El cáncer de pulmón es el más común a nivel global. Aunque los países de nuestro entorno tienen incidencias más elevadas, supone un problema que está aumentando de forma preocupante. El cáncer de pulmón es el que mayor mortalidad produce en el hombre, y aunque en la mujer es el tercero, está en claro aumento. De hecho, en el mundo occidental ya es la primera causa de mortalidad por cáncer en mujeres y en España lo será en los próximos años.

Tipos

En función del tamaño y tipo histológico de las células malignas, el cáncer de pulmón se clasifica en dos grandes grupos:

De células no pequeñas (CPCNP) o no microcítico. Es el tipo más común ya que representa el 85 % de los casos. Este, a su vez, se puede dividir en dos grandes grupos: carcinoma escamoso o epidermoide, que se localiza en la parte central de los pulmones, su crecimiento es más lento y está muy asociado al consumo de tabaco; y el adenocarcinoma, que es el tipo más frecuente y su incidencia ha aumentado en mujeres y personas no fumadoras.

De células pequeñas (CPCP) o microcítico. Se trata de tumores totalmente distintos en cuanto a comportamiento, tratamiento y pronóstico ya que crece con rapidez y se disemina a otros órganos con frecuencia, por lo que el tratamiento indicado sería la quimioterapia.

Factores de riesgo y feminización de la enfermedad

El tabaco es el factor de riesgo más importante para el desarrollo de cáncer de pulmón. Más del 85 % de los pacientes tienen detrás antecedentes de tabaquismo, pero solo un 20 % de los pacientes fumadores desarrollará la enfermedad. Y es que en el humo del tabaco se han descrito más de 60 sustancias cancerígenas.

Como indica el doctor Mariano Provencio, jefe de oncología del Hospital Puerta de Hierro de Majadahonda y presidente del Grupo Español de Cáncer de Pulmón (GECP), “solo con la eliminación del hábito podrían reducirse 30 de cada 100 nuevos casos. Además, la eliminación no solo es positiva para reducir su aparición, también es importante eliminarlo una vez se ha detectado la enfermedad, ya que se ha demostrado que dejar de fumar mejora el pronóstico”. Aunque muchos pacientes siguen fumando incluso después del diagnóstico.

Si bien dejar de fumar disminuye el riesgo de desarrollar cáncer, se estima que un exfumador tarda más de 15 años en tener el mismo riesgo que la población no fumadora.

Como decíamos, el tabaco es la principal causa del cáncer de pulmón, pero más del 20 % de mujeres que desarrollan un tumor en países occidentales son no fumadoras, lo que indica que existen otros factores.

De hecho, como comenta Nuria Viñolas, consultora senior del servicio de Oncología Médica del Hospital Clínic de Barcelona y miembro de la junta directiva de ICAPEM (Investigación del cáncer de pulmón en mujeres), “hay una clara relación causal entre la exposición al humo de tabaco que hay en el ambiente y el riesgo de desarrollar cáncer de pulmón. Dicha asociación se ha encontrado tanto en mujeres parejas de fumadores no fumadoras como en no fumadoras expuestas al humo del tabaco en el trabajo. Hay otros factores de riesgo ocupacionales, como el polvo de madera, fibras de vidrio, compuestos de cromo, arsénico, asbestos, etc., que, en general, afectan menos a las mujeres por ser trabajos en los que es escasa la población femenina”.

Otros factores de riesgo son la exposición al radón (gas radioactivo que se origina de forma natural en el suelo y rocas), las radiaciones ionizantes, los humos de cocina (muy frecuentes entre la población asiática), proximidad a industrias que emiten sustancias carcinógenas y la contaminación ambiental. De hecho, “se ha estimado que no fumadores y exfumadores que viven cerca de carreteras con mucho tráfico presentan un aumento considerable en el riesgo de padecer cáncer de pulmón”, asevera Nuria Viñolas.

El 80 % de los afectados son hombres (21.780 casos), y el 20 % restante, mujeres, pero la realidad es que la incidencia del tumor ha crecido entre el sexo femenino en los últimos años. Más de 4.000 mujeres mueren cada año por su causa, a un ritmo de aumento del  4-6 % anual,  un 50 % más que en la década de los 90, lo que se considera cifra de auténtica epidemia.

Este aumento empezó a producirse en estos años como reflejo del consumo de tabaco de dos o tres décadas anteriores, que entre las mujeres se normalizó en España en los años 60 y 70, más tarde que en el resto de Europa y EE. UU. En hombres, sin embargo, el impacto de este cáncer se mantiene estable, posiblemente por las leyes antitabaco que han permitido reducir el consumo en los varones.

Diagnóstico precoz y prevención

A diferencia de otros tipos de cáncer, en el de pulmón es más difícil la detección precoz. Al inicio muchos presentan tos y expectoración, que son síntomas habituales de los fumadores y de los pacientes con bronquitis crónica pero el sangrado y la pérdida de peso o dolor torácico se presentan cuando la enfermedad se encuentra en un estadio avanzado. Además, se trata de un órgano blando que facilita la metástasis. Por ello, cualquier síntoma ha de ser evaluado por un especialista.

La mejor prevención contra el cáncer de pulmón es no empezar a fumar o abandonar el hábito. Cuanto antes se deje de fumar, más posibilidades tiene nuestro cuerpo de recuperarse de los efectos negativos del tabaco, y para ello, como comentan desde AEACAP (Asociación española de afectados de cáncer de pulmón), es necesario apoyar y ayudar al paciente también psicológicamente y promover consultas de deshabituación, ya que, en muchos casos, el enfermo de cáncer de pulmón se siente estigmatizado por la sociedad y es necesario favorecer la comunicación médico/paciente para que este se sienta protegido e informado.

