Terapias ‘diferentes’
Soy Leyre Contreras, mujer y madre de dos hijos. Fui diagnosticada de cáncer de mama, triple negativo, a la edad de 38 años. Quiero compartir con vosotros mi experiencia con las “terapias diferentes”. Cuando dices “tengo cáncer” te sorprende la cantidad de personas que quieren ofrecerte ayuda y que alguna vez han probado terapias complementarias y te hablan de ellas, invitándote a probarlas, algunas de ellas a veces incluso parecen rozar lo esotérico.
Elegir su camino
Estoy convencida que cada persona elige su camino entre las opciones que se le presentan, y lo que a una persona le puede valer, otra puede verlo con escepticismo o pensar que eso es una tontería. Aquí lo importante, desde mi punto de vista, es que el afectado se sienta cómodo con lo que ha elegido, y el resto del entorno poco o nada debería decir, y menos juzgar. Porque es tremendamente atrevido e imprudente opinar o cuestionar algo, cuando no se está en esa situación. Y aun habiendo vivido una situación similar, cada individuo es único al igual que sus motivaciones.
Terapias adicionales a los tratamientos
Soy una persona bastante racional, siempre digo que lo que no soy capaz de meter en un Excel, para mí no existe. Con todo y con esto, me considero una persona abierta de mente, creo que para poder opinar o decir que algo no te vale, lo mejor es probarlo. Juzgar sin conocimiento para mí, no es una opción. Y esa actitud fue la que me llevó a poner en mi “plan de acción” terapias adicionales como medicina natural, homeopatía, masaje metamórfico, reiki y kinesiología.
Sacar algo positivo sin dejar nunca los tratamientos oncológicos
Quiero compartir mi experiencia de las terapias con las que he tenido algún contacto. Algunas me han ayudado más que otras, todas me han aportado algo, y de todas he sido capaz de sacar algo positivo. También quiero dejar claro que en ningún momento se me paso por la cabeza que estas terapias reemplazaran al tratamiento de quimioterapia, cirugía y radioterapia prescrito por el oncólogo. El tratamiento oncológico a día de hoy es el único con evidencia científica a la hora de curar el cáncer. Otras terapias complementarias o alternativas pueden ayudar a la hora de paliar los efectos secundarios, disminuir la ansiedad, y mejorar el estado emocional. Pero no prevenir ni curar.
Mantener el oncólogo al corriente
Para abordar la medicina natural y homeopatía busqué una doctora que había abandonado la práctica ortodoxa para poder ejercer este tipo de medicina. Con ella trabajé sobre todo en tener el sistema digestivo a pleno rendimiento: intestino, riñón, hígado y colón. Me indicó un protocolo con una serie de elementos (raíz de hortensia, selenio, oxido de magnesio, clavo, ajenjo, jengibre, vitamina B6…) que compartí con el oncólogo y además me prescribía homeopatía. La realidad es que a penas tuve efectos secundarios durante el tratamiento. Mi energía me duraba hasta las 9 de la noche, no tuve vómitos ni diarreas; mis leucocitos aguantaron las dosis de quimioterapia y no fue necesario hacer ajustes ni recibir transfusiones ni inyecciones para subirlos. Los efectos secundarios que si tuve fueron dolor de huesos y erupción cutánea.
Reiki
El reiki, es una terapia energética, lo probé en el hospital, después de la cirugía estando en la UCI tuve la suerte de que una voluntaria me practicara una sesión. Cada vez son más hospitales los que incorporan estas técnicas y las ofrecen a sus pacientes. Es difícil explicar lo que sientes. Percibes el calor de sus manos a escasos centímetros de tu piel, acabas en un estado de relajación profundo, tienes una sensación de bienestar que no existía antes de comenzar. Hay estudios de los efectos positivos del reiki para enfermos de cáncer, pues ayuda a disminuir el dolor, a minimizar los efectos secundarios del tratamiento y reduce la ansiedad. Me habría encantado repetir, una sesión me supo a poco.
¿Energías renovadas?
