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Nos ponemos de pie delante de un espejo y nos miramos los pechos. Nos fijamos atentamente en la forma (no en el tamaño) y buscamos la diferencia en cada uno. Conocemos cada aplastamientos, protuberancia, arruga o pliegue en la piel. Apretamos suavemente el pezón para comprobar si hay algún derrame de líquido. Aprendemos a conocer el color de tus pezones, su elasticidad y dureza. Para comprobar todo esto, levantamos los brazos y apoyamos las manos firmemente sobre las caderas. Necesitaremos una buena luz.

Nos acostamos en la cama, en un sofá o en la bañera. Cuando nos examinemos un pecho levantaremos el brazo correspondiente y pondremos la mano bajo la cabeza.

Recorreremos el pecho suavemente con los dedos o la palma de la mano opuesta, en pequeños círculos o con un ligero movimiento hacia adelante y hacia atrás, cubriendo todo el pecho con un movimiento más amplio. Prestaremos atención a la zona que está entre el pezón y la axila.

Cuando vayamos a la consulta ginecológica pidámosle a la médica/o que nos examine los pechos, en caso de que no lo realice.

Debemos saber que la autoexploración no sustituye a las pruebas de diagnóstico precoz como la mamografía u otras que tengamos que realizar de forma sistemática.

 

*Información de «La consulta ginecológica» de Pilar Martínez Ten, Oriana Ayala y Concha Cifrián del Programa de Salud y Servicios Sociales (Instituto de la Mujer)

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