María Jiménez tiene 40 años y ha sufrido un melanoma in situ. Como ella misma aclara: “Vaya por delante que desde pequeña he sido bastante hipocondríaca y que, en esta ocasión, esta manía puede haberme salvado la vida. Me explico: tengo un lunar en la cara, en la parte de la mandíbula, un poco grande y, como encima trabajo rodeada de médicos, consulté con un dermatólogo. Me comentó que no era nada, pero que no estaba de más que me hiciera una dermatoscopia digital, una técnica que yo desconocía en ese momento. Permite fotografiar las lesiones cutáneas con gran precisión diagnóstica, archivarlas para sucesivas consultas y así poder comparar su evolución a lo largo del tiempo. Es el ‘mapa’ de tus lunares. Y le hice caso”.

De todos los cánceres de piel, el melanoma es de los menos frecuentes, pero el más agresivo, sobre todo cuando ya se ha extendido. La urgente necesidad de concienciar a la población sobre su existencia llega de la mano de las cifras: en la última década se ha duplicado dentro de nuestras fronteras. Actualmente, se diagnostican hasta 4.000 nuevos casos cada año, sobre todo en jóvenes y mujeres.

Como aclara el doctor Miguel Sánchez Viera, director del Instituto de Dermatología Integral: “Se trata del cáncer de piel que está aumentando más rápidamente en la población occidental en todos los grupos de edad; también en España, ya que se prevé que los casos se tripliquen en los próximos 15 años”.

Este especialista insiste en que “si seguimos al mismo ritmo de los últimos años, se espera un crecimiento anual del 10 %, sobre todo porque las personas con riesgo de desarrollar la enfermedad son las que nacieron cuando todavía se desconocían los daños que el sol podía hacer en la piel a largo plazo (cáncer de piel) y se sabían solo sus consecuencias a corto plazo, como son las quemaduras”.

Avances en el diagnóstico precoz

Pedro Jaén, presidente de la Academia Española de Dermatología y Venerología (AEDV) y jefe de servicio de dermatología del Hospital Universitario Ramón y Cajal de Madrid, explica: “la buena noticia es que, actualmente, tenemos nuevas herramientas para su diagnóstico precoz, como la dermatoscopia digital y la microscopia confocal en vivo. Esta última técnica funciona de forma similar a un ecógrafo y permite el estudio de los tejidos vivos. Y tanto una como otra se utilizan para el examen en directo de la piel de forma indolora”.

Ambas pruebas y “un aumento de la conciencia por parte de la población sobre la necesidad de consultar con un especialista cuando cambie el tamaño de los lunares, su simetría (el contorno de la lesión de una mitad no es igual al del otro), sus bordes (desiguales, borrosos o irregulares), el color (diferentes tonalidades), el diámetro (generalmente superior a 6 mm) o su evolución (cambio en el lunar existente), o cuando aparezcan manchas sospechosas, está permitiendo detectar los casos en sus fases iniciales y reducir así las probabilidades de que causen metástasis, por lo que la mortalidad se está reduciendo considerablemente”, explica el doctor Jaén.

De la misma opinión se muestra Miguel Sánchez Viera, del Instituto de Dermatología Integral: “El diagnóstico y tratamiento quirúrgico precoces siguen siendo nuestra mejor arma contra el melanoma. Las tasas de curación de un melanoma en sus primeras fases son superiores al 90 %”.

Cuando no había miedo al sol

Como relata María, “de pequeña, como todas las menores de nuestra época, iba a la playa o a la piscina, sin nada, sin protección. La única medida de seguridad que cumplía a rajatabla era no bañarme hasta dos horas después de comer para que no se me cortara la digestión. Eso sí, cuando nuestra piel estaba un poco roja por el sol, nos bañábamos con camiseta. Cuando era jovencita, nadie conocía los riesgos a largo plazo del sol y cometí alguna barrabasada, como tomar el sol con cremas hidratantes, aceites que mezclaba con yodo o coca-cola, o crema de zanahoria sin protector solar. También he tomado rayos UVA alguna que otra vez en verano, durante sesiones desperdigadas o cuando tenía que ir a alguna boda”.

Santiago Tamames, cirujano general del Hospital La Milagrosa de Madrid y profesor titular de la Universidad Complutense de Madrid, detalla que “ya en 1992, la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC) estableció que la exposición solar es el factor de riesgo más importante en el melanoma cutáneo. La asociación entre la radiación ultravioleta y el melanoma es fuertemente positiva con el antecedente de quemaduras solares (el factor de mayor riesgo), con la exposición solar recreativa (más cuando es intensa e intermitente) y con otras variables que indican un alto grado de exposición solar (cáncer cutáneo que no es melanoma, queratosis actínicas o léntigos)”.

