan una respuesta clara y es imposible señalar a un gen ‘culpable’. Incluso en el caso del cáncer de mama, sin duda, el mejor estudiado en este terreno, algunas investigaciones señalan que hasta en el 75 % de los casos de origen familiar no es posible determinar la mutación causante de los tumores en varios individuos del mismo árbol genealógico.
Vida sana pero…
«Aunque los estudios genéticos han salido negativos, algo tiene que haber», cree Marisa. «Las tres (nosotras dos y mi prima) hemos llevado siempre una vida muy sana; de comer siempre mucha verdura».
Las dos coinciden en que el primer diagnóstico fue el más duro para todos, por ser el primero en la familia y por tratarse de algo desconocido para ellas. «Con el mío -recuerda ahora Teresa-, pensé: ya sabemos lo que es, así que ahora hay que lucharlo. En mi casa hubo mucha paz durante la enfermedad, incluso con tres niños pequeños. Me preocupaba más coger algún tipo de infección por la bajada de defensas o así».
Hermanas sí; diferentes, diferentes también
Marisa cuenta también que durante la enfermedad de su hermana intentó vivir un papel secundario. «Intentaba, por ejemplo, no anticiparle síntomas de la quimioterapia, porque cada paciente es diferente. Quizás egoístamente intenté desligarme un poco, dejando que fuese ella la que me preguntase si lo necesitaba».
«Yo sabía que ella estaba ahí, y a veces le consultaba cosas concretas, pero intentaba no implicarla, pasar un poco de puntillas», coincide con ella su hermana Teresa. Las dos eran conscientes de que sus enfermedades eran, como ellas, blanco y negro; y cada una ha vivido el proceso de su enfermedad a su manera. Hermanas, sí; diferentes, también.
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