Foto: Álvaro Serrano on Unsplash

Carta a mi yo del pasado

Me gusta verte sonreír. Sin duda, seguirá siendo tu mejor arma para enfrentarte a la enfermedad. Sigue ajena a todo. Sigue cuidándote como haces. No bebas, no fumes. Cuida tu cuerpo como tú sabes. Él te lo agradecerá en los peores momentos, porque se mantendrá fuerte y con aguante ante las sacudidas de la quimio. Maquíllate. Sigue iluminando tus ojos. Sabrás encenderlos cuando estén agotados en pleno proceso. Pinta tus labios. Serán los que enmarquen tu sonrisa en los días difíciles o días de pruebas. Será tu seña de valentía. Cuida tu piel. La toxicidad de la quimio te la pondrá a prueba. Báñate, sintiendo el agua caliente envolver todo tu cuerpo, aquel que necesitará de esos baños junto a sal para reducir dolencias. Peina y acicala tu pelo, al que despedirás con llantos, pero recibirás con mucha alegría cuando empiece a brotar. Y sabrás que sí, como dice tu peluquera cuando te atreves con un corte diferente, “el pelo crece”. Pinta tus uñas, luce sus larguras, con colores extremos. Luego las pintarás intentando disimular su color ocre. Desnuda tus pechos. Disfrútalos. Tócalos. Acarícialos. Siéntelos. Serán el alimento de tus hijos. La sensualidad y la sexualidad. Uno de ellos se irá junto a la enfermedad. Sé agradecida. Mima tus curvas. Se redondearán aún más con la cortisona. Recorre tus brazos con la punta de tus dedos. Visualiza tus venas tras la piel traslúcida. Se volverán delicadas. Pero lo suficientemente resistentes para convertirse en las vías de aquello que te sane. Desliza las manos por tu sexo. Disfruta de él. Llegará el hastío pero no el fin.

Cultiva tu belleza

Pero, sobre todo, cultiva tu belleza. Entendida como tu estado mental. El cuerpo la albergará. 

No te diré que hagas algo diferente. No entraré en juicios sobre aquello que hiciste o dejaste de hacer. Porque nunca dejaste de vivir. De sentirte. De cuidarte. Solo te diré que pienses en lo que hoy te gustaría hacer. Así solo sabrás priorizar hoy.

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