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Esta vez no lo he conseguido, ¡otra vez será! Buscando un tema para la tertulia de primavera, pensé que sería buena idea citar a mujeres que hubieran tenido cáncer hace tiempo; 40, 30, 20 años atrás. Que nos contaran su experiencia, lo que habían sufrido con los tratamientos tan agresivos de entonces, conviviendo con la angustia de las revisiones y con una reconstrucción mamaria poco estética o incluso sin ella. Así, las enfermas del siglo XXI podríamos  animarnos  al comprobar los avances de los tratamientos médicos, estéticos y psicológicos del cáncer.

Pues eso hice, pero a lo mejor me confundí de interlocutoras, pues la experiencia que relatan Sara, Kina y Sofia está lejos de dar pena. Las tendríais que oír en directo: todo un testimonio de naturalidad y sin rastro de amargura o autocompasión.

EL DIAGNÓSTICO, EL TRATAMIENTO

SARA ya ha cumplido 80 años. Cuando tenía 41 y 4 hijos de entre 18 y dos años, le quitaron un bultito en el pecho  al que nadie dio importancia, hasta que esta especie de granito de arroz que tenía en el brazo adquirió el tamaño de una aceituna y se asustaron todos. Como era costumbre en la época, arramplaron con todo, le quitaron el pecho entero, todos los ganglios posibles y terminó el tratamiento con radioterapia. “Muchas sesiones”, recuerda.

No se ha hecho la reconstrucción y nunca le ha supuesto ningún problema no tener pecho; tiene perfectamente cogido el truco a sus sujetadores y trajes de baño especiales, y cuando lleva un escote más llamativo de lo habitual, lo arregla con un buen collar, y listo. Su marido siempre la apoyó, le dijo que por él no lo hiciera. “Si Sara no quiere hacerse la reconstrucción, ponle en medio el pecho que le queda”, bromeaba su médico. Tampoco le ha dado la lata nunca el brazo sin ganglios. Fueron a explicarle a la habitación del hospital los ejercicios que tenía que hacer para recuperar la movilidad, y cuando contó que se acababa de hacer el moñete en el pelo que llevaba, el médico se fue diciendo: “a esta señora no hay que enseñarle nada”.

Kina tuvo cáncer de mama hace 16 años. No pudo dar de mamar a su hija pequeña porque tenía el pezón retraído y, sin darle a esto mayor importancia, le dijeron que se vigilara. Al poco tiempo, mientras estaba viviendo una estresante situación laboral, se notó un bulto. “Creo que inconscientemente mi cuerpo estaba buscando la manera de salir de aquel atolladero”.

Después de una mamografía y una ecografía poco claras, la punción detectó que tenía un carcinoma ductal infiltrante. Al tener la mama pequeña, decidieron hacerle una mastectomía, y en la operación le extirparon todas las cadenas de ganglios posibles (que resultaron estar limpios). Después de valorar su caso, decidieron someterla a tratamiento hormonal durante siete años. Las consecuencias –subida del colesterol, osteoporosis, bajada de apetito sexual…– Las ha ido asumiendo según llegaban.

El médico le aconsejó que pospusiera la reconstrucción al menos tres años para que las revisiones fueran más fiables. Cuando ya se estaba animando a hacérsela, le detectaron un tumor cerebral benigno; y en la UCI, después de una delicada operación, decidió que no volvería a entrar en un quirófano por una cuestión estética. Al igual que Sara, se encuentra muy a gusto con sus sujetadores y postizos. Alguna vez no está cómoda con el traje de baño, pero no por ella sino por los demás. Aunque Kina se ha sentido apoyada en todo momento por su marido en estos 16 años: “Yo te quiero a ti, haz lo que tú prefieras”. Y nunca ha tenido ni rastro de linfedema.

SofIa, nuestra editora de Moda y estilista, es la más joven de las tres y a quien antes le diagnosticaron su cáncer de mama; tenía 34 años. Dando de mamar a su bebé, se palpó un bulto que, al analizarlo, resultó ser malo y muy agresivo. No tuvo opción, y su primo ginecólogo fue quien tomó todas las decisiones: mastectomía, extirpación de todas las cadenas ganglionares posibles (que estaban limpias) y quimio preventiva. En ese momento, le ligaron las trompas, y al llegar a la menopausia, la vaciaron. Un año después de la mastectomía, se reconstruyó el pecho extirpado (operación que recuerda muy dolorosa), y a los 10 años, se hizo un retoque.

Buenos y malos recuerdos

Sara tiene pocos recuerdos malos de esa etapa, fue una época muy feliz de su vida. Si se pone a pensar, recuerda la tristeza de su madre mientras la acompañó a Madrid durante el tratamiento y la falta de apetito: “para mí, comer es una ilusión”, comenta. Sin embargo, son muchos los buenos recuerdos. Mientras estuvo en tratamiento en Madrid (Sara vivía en Elda, Alicante), venían sus amigas a verla los fines de semana. “Lo pasábamos muy bien, estábamos acostumbradas a vivir en un pueblo, y en Madrid íbamos al teatro, nos poníamos elegantes…”. Recuerda la ilusión que le hizo que viniera de sorpresa su hija Sara, que estudiaba en Italia, y lo mucho que la mimaban cuando volvía a casa.

