La incidencia del cáncer infantil es bastante inferior a la de los adultos, 142 casos por millón de habitantes al año  (de acuerdo a los datos del Registro Nacional de Cáncer Infantil), pero según los expertos es necesario potenciar la investigación básica y concienciar a la  sociedad de la importancia que tiene.

A pesar de ser la misma enfermedad en  niños –entendiendo por niños aquellos con edades comprendidas entre cero y 15  años- que en adultos, el tipo de tumores que se desarrollan en unos pacientes y  en otros es muy diferente; debido, principalmente, a que el cáncer es una  enfermedad genética. Tal y como asegura el doctor Jordi Giralt, jefe del  Servicio de Oncología Radioterápica del Hospital Vall de Hebron, “en los  menores, el problema surge en los tejidos que se están desarrollando y que  sufrenalteraciones genéticas específicas, mientras que en los adultos,  muchas veces, los tumores están condicionados por las agresiones sufridas por el  medio externo. Un buen ejemplo es el daño que provoca el tabaco en el cáncer de  pulmón o de laringe”.

En torno a un 60% de los pacientes  oncológicos adultos recibirá radioterapia en algún momento de su enfermedad,  mientras que en el caso de los menores será del 35%. Los efectos secundarios y  las secuelas asociadas a este tipo de tratamiento son mayores en niños ya que  existe riesgo de lesionar partes sanas que están en desarrollo. “Dada su  naturaleza, el problema principal de la radioterapia es que puede afectar a  órganos como los huesos. En los adultos, la irradiación de un hueso no  representa un problema muy importante porque es una estructura ya consolidada y  que tolera la radiación. En cambio, en el niño comporta alteraciones en el  crecimiento, pero hay estrategias para minimizar estas toxicidades”, comenta  el doctor Giralt.

Otro de los aspectos que diferencia la  enfermedad entre adultos y niños es que la edad es clave a la hora de  enfrentarse a ella: “no es lo mismo tratar a un adulto que a un niño”, afirma el experto, y añade: “tampoco es igual hacerlo con uno de ocho años  que con uno de dos, ya que al ser tan pequeños, la capacidad de interacción es  prácticamente nula”.

Por la edad, la vulnerabilidad y el  trato especial que reciben, la colaboración de la familia es imprescindible para  que hagan frente a la enfermedad de la mejor manera posible. “Lo más normal  es que los niños estén asustados, por eso, a los padres les damos unas pautas  muy específicas para con sus hijos. Es necesario que les expliquen que van a ir  al hospital, que les harán unas fotos que no duelen, que tendrán que estar muy  quietos, que no podrán acompañarle pero que les esperarán fuera, etc. Esto,  ayuda mucho a que el niño se tranquilice”, comenta el doctor. A medida que  se les van mostrando las cosas se van dando cuenta de que la radioterapia no es  dolorosa y colaboran sin problemas.

El tratamiento del cáncer requiere una  atención multidisciplinar. Los pacientes deben ser evaluados por equipos  multidisciplinares para poder dar al paciente la mejor recomendación  terapéutica. Esta premisa es especialmente importante en oncología infantil. “Los niños con cáncer deben ser tratados en centros de referencia, por  equipos expertos compuestos de distintos profesionales. Así es como se pueden  conseguir los mejores resultados de curación con los menores efectos  secundarios”. Es en este contexto donde los tratamientos de radioterapia  pueden obtener su mayor eficacia.