Michael Robinson: a head full of dreams. Ilustración de Cristina Sin

Cuando en febrero pasado entrevisté a Michael Robinson, escribí un artículo que pensaba publicar pero estás leyendo otro. Porque con el cáncer todo puede cambiar de un día a otro. Y es lo que ha pasado.

Con el cáncer todo puede cambiar de un día a otro

Michael Robinson me contó a finales de enero: “me tienen que operar de nuevo porque no encuentran la causa primaria [se habla de localización primaria cuando se conoce el origen del tumor. Los melanomas (enfermedad que padece Michael) en estadio IV o metastásico suelen propagarse a ganglios linfáticos u a otras partes del cuerpo, en lugar de estar localizados en una sola parte del cuerpo]. Era un lunar en regresión y estaba desapareciendo. Un lunar es como un iceberg. Lo peligroso es si crea metástasis en la sangre pero afortunadamente a día de hoy, no tengo nada en la sangre”, me decía. Pero a mediados de febrero, le realizaron un TAC y descubrieron metástasis en el vientre, los pulmones y también en la sangre. Al verlo, le operaron porque también varios tumores habían reaparecido en la axila. Este hombre que se define como “muy cobarde ante las malas noticias, como una avestruz que esconde la cabeza bajo la tierra”, tiene una fuerza inimaginable. 

Michael Robinson, un hombre con energía 

Cuando me anunció estas últimas noticias me quedé helada. Pensé en su familia, en él obviamente. Michael preguntó a sus médicos cómo se lucha contra la enfermedad porque me cuenta: “no sé lo que debo hacer; no tengo miedo, solo pienso en la suerte que tengo hoy. No pienso en el futuro por no hipotecar mi presente. Tengo mucha energía positiva y SOLO pienso en lo maravilloso que es hoy”. Efectivamente, he podido comprobar que tiene mucha energía. 

Amante de la vida 

Este hombre ama a la vida y le duele muchísimo ver a sus hijos y a su mujer sufrir tanto. “No quiero que me vean como un enfermo”, me dice. Hace unas semanas me confesaba que “contarles su realidad no fue fácil”. Necesitó un tiempo tras recibir el diagnóstico. Es abuelo también y “al saber que tenía cáncer, ver a mi nieta con sus 14 meses pensando que quizá no estaré para verla crecer, fue terrible”. Tampoco, en un principio, fue consciente de por lo que estaba pasando su esposa. Es gracias a su hijo que se percató de su sufrimiento. Ella le hizo una sola pregunta, me confiesa, “¿tienes miedo a morir? No, no tengo ese miedo. Lo que me produce una tristeza diabólica, que no se puede aguantar, es despedirme de mi familia”, cuenta emocionado.

Nada de consejos 

Y sigue, “he logrado ayudarme más contestando a mensajes tremendamente emotivos de amigos, por lo bonito de su solidaridad, de su afecto hacia mí, que por tristeza. Se me hace a menudo esta pregunta: ¿tienes consejos que dar a una persona que pasa por un cáncer? La respuesta es no”. 

La vida desde otro punto de vista 

Casi todas las personas que he entrevistado en estos seis años me han contado que su forma de ver la vida había cambiado a raíz de la enfermedad. Él se describe como un amante de la vida, un “experto en vivirla. Sí, ahora la vida tiene otro sabor. El cáncer no ha modificado mi forma de pensar, pero ha agudizado mi manera de ver la vida. Algo bonito se ha convertido en algo muy bonito”. 

La economía de la verdad

Conocí a Michael Robinson a finales de enero, en una rueda de prensa de la Sociedad Española de Oncología Médica en la que se hablaba del cáncer en España. Se mencionó que el cáncer era curable [algunos tumores sí pero no todos]. En este momento él también lo creía. Los meses han pasado y ahora se da cuenta de que su enfermedad no es curable sino que se podría cronificar. “Prefiero la economía de la verdad en lugar de la mentira”, me dice. A Michael Robinson le ha tocado vivir dos guiones muy opuestos. Un primer médico le contó que, a cambio de 14.000 € cada mes, su vida se podía alargar pero sin esperanza. Y otro le pintó una realidad muy diferente. Tenía un 37 % de posibilidades de curarse gracias a la inmunoterapia y un 10 % de morir. Esta diferencia abismal es difícilmente comprensible y aceptable, según mi modesto punto de vista. Michael Robinson tiene la suerte de tener relaciones y haber conocido a médicos que le ayudaron pero, ¿y los demás? ¿Cómo saber, al recibir una sentencia de muerte, que existe una esperanza real si no tenemos los recursos adecuados? 

Rabia emocional 

El periodista me cuenta esta historia con una gran “rabia emocional”, como la define él mismo. “Para no vivir tenía que pagar 14.000 € al mes y para vivir, nada…”. No tenía ni idea de lo que era la inmunoterapia pero fue muy consciente de que no iba a recurrir a los servicios del Dr. Google. Fue un artículo publicado en The Guardian lo que le hizo pensar que quizá existía otra posibilidad. Y así fue. “Me tratan cada quince días durante media hora exclusivamente con inmunoterapia en un ambiente, además, casi festivo. Las enfermeras son impresionantes. Cómo te animan, te gastan bromas…”. La inmunoterapia por desgracia no ha funcionado en su caso, como he dicho anteriormente. Pero “los médicos están intentando crear una vacuna a medida tras haber analizado los tumores. Mientras tanto estoy tomando dos fármacos que deberían frenar el desarrollo de las metástasis”. 