El peor recuerdo de Kina es el shock del primer momento y cómo se puso a llorar en la bañera. “Para mí, cáncer era sinónimo de muerte, y no había tenido ningún caso a mi alrededor, pero solo fue ese momento”. Los buenos recuerdos también ganan, y la sensación de sentirse arropada por el cariño de todo su entorno. Recuerda el detalle que tuvieron sus amigos organizando una comida antes de la operación, y que ella pensaba: “¡De qué me voy a quejar!”. Tampoco tiene malos recuerdos de la mastectomía, porque no le resultó nada dolorosa: “Una semana después, incluso fui a una boda toda ‘arregladina’”, nos cuenta Kina. Reconoce que sufrió más por su marido, por sus hermanas, por sus hijas… Y no recuerda haber pasado un luto ni durante ni después.

El primer sentimiento de SofIa es también el de sentirse arropada; el segundo, lo mal que ha llevado la asimetría de sus mamas y lo dolorosa que fue la reconstrucción. Aun dedicándose a la moda y con un sentido excepcional de la estética, ha decidido convivir con su asimetría antes de volver a pasar por el quirófano.

Recuerda que no tuvo tiempo de pensar en nada, tenía un bebé y un niño de tres años, así que se puso las pilas y decidió que el cáncer no iba a poder con ella. “Lo pasó mucho peor mi marido; en ese momento, cáncer era igual a muerte. Y al fin y al cabo, tú sabes lo que pasas, tú sabes lo que sientes”. ¿Y el luto?: “Con dos niños pequeños, imposible”.

Las revisiones

Sara no tiene sensación de haber sentido angustia en los 15 años que duraron sus revisiones. “Yo era valiente y siempre he sido muy positiva y animada, porque lo soy por naturaleza”. (Quien aquí escribe da buena fe de ello). “No sé si sería incluso un poco inconsciente, pero en 15 años nunca me encontraron nada”. Sus amigas se turnaban para ir con ella a Madrid y aprovechar para arreglarse e ir al teatro.

Lo único que le ha provocado angustia en este proceso ha sido el diagnóstico de cáncer de mama de su hija. Aun así, guarda un buen recuerdo de la etapa que estuvieron juntas en Estados Unidos, de sus paseos diarios, y de que, al final, todo saliera bien, incluido el test genético.

Las revisiones de Kina, al principio, eran cada tres meses, y ella iba muy asustada. Empezaba a dormir mal unos días antes, y sin hablarlo con su marido, sabía que él también se preocupaba. En cuanto abría la puerta el oncólogo, se anticipaba y me decía: “Tranquila, que todo está bien”. “Los últimos años he ido tan pancha, como si fuera a tomarme la tensión”. Hace dos años, le dieron el alta definitiva y lo celebraron por todo lo alto. ”En mi casa, ahora, lo celebramos todo”.

SofIa tuvo revisiones ocho años y no tiene buen recuerdo de ello.

¿Te cambió la vida?

A Sara, el hecho de haber tenido cáncer, nunca le ha afectado, ni siquiera la experiencia de vivir sin un pecho durante tantos años. Lo único que le ha preocupado ha sido el riesgo de transmitírselo a sus hijos.

Kina piensa que tanto la experiencia del cáncer como la del tumor cerebral benigno han cambiado las prioridades en su vida en estos últimos 16 años. “Valoras más la amistad, sabes identificar a las personas que no te interesan. Supongo que si no lo hubiera pasado, seguiría dando importancia a cosas que realmente no la tienen”. Aunque en la rutina diaria muchas veces se nos olvida, es un sentimiento que está latente, dice.

SofIa preferiría no haberlo pasado, pero piensa que, puesto que le ha tocado, ha sabido sacar la parte positiva: “Te cambian las prioridades, das mucha menos importancia a tonterías”.

Diferencias y similitudes

¿Ha cambiado la forma de abordar el cáncer en este periodo?: “¡Por supuesto!”.

Nosotras, las enfermas del siglo XXI, tenemos generalmente la suerte de ser tratadas por equipos multidisciplinares que apuestan por el tratamiento menos agresivo posible, el mejor para una persona en su peculiaridad y en su conjunto. Pero el testimonio de estas tres mujeres nos demuestra que se puede ser superviviente de cáncer 16, 20, 40 años… después de haber pasado por tratamientos agresivos innecesarios, y que incluso pueden tener buenos recuerdos de ese camino.

Nadie nos asegura que no sufriremos miedos, dolor, angustia, luto, importantes cambios físicos… Pero está claro que la mente humana es capaz de rescatar y recordar con mayor intensidad los mejores momentos. ¡Qué misterio!

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