Aprender a convivir con el proceso oncológico dependerá más de la calidad de la relación antes del diagnóstico y de la forma de ser de cada miembro que de la enfermedad.
Cada año, en nuestro país se diagnostican 220.000 nuevos casos de cáncer. El avance de los tratamientos y de las técnicas de prevención han conseguido mejorar las tasas de supervivencia. Sin embargo, el diagnóstico de esta enfermedad continúa generando un impacto psicológico que, a menudo, resulta difícil de manejar, tanto para el paciente como para su entorno. Especialmente delicado puede resultar el caso de las parejas, donde ambos miembros deben aprender a convivir con la carga emocional del proceso oncológico. Manuel Hernández Blázquez doctor en Psicología y secretario de la Sociedad Española de Psicooncología, describe cómo cada miembro de la pareja puede quedar afectado. “Si el propio paciente reacciona con elevado malestar emocional, esto influye más en la pareja, y si es la pareja quien reacciona con elevado malestar emocional, influye en el paciente. Depende, muchas veces, más que del aspecto dramático de la situación de enfermedad, de la forma de ser de cada miembro de la pareja, o de sus recursos psíquicos para hacer frente a las adversidades, tanto en la enfermedad como en otros problemas de la vida”. En este sentido, el Dr. Manuel Hernández, desde su experiencia en la Unidad de Psicooncología del Hospital Universitario de Basurto, en Bilbao, dice: “La pareja se mantiene como apoyo del enfermo, incluso aunque esté emocionalmente mal. Pero, en algunas ocasiones, la pareja está tan mal que no puede cumplir con ese papel de apoyo”.
Según este experto, suele observarse que los equilibrios emocionales en la relación dependen normalmente más de uno de los miembros de la pareja. “Si quien enferma es quien daba habitualmente el soporte emocional a la pareja, esta sufre más, porque vive la situación con el sentimiento de que le falta quien más apoyo le daba, o se siente culpable por reclamar apoyo del enfermo, cuando, en realidad, debería ser él o ella quien se lo diera. En correspondencia, el paciente también se siente mal, al constatar que no puede asistir a su pareja como antes. Si quien enferma es quien habitualmente recibe apoyo, el equilibrio se conserva”, dice el Dr. Hernández. La pareja también puede quedar afectada por la acomodación y el cambio que significa la enfermedad en los roles diarios (casa, familia, responsabilidades), en especial, si hay hijos. O por los cambios referidos al sostén económico y a la situación de pérdida laboral.
M. B., una mujer con cáncer de ovario, separada, quien mantiene a su cargo a dos hijos aún estudiantes, expresaba con precisión lo que veía en las reacciones de su propia familia, así como en otras pacientes y familias, con las que coincidía durante las sesiones de quimioterapia en el hospital. Estas reacciones valdrían también para el caso específico de las relaciones de pareja. M. B. decía al Dr. Hernández: “Ante una enfermedad tan temida como el cáncer, la reacción más frecuente suele ser que se percibe, afortunadamente, como si fuera una enfermedad común, a la que se puede hacer frente, y ante la que todos responden con fortaleza y luchan como si fueran una piña. O puede que el paciente se venga abajo, y que la familia tenga que hacer el esfuerzo constante para sacar adelante la situación, aunque ellos también lo pasen mal. Y también puede ocurrir que el familiar, o los familiares se hundan, y al pobre paciente le toque mantener el tipo, con el sobreesfuerzo de hacer creer que está bien, para que no sufran por él. Por último, puede suceder que todo vaya mal, y que tanto el paciente como los familiares se derrumben, y eso ya es la hecatombe”.
Además de la forma de ser de cada miembro, de su personalidad y su capacidad de afrontar la enfermedad, también influye el género o su rol. “Se observa que la mujer cuida mejor a la pareja, como también, en general, a otros familiares cuando enferman. Mientras que el hombre tiene más dificultades para ocupar de la misma manera ese papel, cuando es su mujer quien enferma o cuando enferman otros miembros de la familia. Se discute si estas diferencias tienen más que ver con el rol, que con el género. Probablemente, es difícil concluir, ya que rol y género están fuertemente asociados a algunas situaciones como es el caso del cuidador”, dice el Dr. Manuel Hernández.
