El diagnóstico de cáncer no solo tiene repercusiones en el propio paciente, sino también en el entorno. Pero es importante destacar, dentro de este ámbito, la figura del cónyuge y el impacto de la enfermedad en la relación de pareja.
Los anhelos de curación durante la enfermedad pueden ocasionar que, tras la remisión, uno de los miembros de la pareja tenga unas expectativas muy claras de olvidar lo vivido y «seguir adelante». Esta situación puede ser problemática si la otra persona presenta secuelas físicas, emocionales o sociales que le impiden cumplir con los deseos del cónyuge. Mientras uno se esfuerza por recuperarse del cáncer, el otro ya considera tal posibilidad, pues ha dado por finalizado este proceso y lo que quiere es recuperar la vida anterior a la enfermedad. Tales diferencias pueden ocasionar reacciones emocionales distintas en cada uno de los miembros.
La persona en proceso de recuperación puede sentirse culpable, porque «debería estar contento de haberme recuperado», o porque no quiere disgustar o apenar a su pareja, «que ya ha sufrido bastante». En consecuencia, tal vez no desee expresar sus sentimientos y preocupaciones, lo cual reforzará su sensación de incomprensión, soledad y aislamiento. También es importante saber identificar el momento en el que la recuperación se está ralentizando en exceso y se está produciendo un estancamiento. En este caso, habrá que reconocer el motivo para poder intervenir y plantear una solución que permita continuar progresando.
El cónyuge puede manifestar cansancio y agotamiento tras un período en el que asumió el rol de cuidador (impuesto tal vez por la situación y para el que nadie lo ha preparado), y desear volver a su vida anterior al cáncer. Por ello, un retraso en esa recuperación le causa un especial malestar que puede llevarle, incluso, a culpabilizar a la pareja por «no querer recuperarse». Tal vez, con el diagnóstico del cáncer, las necesidades o planes vitales del cónyuge hayan pasado a un segundo plano para dejar paso a otras pioridades (superar el cáncer). Una vez que la enfermedad queda atrás, quizá demande un papel más principal en la relación y, de alguna forma, ejerza su influencia a la hora de reorganizar las nuevas prioridades y otorgue al cáncer una posición cada vez más lejana. La voluntad de acelerar el proceso de recuperación también puede ser consecuencia de haber vivido una experiencia especialmente traumática o de una incapacidad para gestionar adecuadamente las propias emociones.
Exteriorizar estos sentimientos con tu pareja, sin dar por hecho que los debería entender, es un buen paso para favorecer la comprensión mutua. Cada persona, por cercana que sea, vive la enfermedad de una forma distinta y presenta unas dificultades y unas potencialidades específicas. Por ello, ambos debéis aprender a respetar los procesos de recuperación y de afrontamiento de la otra persona e intervenir cuando identifiquéis actitudes, dificultades o pautas que puedan ser contraproducentes para vuestro bienestar. Ante estos casos, se puede contar con el asesoramiento de un psicólogo, pero también puede ser útil participar en grupos de apoyo de asociaciones de pacientes, que permiten compartir vivencias y sentimientos con otras personas con experiencias similares.
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