Por Lucía Gallardo

En los procesos oncológicos, como en muchas otras enfermedades, la proximidad de las pruebas médicas es un momento clave en el que vuelven los miedos y aumentan el nivel de incertidumbre y el estrés hasta, en ocasiones, condicionar el día a día de la persona y provocar un fuerte impacto emocional. “Los pacientes lo viven como un nuevo examen que viene a corroborar el buen estado en el que se encuentran o bien que tienen que retomar o cambiar tratamientos. En todo caso, situaciones claramente ansiógenas para la mayoría de los pacientes, que a veces tienen que someterse a pruebas invasivas que desconocen, lo que aumenta la intensidad de los miedos anticipatorios”, expresa la psicooncóloga Fátima Castaño.

Las emociones que generan las revisiones médicas o las pruebas de seguimiento también pasan por la tristeza o el enfado, explica Marta de la Fuente, psicooncóloga y especialista en ansiedad y estrés. La preocupación, el miedo o las anticipaciones pueden originar incluso alteraciones fisiológicas, como irritabilidad, mayor sensibilidad y dificultad en la atención y la concentración. “Hay personas, por ejemplo, que con la ansiedad comen más y otras, menos; y también puede darse un aumento de los conflictos o malentendidos en las relaciones interpersonales, de despistes o incluso afectaciones en el ámbito académico o laboral”, detalla de la Fuente.

Conducta evitativa 

Una reacción que puede darse para esquivar el problema es dejar de acudir a la cita por miedo a los resultados. Para esta experta, “el afrontamiento evitativo para no tener que enfrentarse a la situación adversa es una de las respuestas más peligrosas y temerarias; no están siendo conscientes de las consecuencias que va a tener ese comportamiento a medio y largo plazo”. Si bien a corto plazo es posible aliviar cierta angustia (ojos que no ven, corazón que no siente), la incertidumbre suele generar más ansiedad que la propia información. “No acudir al médico impide la realización de un correcto seguimiento y puede derivar en un empeoramiento de la calidad de vida y un riesgo de recidiva con un peor pronóstico”, afirma de la Fuente.

Suele suceder más en pacientes que llevan un tiempo sin tratamiento y temen el resultado de una prueba de seguimiento. “No acudir es un claro error y un ejemplo de cómo a veces las emociones pueden influenciarnos en la toma de decisiones que no son las mejores para nuestra salud”, señala Fátima Castaño, para quien es necesario, en primer lugar, identificar entre todos que se está produciendo esta situación, para buscar ayuda de familiares o profesionales como los psicooncólogos, con el objetivo de sobrellevar mejor la situación y entender que las pruebas no son algo negativo, sino un aliado.

Consejos ante las pruebas 

Marta de la Fuente aconseja dejar un espacio para comunicar las emociones negativas, pero de manera controlada. “Tenemos que permitirnos expresar lo que estamos sintiendo, nuestras preocupaciones y angustias, y elegir a la persona con la que queremos hacerlo, pero sin que todo gire en torno a las pruebas; tenemos que intentar, en la medida de lo posible, llevar una vida normal, continuar con nuestras actividades diarias, el deporte, las salidas sociales, las actividades académicas o laborales”, subraya la psicooncóloga.

Para gestionar la preocupación, recomienda el cambio atencional, es decir, llevar la atención a otra actividad. “Esto no es fácil y a veces requiere la ayuda de un profesional de la psicología, pero es posible entrenar técnicas de distracción atencional, parada de pensamiento o lo que también se denomina reestructuración cognitiva, con el fin de desmontar los pensamientos anticipatorios”, afirma. También defiende la desactivación fisiológica, que puede hacerse mediante el ejercicio físico o técnicas como la respiración abdominal.

Centrarse en el presente 

En la misma línea, para Fátima Castaño, hay que centrarse en el presente y visualizar las sensaciones que el propio cuerpo muestra. “Es importante pensar en que las pruebas son un momento para corroborar que las cosas continúan de manera estable, que se ha producido un avance o que van a permitir ajustar de forma personalizada el tratamiento”, apunta.

Esta experta también recomienda que el paciente se mantenga ocupado en la medida de lo posible. “Es muy importante que la vida no comience tras las pruebas médicas y que cualquier decisión no se posponga hasta tener los resultados, sino que hay que incorporar las pruebas a la vida cotidiana de forma que se tenga la sensación de continuidad”, opina esta psicooncóloga que también apuesta por las actividades relajantes, el ejercicio físico y mantener un buen estado de salud, no solo los días previos a la prueba médica.

En cuanto a las anticipaciones y pensamientos negativos, esta experta aconseja centrarse en todo aquello que aporte seguridad, por ejemplo, la confianza respecto al equipo médico. “No obstante, si los pacientes o los familiares entienden que estos días se hacen demasiado cuesta arriba, deben sentir que no tienen por qué manejarlo de manera autónoma, sino que será bueno que contacten con un psicooncólogo para que pueda darles herramientas específicas y adaptadas a su situación”.

¿Mejor informarse?

Disponer de información sobre en qué consiste la prueba médica es positivo porque reduce las creencias erróneas respecto a ella. “Hay muchas falsas ideas y fantasías y falsas creencias sobre las pruebas médicas, en qué consisten o sobre las repercusiones que tienen, que pueden generar un aumento de la ansiedad, por lo que tener conocimiento sobre ellas puede ser de muchísima ayuda”, expresa Castaño, que también recomienda hablar con los equipos médicos, pues pueden ayudar a sobrellevarlo mejor.

