Cuando hablar es un alivio Foto: Clem Onojeghuo

Hablar puede aliviar y permitir llevar mejor la enfermedad. Lo comprobamos. 

Cuando hablar es un alivio Matthew Henry on Unsplash

Foto: Matthew Henry on Unsplash

¿Cuál es el papel de una psicooncóloga?

Los psicooncólogos somos los encargados de enseñar y ayudar a los pacientes y sus familias a reducir el malestar emocional y el impacto psicológico que genera enfrentar un cáncer. Nos encargamos de reforzar o dotarles de estrategias con base científica que les permitan vaciar el dolor, transformar lo que les sucede en abono para crecer y poder afrontarlo de forma más adaptativa. Además, apoyamos al equipo sanitario (oncólogos, enfermeros, técnicos…) a gestionar las consultas, la comunicación con el paciente y el propio malestar que supone también para ellos. Y que revierte directamente en una buena relación profesional-paciente que permite a estos últimos adaptarse mucho mejor a todo el proceso de enfermedad y tratamiento.

¿Qué beneficios puede sacar de ésta una persona con cáncer o sus familiares?

Conseguirán reducir la ansiedad, los miedos, los pensamientos negativos, las dudas constantes, el no saber qué va a pasar. Resolverán si lo que sienten o sucede es o no normal, tanto antes y durante como después de la enfermedad. Conseguirán establecer unos buenos lazos de apoyo, comunicación y afectividad de calidad. Podrán saber qué pasos deben dar para convertir esta situación tan dolorosa en una etapa más para crecer y conocerse, desbloquearse o no atascarse. Podrán gestionar mejor todos los estados negativos y muchas de las secuelas y efectos secundarios que conlleva el cáncer, lo cual les permitirá vivir esta etapa con mucho menos dolor emocional y una mayor adherencia a los tratamientos. Pudiendo salir incluso fortalecidos de ello. Servimos para ponérselo más fácil, para amortiguar el malestar.

¿Todas las personas que sufren cáncer deben recibir la ayuda de un psicooncólogo?

Sería lo ideal poder contar con este apoyo durante todo el proceso, en función, por supuesto, de las necesidades de cada paciente. Ahorraría muchos desajustes emocionales al detectar a tiempo problemas de comunicación o afrontamiento, permitiendo al paciente tener una mayor sensación de control, prevenir y evitar conflictos y malestar psicológico o contrarrestar la incertidumbre. Lo que implica a su vez una reducción del miedo, depresión y la ansiedad, tan presentes durante todo el proceso.

Siempre se habla de la importancia de la psicooncología durante los tratamientos. ¿Superar la enfermedad físicamente significa siempre superarla psicológicamente?

Para nada. De hecho, es muy habitual que un alto porcentaje de pacientes empiece a presentar desajustes emocionales significativos una vez finalizan los tratamientos activos. Piensa que es entonces cuando son conscientes de todo lo que acaban de vivir durante los últimos meses, y sobre todo, son conscientes de las secuelas con las que ahora deben aprender a convivir en muchos casos, muchas de las cuales suponen la interrupción de planes o metas que ya no se podrán alcanzar, como por ejemplo, la maternidad para algunas mujeres, o cambios económicos determinantes, o imposibilidad de continuar con la carrera profesional tal y como se había proyectado.

El impacto psicológico puede ser muy duro 

El impacto psicológico posterior puede llegar a ser tanto o más duro que el del propio diagnóstico para algunos pacientes, e insisto, es muy frecuente.

A esto se le suma que los pilares de apoyo social, como la pareja, hijos y amigos, al haber pasado esta fase de tratamientos activos, asumen que es el fin de la enfermedad, pero no lo es para la persona afectada. Por lo que ahora hablar de ello no suele ser tan bien acogido o se decide no hacerlo para mantener esa ‘normalidad’ de nuevo restablecida. Todo esto genera aislamiento y nuevos problemas que afectan directamente al bienestar emocional del enfermo, con lo que esto supone luego para ellos en la forma de relacionarse con el mundo.

Se estigmatiza mucho el cáncer, sea cual sea. ¿Por qué necesitamos siempre buscar un culpable a lo que nos pasa? Por ejemplo, si alguien tiene cáncer de pulmón, es porque ha fumado, y no siempre es así. Además, la persona que fuma tiene una enfermedad, el tabaquismo.

Poder concentrar en algo o alguien lo que nos pasa nos permite tener un punto de partida, elimina mucha de la incertidumbre que trae una enfermedad como ésta. La incertidumbre no es algo con lo que sea fácil vivir. Necesitamos saber dónde, qué y por qué suceden las cosas, mantener el control y saber que de alguna forma se va a solucionar el problema. Encontrar algo o a alguien a quien culpar puede darnos la sensación de que se ha resuelto una situación cuando no hemos comprendido realmente su causa y su efecto. Pero culpando a los demás nos quedamos fuera de juego, a merced de lo que pueda pasar, sin capacidad ninguna para manejarnos adecuadamente ante ella. El problema es cuando pasamos de asumir responsabilidades que nos activarán, por ejemplo, dejando de fumar, a tener culpas que nos martirizan, que nos ponen más difícil el camino y generan un impacto negativo muy fuerte con nosotros mismos o con los demás.

