Por Valérie Dana | Fotografías: Adrian Tomadin

 

Que te diagnostiquen un cáncer es duro, pero que lo diagnostiquen a pocas semanas de diferencia también a tu hija complica aún más el siniestro guión. No obstante, es la realidad a la que se han enfrentado una madre, Anabel, y su hija, Miriam. Las descubrimos entre risas y lágrimas en el documental 36 mujeres, 36 historias.

ANABEL

¿Cómo y cuándo te diagnosticaron un cáncer? ¿De qué tipo es?

Un día, al salir de la ducha y ponerme crema corporal, noté al lado del pezón una retracción (un hoyito). Inmediatamente fui al médico de familia. En cuanto me auscultó me lo dijo. Era cáncer de mama. Fue en julio de 2018 y tenía 52 años. Era de tipo hormonal, un carcinoma
ductal infiltrante en estadio 2.

¿Cómo te sentiste al conocer la noticia?

Lo primero que pensé fue “me muero”, lloré todo el día y toda la noche, no me lo podía creer. ¿Por qué me pasaba a mí? Yo
quiero vivir, mis hijos me necesitan… No me quiero morir, tengo muchas cosas por hacer…

¿Cómo reaccionaste al saber que tu hija padecía cáncer también?

Cuando me lo confirmó (estuvo bastante tiempo sin decírmelo para que no me disgustara, pues yo estaba en pleno tratamiento de quimioterapia), ya la iban a operar. Ese día fue peor que cuando me diagnosticaron a mí. Me quedé en shock, no podía ni llorar, no podía estar pasando esto… era una pesadilla. Pero era real, fue horrible. Se me olvidó el momento tan malo que estaba pasando yo
para centrarme en ella. Me necesitaba. Quería pasar con ella toda la vida que me quedara y rezaba para que todo lo malo se quedará en mí. Por favor, si solo una de las dos tenía que sobrevivir, que fuera ella. Que ella saliera vencedora. Ese pensamiento lo tenía en la cabeza día y noche.

¿Cómo se gestionan los altibajos cuando no eres solo tú quien sufre la enfermedad? ¿Te has olvidado de ti a veces para sostener a tu hija?

La mente me va de mi situación a la de mi hija, estoy más preocupada por ella que por mí. Ella es muy joven y todavía tiene mucho por hacer. Es muy difícil, muy angustioso. Deseando ver su cara cada día para comprobar que está bien. Es muy muy difícil, pero trato de ver lo positivo incluso en los malos momentos, dando importancia a pequeñas cosas que antes pasaban desapercibidas. Me he olvidado totalmente de mí, lo mío es menos importante, mi pensamiento en todo momento es que ella esté bien, que se recupere y que sea feliz. Míriam es una niña muy fuerte, me lo ha demostrado, me ha dado una lección de vida la manera de enfrentarse a su enfermedad.

¿Cómo reaccionó tu marido?

Se lo dije a los cuatro días porque estaba de viaje. Lo primero que dijo fue: “no te preocupes porque vamos a salir de esto”. Luego lloramos juntos y ahora está continuamente pendiente de nosotras. Nos hace la vida más fácil.

¿Pediste ayuda psicológica? Porque es mucho lo que tuviste que vivir.

De momento no he necesitado un psicólogo, pero a veces me pregunto qué he hecho mal para que la vida me castigue de esta
manera tan cruel. Creo que, para que un tratamiento te vaya mejor, hay que tener actitud positiva; no puedo arrinconarme y llorar, el tiempo que me quede de vida tengo que disfrutarlo con mi familia, mis amigos. Lo que nos toca vivir no lo podemos cambiar, y hemos aprendido a vivir con ello y hablar del cáncer con naturalidad, ya forma parte de nuestras vidas y seguimos luchando con todas nuestras fuerzas para vencerlo.

¿Cómo llegaste a participar en este proyecto fotográfico?

Fue una “compañera de batalla” del hospital la que nos comentó que un fotógrafo quería hacer un proyecto sobre el
cáncer de mama en homenaje a su madre.