Coincidiendo con ella, de la Fuente considera que la información da más tranquilidad que la incertidumbre. “A veces empezamos a imaginar e interpretar, a anticipar algo más negativo de lo que es realmente, y tener la información y saber en qué consiste cada prueba nos da cierta sensación de control ante las circunstancias”, declara.

Advierte del arma de doble filo que supone disponer de los resultados antes de comentarlos con el médico. “Puede aliviar la incertidumbre a corto plazo, pero tener información que no entendemos sin el asesoramiento de un especialista puede asustarnos y generarnos angustia, cuando quizás ese dato no tiene mayor importancia. Y al contrario, podemos interpretar de manera excesivamente positiva resultados que quizás son negativos”, explica de la Fuente, quien opina por estos motivos que siempre es mejor conocer los posibles resultados directamente en la consulta con el médico, para poder resolver todas las dudas.

Apoyarse en la familia 

La familia tiene un papel fundamental en todo el proceso de acompañamiento. “Los seres queridos tienen que acompañar, validar, comprender y entender el sufrimiento de su familiar y suponer un desahogo; sin embargo, no deben fomentar el recrearse en el sufrimiento”, según de la Fuente, que ve positivo promover la distracción. “Escuchar, atender, estar ahí, abrazar, mucho contacto físico y, si ven que está entrando en bucle, fomentar la distracción, para intentar desmontar los pensamientos anticipatorios”, señala.

Asimismo los familiares no deben juzgar al paciente ni decirle que debe sentirse bien. Según Castaño, “no es adecuado caer en la tiranía del positivismo en psicología, porque esto provoca lejanía, que se sientan incomprendidos y solos. Deben mostrarles comprensión y ofrecerles tiempo y espacio para que también se identifiquen esos miedos, y validarlos, porque es normal que tengan miedo, y a partir de ahí acompañarles, buscar recursos, preguntarles en qué pueden ayudar en esos momentos y buscar elementos que puedan servir de distrac- ción en los días previos a las pruebas. Hay que ser realista, ir paso a paso y confiar en que las decisiones médicas favorezcan un poco la sensación de confort y de confianza”, asegura.

La presión de tener que estar bien 

Ante la posible presión de tener que enfrentarse a las pruebas con “valentía”, esta psicooncóloga señala que el miedo es una emoción natural y humana y que es razonable sentirlo, aunque hay que evitar que frene la vida del paciente. “Tenemos que usarlo de forma positiva, utilizarlo para tomar buenas decisiones y para ser precavido, pero no es positivo dar la espalda al miedo”, dice.

En la misma línea, para de la Fuente el miedo tiene una función adaptativa, es necesario y ayuda a superar procesos. “La clave no es no sentir emociones negativas y desagradables, sino saber qué hacer ante ellas. Valiente es la persona que tiene conciencia de lo que siente, de sus recursos y de sus dificultades, y que pide ayuda. Las personas ‘normales’ son aquellas que sentimos emociones, tanto positivas como negativas, que nos caemos y nos levantamos, que cometemos errores y también acertamos, porque el error es parte del aprendizaje”.

Fármacos, ¿sí o no? 

El consumo de fármacos ante situaciones que provocan ansiedad es habitual. “Estamos en una sociedad del placer y el disfrute constantes, en la que intentamos escapar del sufrimiento y tenemos una muy baja tolerancia a las emociones desagradables; muchas veces se vende la idea de la felicidad y el bienestar como un estado al que hay que llegar, en vez de que es un proceso”, opina de la Fuente. En este sentido, considera que, aunque los fármacos pueden ser una ayuda, hay que concebirlos como un complemento al tratamiento psicológico, al autoconocimiento y la introspección del funcionamiento diario.

La terapia farmacológica está indicada para cuando las emociones son tan intensas que no se controlan y afectan significativamente al día a día de la persona o incluso pueden perjudicar su salud. En este punto, insiste en que no hay que caer en la automedicación, sino que el fármaco siempre tiene que estar prescrito por un profesional de la psiquiatría, oncólogo o médico de Atención Primaria.

Fármacos: evitar una sobreutilización

Para Castaño, no hay que temer los psicofármacos, pero sí evitar una sobreutilización, y antes de la medicación hay que valorar otro tipo de técnicas como las de psicología, que pueden ser de mucha ayuda, ya no solo en un momento puntual, sino a largo plazo.

Ambas expertas consideran que es necesario mejorar la atención sanitaria para ayudar a las pacientes a sobrellevar mejor los momentos de espera, por ejemplo, ofreciendo información sobre las pruebas y las revisiones médicas. Además, deberían implantarse programas específicos sobre gestión de la ansiedad, tanto física como cognitiva, en cuanto a preocupaciones y conductas, y no solamente trabajar este aspecto con el paciente, sino también con la familia, explica de la Fuente. “Es una demanda creciente, sobre todo de largos supervivientes o personas que han superado una enfermedad, que no saben cómo lidiar con el estrés que genera la conocida como espada de Damocles”, expresa. Atendiendo a esta necesidad, mejoraría mucho el bienestar y la salud emocional y se prevendrían las dolencias físicas que muchas veces se derivan de esa bajada del sistema inmunológico por el estrés.

 

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