Parece que la persona con cáncer debe ser fuerte para seguir adelante. Sabemos que la parte mental juega un papel importante en la forma de llevar bien o no la enfermedad. ¿Pero cómo hacer entender que podemos flaquear, que llorar es humano?

No solo es humano, es necesario. No es más fuerte quien no se cae, lo es quien se da su tiempo y se levanta otra vez. Llorar no es un síntoma de flaqueza o de llevarlo mal, es sinónimo de estar procesándolo. Es una fase necesaria para avanzar. La tristeza es la encargada de que reflexionemos, de buscar soluciones. Por eso vamos revisando acontecimientos pasados con un tono emocional parecido al que sentimos en ese momento. Es un mecanismo natural que nos permite vaciar el malestar y encontrar soluciones a lo que nos pasa para afrontarlo. ¡Pero, ojo! Si nos quedamos llorando demasiado tiempo, si sentimos que queremos llorar, pero no nos sale o si sucede de forma muy intensa o con demasiada frecuencia es conveniente ir a la consulta de psicooncología.

A veces, noto mucha virulencia por parte de lectoras según el tema del que hablamos. Lo considero normal. No todas las personas están preparadas para leer un artículo o escuchar algunos comentarios. ¿El rechazo o la cólera son sentimientos normales durante la enfermedad? ¿Cómo debe reaccionar el entorno?

El cáncer trae aparejado un revuelo emocional intenso, pero no debería serlo tanto. Cuando cualquier emoción es demasiado intensa o se prolonga demasiado en el tiempo hay un problema serio. Es el momento de acudir a un psicooncólogo.  Esa persona está bloqueada y necesita orientación profesional para poder avanzar y dejar de vivirlo todo con ese sufrimiento extra, fruto de la no aceptación de la enfermedad o de lo que le pasa.

Cuando el dolor habla

La ira es una emoción que sirve para generar rápidamente energía y provocar un cambio ante algo que no nos gusta. Es adaptativa en realidad, pero si no está bien gestionada, porque como dices es muy intensa y está dirigida con virulencia hacia alguien, como por ejemplo a un profesional o familiar, o provoca un comentario agresivo en redes sociales, esto es indicativo de que esa persona no lo está llevando bien, de que necesita ayuda profesional para vaciar todo ese dolor y rechazo. La ira sin duda es signo de un importante sufrimiento en el paciente.

Junto con el miedo, la ira es una de las emociones más desagradables y difíciles de encauzar correctamente sin ayuda profesional. Emociones que el cáncer va a hacer aparecer muchas veces durante todo el proceso.

Gestionar las emociones 

Lo ideal es que el entorno procure no tomarse como nada personal las envestidas que la persona afectada pueda acometer. Realmente, no está enfadada con nosotros, se trata de una reacción desplazada por la frustración y falta de aceptación de lo que está sucediendo. Necesita ventilarlo, pero correctamente, no repartiendo el daño que siente, la aflicción que padece. Es conveniente que con cariño le hagamos ver que necesita acudir a un psicooncólogo.

Se habla mucho de equipos multidisciplinares, pero no todos los hospitales lo proponen. ¿Cómo está integrada vuestra especialidad?

Cada día hay más compañeros sanitarios conscientes de que hay una parte del trabajo con el paciente que no les corresponde a ellos, que supone una mejora indiscutible en su relación con el paciente y adherencia de estos a los tratamientos o en la gestión de sus propias emociones y comunicación al enfrentar casos tan complicados como los oncológicos.

Queda mucho camino para que formemos parte normal de los equipos.  A pesar de la evidencia científica que demuestra el impacto positivo de nuestra inclusión durante todo el proceso, en la toma de decisiones, en cómo se comunica al paciente el diagnóstico, y en definitiva, en su calidad de vida y bienestar.

La psicooncología tiene un coste para el paciente y no todos pueden permitirse este gasto. ¿Existen otras alternativas?

Siempre explico a mis pacientes que el bienestar se cultiva. Requiere mimo, pero si se hace bien, con pequeños retoques, los árboles pueden estar dando frutas por muchos años. La psicología y psicooncología funcionan igual. Requieren un esfuerzo personal al principio, pero luego, al mantener las pautas, todo funciona por sí mismo.

Fuera los mitos 

Está muy extendido que los servicios de un psicólogo son caros, pero no es cierto. Otra traba que algunos ponen para acudir es que los profesionales requerimos mucho tiempo, pero es otro mito. La mayoría se sorprende de cómo con pocas sesiones ya se pueden empezar a recoger frutos que revierten en el bienestar personal y del entorno de la persona afectada.

La lejanía de la localización de los servicios sean privados o proporcionados por ONGs suele ser otro hándicap que ya hemos salvado gracias a las nuevas tecnologías. Es muy gratificante poder conectar por videoconferencia en tiempo real con pacientes por todo el mundo para apoyarlos y orientarlos.

 

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