¿Cómo te sentiste? ¿Fue fácil o te dio vergüenza?

Me sentí femenina… cosa que hacía tiempo que no sentía. Me sentí guapa y protagonista. No fue fácil. Posar con todas las cicatrices en el cuerpo me daba vergüenza, pero Adrian, con sus indicaciones, poco a poco, me hizo sentir más cómoda. La verdad es que nos lo puso fácil.

¿Qué te aportó? ¿Cambió algo en tu percepción de ti como mujer?

Me aportó seguridad con mi cuerpo y más confianza en lo que se refiere al aspecto físico. Por suerte no me he visto sin pecho; me reconstruyeron la mama en la misma operación de la mastectomía. El pecho es característico de la mujer, de la feminidad. Desde esa sesión de fotos, acepto mejor mis cicatrices. Son mías y estoy igual de guapa que cuando no las tenía.

¿Fue sencillo posar con tu hija?

Sí, con ella al lado me siento arropada y segura. Nos entendemos y nos apoyamos mutuamente. El cáncer nos ha hecho cómplices y nos ha unido más. Seguramente, si no hubiera estado ella, me habría costado más posar.

MÍRIAM

¿Qué edad tienes?

28 años.

¿Cómo supiste que padecías un cáncer?

Pues la primera vez fue de casualidad. Yo fui al médico de cabecera y su residente me preguntó si me podía auscultar el cuello porque lo tenía un poco inflamado. Yo me quedé seca porque, al ser sanitario, sabía que me quería auscultar el tiroides, pero el médico residente pensaba que sería bocio, no la sorpresa que al final me llevé.

¿De qué tipo es?

La primera vez fue un cáncer de tiroides papilar, el cual es de lo más común en mujeres entre 25 y 35 años, y la recidiva
ha sido del mismo más el añadido de que en los ganglios del cuello lo tenía metastásico.

Tu madre ha sido diagnosticada antes. ¿Cómo reaccionaste al conocer esta noticia?

Mi madre fue diagnosticada justo un mes antes que el primero mío, y fue un golpe muy duro porque siempre escuchas casos a
tu alrededor, pero nunca te esperas que sea un familiar tuyo, y menos tan cercano. Mi sentimiento hacia la enfermedad de mi
madre fue incluso más intenso que por el mío, fue como si me arrancasen las tripas de golpe.

¿Cuál fue tu reacción al enterarte de que tan joven estabas enferma también?

Pues, como te puedes imaginar, con 25 años es lo último que te esperas. Yo por aquel entonces solo pensaba en ahorrar para
independizarme y en vivir la vida.

Eres joven. Supongo que con muchos amigos. ¿Estuvieron presentes para ti?

Sí, la verdad que estuvieron a mi lado mucho más de lo que yo jamás me hubiese imaginado. Venían al hospital, me llamaban, querían sacarme de casa y distraerme a cada momento, me traían dulces… O sea, que un 10.

¿Quién tuvo la idea de participar en este proyecto?

Mi madre. Me mete en unos embolados así como quien no quiere la cosa…

¿Cómo te sentiste delante de la cámara de Adrian? ¿Cómo viviste esta experiencia?

Pues al principio me sentí rara, sobre todo en la espera, porque no sabía qué me iba a encontrar y Adrian no nos dejaba ver los posados de las modelos anteriores, pero luego muy bien, tanto él como su equipo te guían y te ayudan mucho.

¿Tu vida ha cambiado? ¿Tenías planes que no podrán realizarse por culpa de la enfermedad o, al contrario, te ha hecho replantearte muchas cosas?

Ha cambiado mucho, sobre todo ahora noto que le doy mucha más importancia a las pequeñas cosas. No tengo problema en gastar más o menos dinero ese mes, vivo más al día.

¿Tu relación con tu madre ha cambiado a raíz de esta vivencia tan dura que os ha tocado?

Sí, mucho, estamos incluso mucho más unidas que antes.

 

 

*Desnúdame, título muy famoso de una melodía de la cantante francesa Juliette Gréco. Puedes escucharla aquí.

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