Una buena medida también es endurecer las leyes antitabaco. De hecho, desde la organización WALCE (Women Against Lung Cancer in Europe) comentan que es muy representativo el ejemplo de los países del norte de Europa, donde gracias a políticas públicas antitabaco la incidencia del tabaco es menor que en países del este de Europa, en los que no es tan severa la legislación.

Evitar el humo a los menores es algo esencial, como comenta el Dr. Provencio: “debemos seguir el camino emprendido por otros países de la Unión Europea que han regulado la exposición de los menores al humo de terceros, aunque este se desarrolle en el ámbito familiar”. Y para ello, comenta, se deberían aumentar las políticas de impuestos, para disuadir a los adolescentes en el uso del tabaco. Y es que un 33,2 % de las chicas jóvenes y un 29,6 % de los adolescentes fuman.

El futuro de los tratamientos

En las dos últimas décadas se han producido diversos hitos destacados en investigación y tratamiento de esta enfermedad, cuyo objetivo es bloquear el desarrollo y el crecimiento de las células que originan el cáncer de pulmón e impedir que el tumor crezca. Estas sustancias actúan bloqueando los mecanismos que favorecen el crecimiento y el desarrollo celular. Pueden impedir el desarrollo de nuevos vasos sanguíneos y, por lo tanto, privan a las células tumorales de alimento y oxígeno para poder desarrollarse; o bien pueden actuar bloqueando alguna de las vías que promueven la multiplicación celular.

Los fármacos dirigidos contra una diana específica utilizados en el tratamiento del cáncer de pulmón son los inhibidores de mutaciones del EGFR (receptor del factor de crecimiento epidérmico), inhibidores ALK (anaplastic lymphoma kinasa) e inhibidores angiogénesis tumoral. En general, al actuar sobre la célula tumoral sin atacar las células sanas, son sustancias más específicas, menos tóxicas y personalizadas en función de las mutaciones genéticas que presenta cada paciente. Y es que estas mutaciones son, en realidad, ‘dianas biológicas’ que permiten a los oncólogos predecir qué tipo de tratamiento será más efectivo permitiendo mejorar la respuesta del paciente a la quimioterapia, mejorando su supervivencia y calidad de vida.

Como señala el doctor Provencio, el futuro continúa mejorando gracias a la inmunoterapia, que consiste en estimular la inmunidad del propio organismo con la finalidad de eliminar esas células tumorales que son capaces de engañar a nuestro sistema inmunológico. “Sin duda, el cáncer de pulmón es uno de los tumores más beneficiados por el descubrimiento de la inmunoterapia, ya que el objetivo es que tratemos todo el cáncer de pulmón no como un tumor homogéneo, sino en función de una determinada alteración molecular, adaptando el tratamiento a estas características. “La inmunoterapia es una nueva arma y tiene un futuro inimaginable hoy día”, dice. Es el caso del opdivo (nivolumab), un anticuerpo cuyo uso acaba de ser ampliado por la Comisión Europea para el cáncer de pulmón no microcítico no escamoso, localmente avanzado o metastásico después de quimioterapia previa en adultos.

Supervivientes

Gracias a las nuevas mejoras en la detección precoz y en las terapias diana, el número de supervivientes de cáncer aumenta. La forma en la que influye el género en la adaptación a la enfermedad no está bien definido, sin embargo hay alguna evidencia de que las mujeres se adaptan mejor a la enfermedad ya que tienen mayores sistemas de apoyo social.

Como asevera Nuria Viñolas, “en general, las mujeres parecen tener mejor puntuación en los test de calidad de vida que los hombres, aunque hay estudios que aportan que el cáncer de pulmón altera la calidad de vida más que otros tumores debido a que estos enfermos suelen ser muy sintomáticos y con numerosas enfermedades asociadas. Normalmente, las pacientes con cáncer de pulmón han fumado y tienen un sentimiento de culpa, vergüenza, ansiedad y depresión superior que en otros tipos de tumores”.

El haber terminado los tratamientos es un paso importante, pero para algunos afectados el tiempo de recuperación es largo. En general, se sienten desorientados y agotados emocionalmente, como consecuencia de lo que ha supuesto enfrentarse a tantas visitas, pruebas y efectos de los tratamientos. Las secuelas más frecuentes en los largos supervivientes están relacionadas con el propio cáncer, las técnicas diagnósticas y/o los tratamientos oncológicos recibidos, y pueden ser tanto físicas como psicológicas.

Las secuelas físicas más habituales se desarrollan a nivel neurocognitivo (déficit de atención, olvidos…), dolor, insomnio y otras secuelas secundarias asociadas a la quimioterapia o radioterapia (fatiga, toxicidad pulmonar y cardiológica, neuropatía periférica, etc.).

Por todo ello, hay que establecer cambios en el estilo de vida para recuperar las actividades cotidianas, porque hasta ese momento toda la vida ha estado organizada en torno al tratamiento y a las visitas médicas. Desde las asociaciones de pacientes aseguran que el apoyo psicológico es fundamental también en el proceso de reincorporación a la vida después del cáncer, ya que muchos pacientes comentan las dificultades de acceso a los profesionales y la falta de integración asistencial.

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