El masaje metamórfico me lo recomendó una amiga. Cuando le pregunté en qué consistía, me explicó que la mujer que lo realizaba te iba tocando los pies, notando tu energía, canalizándola y te iba dando pautas de actitudes ante la vida, que sería bueno revisar. Pasaron tres meses antes de que me animara a probar. Lo llamativo de esta experiencia era que esta señora parecía conocerme, yo no le había contado nada, más allá que sabía que tenía que cáncer porque resultaba evidente.
Dieta estricta
Me dijo que la alimentación la llevaba muy bien, que no había rastro de azúcar en mi cuerpo, y yo no le había dicho que seguía una dieta estricta y que el azúcar había sido desterrada de mi dieta, me dijo que era una gran guerrera, pero que no podía llevar todo el día el escudo y la lanza en alto, que de vez en cuando tenía que dejar los brazos abajo porque si no era agotador, me dijo que tenía que aprender a ir despacio por la vida, y es que soy un torbellino, y era capaz de detectar de forma instantánea cuando mi mente se iba de la habitación y me decía: Leyre, vuelve aquí. Me dejó sin palabras. Cuando la visito, salgo con energías renovadas, con una idea más clara de cómo tengo que andar mi camino, de cómo avanzar por la vida. Si me preguntarais cómo lo hace esta mujer, no tendría respuesta. Claramente esta opción, no entra en mi Excel.
Fisioterapia
Mi fisio, y digo mi, porque son muchos años los que hace que nos conocemos, empezó siendo fisioterapeuta, pero como buena profesional del ámbito médico, no ha parado de formarse: osteopatía, acupuntura, flores de Bach, kinesiología, psiconeuroinmunología… Cuando llegas, te aplica y trata con una mezcla de todas las técnicas que ha ido aprendiendo a lo largo de su carrera profesional. Siempre que he mandado a alguna amiga a su clínica, no les doy muchos detalles, porque pensarían que estoy loca. Lo que sé, es que funciona. Y que la que prueba, repite. Yo siempre le digo en broma que tiene suerte de haber nacido en el siglo XXI porque en la edad media le habrían quemado en la hoguera.
Kinesiología
Ese año, no se libró de mi presencia. La espalda necesitó sus masajes porque es verdad que no estar todo el día delante del ordenador ayudaba, pero los nervios suplieron al ordenador. Me aplicó todo su conocimiento. Recuerdo el día, cuando ya el tumor había disminuido tras un mes de quimioterapia, que le pregunté si podía testarlo con la kinesiología. Me dijo: sí, claro, y se quedó callada. Silencio. Silencio largo. Le pregunté: ¿Qué pasa? Que no me sale malo, fue su respuesta. Unas semanas después supimos que había tenido una respuesta radiológica completa al tratamiento.
¿Resultados tangibles?
Nunca sabré cuanto ha sumado cada una de estas iniciativas, porque para eso habría que haber tenido cinco Leyres iguales, cada una con una terapia y haber comparado, y eso no era posible. Lo qué si sé, es que yo me sentí cómoda con mi elección y eso me daba fuerza mental. Estoy convencida de que todo ha sumado. Podría haber probado más cosas, pero elegí en función de mis creencias y también considerando el impacto económico, porque no podía hacerlo todo.
Derecho a la hora de elegir
Después de todas estas vivencias, creo que no todo entra en el Excel, que hay hechos para los que no hay respuesta, que puede haber terapias que nos hagan bien y que no tengan una base científica. Cuando te comunican que tienes cáncer y morir es una posibilidad real, cada persona está en su pleno derecho de elegir lo que considere mejor para sí misma. Porque la vida que está en juego es la tuya, no la de nadie más. Escuchar opiniones está bien, pero cada individuo debe tomar sus propias decisiones.
Miedo y revisiones
Ahora, han pasado ya dos años de la finalización del tratamiento, a veces, el miedo llama a mi puerta, pero le doy poca conversación. Las revisiones se han ido espaciando, ya cada seis meses. Hay experiencias que te dejan marcado de por vida y tener un cáncer de mama a los 38 años ha sido una de ellas. Aun así, me quedo con todo lo bueno, que ha sido mucho. Doy gracias cada día por seguir viva, y por poder seguir disfrutándola, porque la VIDA es un regalo.
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