Z. era una mujer con cáncer de cara, y había sido prácticamente mutilada en la parte de la mandíbula. E., su esposo, era un hombre rudo, que de pronto se sentía desbordado porque había que atender la casa, y ayudar a sus hijos pequeños con los deberes, y además estaba tremendamente angustiado ante la enfermedad de Z. Se añadía, además, que su propio padre había muerto el año anterior de cáncer. Z. contaba en sesión su preocupación por E. y por los hijos, a los que veía desvalidos. En parte, le costaba aceptar que E. hiciera la casa de la mejor manera que sabía y que riñera a los niños porque se resistían a hacer sus tareas. Su cáncer era lo que menos le preocupaba. El psicooncólogo le ayudó a dar unas entrevistas de apoyo a los hijos y ofreció un tratamiento personalizado a E. para su angustia.
Según el Dr. Hernández, y tras su experiencia, son más los casos en los que la pareja y la familia se fortalecen con la enfermedad que al contrario. “Es más, varios casos de mi consulta muestran que en parejas previamente separadas, el hombre, o la mujer vuelven al hogar durante un tiempo, para hacerse responsables del cuidado de la expareja, enferma”, dice. En este sentido, relata la historia de A. y su exmarido, J.: “Llevaban cinco años separados, y los hijos, ya mayores, vivían con la madre, pero tenían trabajo. Tras enfermar de un cáncer de colon, J. supo de la enfermedad de A., y le propuso volver a vivir con ella, para ayudarla durante los tratamientos (colostomía, quimioterapia…), sin que afectara al ritmo laboral de los hijos. Los hijos no ven con buena cara que el padre vuelva, porque aún recuerdan que la separación no fue nada buena, pero A. les dice que ella está mejor con él, y que se sentiría muy culpable si alguno de ellos dejara de trabajar para cuidarla”.
Para gestionar la enfermedad dentro de la relación de pareja, este psicooncólogo aconseja: “Pontenciar la comunicación sincera, el acercamiento sin miedo a los grandes temas humanos, entre los que está la muerte, que como decía Sigmund Freud en su obra ‘Nuestra actitud hacia la muerte’, sigue siendo el gran tabú de nuestra sociedad occidental’. El Dr. Hernández, cuyo trabajo de investigación doctoral se centró en la evaluación psicológica de los pacientes oncológicos en tratamiento de radioterapia, subraya: “El tabú de la muerte, al cual yo añadiría otros también actuales, como el de la enfermedad, el duelo o el sufrimiento. Nuestra sociedad quisiera negar la enfermedad y el sufrimiento, como si no formara parte de nuestras vidas, de la vida misma. Y oprime a la persona para que ciertos temas no se hablen, no se piensen, no nos afecten, intentando negarlos o racionalizarlos. El sistema laboral presiona, por ejemplo, a la pareja de un paciente con cáncer para que siga trabajando, y este tiene que acudir al médico de cabecera para que le dé una baja por depresión, cuando en realidad lo que ocurre es que necesita estar en casa para cuidar al enfermo o la enferma”. Al final, esa presión se refleja a nivel de nuestras relaciones sociales, laborales, familiares y en el núcleo mismo de la pareja, donde, en lugar de la comunicación abierta, y no impositiva, surge el silencio, y hace que cada miembro de la relación pueda estar sufriendo por su lado, por los mismos miedos, y angustias que el otro, sin llegar a compartir esa experiencia emocional y vital tan humana. Durante el tratamiento del cáncer, las parejas tienen que estar preparadas para manejar situaciones emocionalmente complejas, en las que el paciente necesita verbalizar determinadas cuestiones vitales a las que no sabe cómo dar respuesta y que pueden resultar dolorosas al escucharlas. En este punto, se trata sobre todo de acoger las emociones, de manera que cuando el paciente exprese sus miedos o angustias, la pareja sea capaz de no bloquearlas y de mostrarse comprensiva.
“En ocasiones, esa ayuda profesional es necesaria desde el principio, porque se dan problemas psicológicos graves asociados a la situación del cáncer, o agravados por la enfermedad, que no pueden resolverse dentro de la pareja”, explica el Dr. Hernández quien junto al doctor Juan Antonio Cruzado tiene publicado el trabajo `La atención psicológica a pacientes con cáncer: de la evaluación al tratamiento´.
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