Afortunadamente, “la mejora en las cremas de protección solar y la concienciación de la población sobre los riesgos del sol harán que en un futuro los casos se reduzcan. La conversión de una recomendación en un hábito de vida saludable tarda años. En tres décadas veremos un cambio, porque ahora sí se conocen los riesgos del sol y los padres protegen a sus hijos constantemente. Son esos menores los que hoy en día están protegidos y, por tanto, tendrán un menor riesgo de melanoma en la edad adulta. A los que más hay que vigilar es a los adolescentes, que no siguen las medidas preventivas”, enfatiza el presidente de la AEDV.

María se sometió, tras las indicaciones médicas, a una dermatoscopia digital cada año “para lograr el ‘mapa’ de los lunares sospechosos de poder ser malignos, gracias a la visión de una cámara incorporada de alta definición. De tal forma “que un lunarcito de 2 mm, que ni te das cuenta de que existe, lo ves en gigante gracias a la prueba. Todo iba perfectamente hasta que, en 2013, la doctora responsable de mis chequeos rutinarios me recomendó extirparme uno que tenía en el muslo derecho. No el de la mandíbula, el que me llevó a la consulta, sino un lunarcito enano, más negrito que otros, al que no le hubiera dado más importancia si no me hubiera hecho mis revisiones anuales”, detalla.

Tras su extirpación y el análisis de rutina, esperaba que no fuera nada. “¡Qué equivocada! Unos días después, me llamaron para decirme: “Tienes un melanoma, pero no te preocupes porque es in situ. Es decir, que está en la piel y no ha llegado a ningún sitio más. Me puse a llorar inmediatamente, estaba sola en casa, pensando que me iba a morir, por mucho que el doctor me dijera que en fases tan tempranas, con una operación de cirugía local se curan para siempre. Me operé dos días después mediante cirugía de Mohs [altamente indicada para el cáncer cutáneo]”.

María se sometió, posteriormente y cada seis meses, a otras pruebas de revisiones dermatológicas recomendadas por el oncólogo. “Ya han pasado casi cuatro años y sigo con mis dermatoscopias cada seis meses y mis revisiones oncológicas anuales, pero tengo que dar gracias a Dios; en este caso, mi excesiva alerta ante posibles problemas de salud  me hizo fijarme en lunar”.

Como documenta el doctor Luis Ríos, de la unidad de piel del grupo Pedro Jaén, responsable del Registro Nacional de Melanoma: “actualmente, el perfil de pacientes con melanoma es de hombres de entre 50 y 55 años y mujeres de entre 40 y 50. Ellos consultan más tarde, por lo que hay más posibilidades de que se haya extendido”.

Su abordaje

En la batalla contra la enfermedad, al paciente “suele asistirle el dermatólogo cuando se trata de melanomas in situ. Cuando ya hay metástasis, es fundamental el trabajo del equipo multidisciplinar”, explica el doctor Ríos.

De hecho, aclara el doctor Sánchez Viera, “los melanomas localizados exclusivamente en la piel se realizan mediante extirpación quirúrgica en la consulta de dermatología, a menudo con anestesia local. En ciertos casos, es de gran ayuda la llamada cirugía micrográfica de Mohs, con control microscópico de márgenes durante la intervención, lo que permite el ahorro de mayor cantidad de tejido sano, con la extirpación del 100 % del tumor. Dependiendo de la profundidad del melanoma, puede ser necesario hacer la biopsia selectiva del ganglio centinela, que es realizada por dermatólogos, cirujanos oncológicos, cirujanos plásticos y maxilofaciales”.

Si el melanoma afecta a ganglios o existen posibles metástasis, “son necesarias pruebas de imagen adicionales, y el oncólogo entra entonces en el tratamiento de la enfermedad diseminada o extracutánea”, reitera el especialista.

Y las últimas buenas noticias llegan de la investigación. “Como en otros cánceres, la medicina personalizada y los medicamentos biológicos también han llegado a la dermatología. Con ello, se puede predecir qué pacientes van a estar en mayor riesgo de tener una enfermedad extendida o con metástasis, o si van a responder bien a un tratamiento. Se le pone un ‘apellido’, melanoma, y se le aplica un tratamiento específico», explica el doctor Ríos. “El arsenal terapéutico al respecto ha experimentado un gran crecimiento, con fármacos como ipilimumab, vemurafenib, dabrafenib o trametinib”, documenta.

María sigue con su vida normal y hace un llamamiento a la prudencia. “Nadie debería exponerse al sol sin protectores solares elevados, incluso en invierno. Y lo más importante: acudir a revisiones periódicas con el dermatólogo”.

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