Peter Pan

Este ex jugador de fútbol no solo se apasiona por el deporte sino también por las letras. Me cuenta que ha compuesto canciones, que ha tenido largas charlas con Chris Martin, el cantante de ColdPlay, que Phil Collins es amigo suyo, que su ídolo cuando era joven era John Lennon; y se pone a cantar…  “Ataco los malos pensamientos como si fuese Peter Pan”, dice riéndose y actuando como si tuviese una espada en la mano. Si algo caracteriza a Michael Robinson es su maravilloso sentido del humor, so british

Vulnerabilidad 

Tras muchas horas de conversación creo que empiezo a conocerle un poco más.  Michael Robinson es tierno, comprometido. Y humano, muy humano. La vulnerabilidad es un tema que le conmueve mucho. Si hace unos meses, estaba ultimando los detalles de su fundación, hoy en día lo ha parado todo porque no sabe lo que le va a ocurrir y no quiere emprender un proyecto sin ser capaz de gestionarlo.

Contar historias

Michael Robinson: a head full of dreams. Ilustración de Cristina Sin

Ilustración Cristina Sin

Sigue trabajando, utilizando el deporte como pretexto para contar vivencias y transmitir mensajes. Si meses atrás contenía las lágrimas contándome que tenía que deshacerse de su casa de Biarritz, ahora se sigue emocionando porque ya es un hecho, la ha vendido. Y parece que esta noticia le hace sufrir más que el propio cáncer. Piensa en su enfermedad y no se puede permitir vivir en un país en el que no puede comunicar bien si ocurre algo. También piensa que, si debe abandonar su trabajo, no podrá hacer frente al mantenimiento de la casa de sus sueños. Pero sabe que sus cenizas se esparcirán allí.  Desde hace más de 30 años vive dichosamente en España, país que eligió cuando tuvo que escoger un nuevo equipo al dejar el suyo en Inglaterra. Aterrizó en Pamplona, en el Osasuna, y le gustó lo que sintió al conocer a su gente. 

Detrás del personaje 

Ya lo he mencionado, solo conocía a Michael Robinson de nombre. Mientras le escuchaba me daba cuenta de que tenía delante de mí a un hombre muy sensible y, quizá, poco seguro de sí mismo. Hizo falta la enfermedad para que se diera cuenta de verdad del cariño, no solo de las personas que le rodean -eso ya lo sabía-, sino de un país entero. No pude retenerme y le pregunté sobre su autoestima, porque me pareció que quizá no se había querido mucho en otra época de su vida. Es una fantástica pregunta. Y tengo una muy buena respuesta [Nos reímos]. A los 19 años, fui el futbolista más caro del mundo. Pero me consideraron un fracaso porque no metía tantos goles, aunque era el máximo goleador del Manchester City. Tan joven, me fui a vivir solo, lejos del ámbito familiar. Tras un partido fuera, leyendo los periódicos, me di cuenta de que, una vez más, no daba la talla. Y nadie en mi club me apoyaba.

Sentimiento de soledad 

Me sentí muy solo. En esta época solo podía ir al cine cuando la sala estaba totalmente a oscuras, y me tenía que imaginar el final porque tenía que salir antes para que nadie me pudiera reconocer. Era así para todo. Un día me levanté y decidí alejarme de mi realidad”. Y me describe este viaje de tal forma que pude imaginarme a aquel chico de tan solo 19 años descubriendo la vida y el poder de la primera tarjeta American Express que le permitió comprar un billete de avión one way para Nueva York, un lugar que no conocía. Cuenta esta historia de forma muy humilde porque lo es. La fama, el éxito no lo han transformado en uno de estos personajes públicos con un ego desmesurado. Entiendo cada vez mejor los tuits…. 

¡Abracadabra!

Me sigue contando su historia. Al llamar a sus padres para que no se preocupasen se dio cuenta de que, por culpa de su acto temerario, “viví mi propio funeral deportivo. Criticaron todos y cada uno de los aspectos de mi vida. Ojalá hubiera vivido la mitad de las cosas que se dijeron sobre mí. Era muy tímido en esta época. Ni me atrevía a acercarme a una mujer…”. A su regreso, le multaron por haber dejado su club. “Yo solo quería que alguien me escuchase, nada más. Pero no fue así. Me dijeron que lo que necesitaba eran hostias”. Tras este momento, digno de una película, Michael me cuenta que se fue de nuevo a Nueva York, avisando a sus padres en esta ocasión, “porque no aceptaba haber sido tratado como una mercancía. Antes de ser futbolista, soy una persona.

Si eres capaz de tratar a los dos impostores de tu vida -el fracaso y el éxito- con la misma indiferencia, entonces serás un hombre

En Nueva York aprendí la cosa más importante de mi vida. Compré un libro de poemas de Rudyard Kipling en el que se publicaba if [Si]. Y en una frase el autor, dirigiéndose a su hijo, le dice: si eres capaz de tratar a los dos impostores de tu vida -el fracaso y el éxito- con la misma indiferencia, entonces serás un hombre. ¡Abracadabra! Mi vida estaba resuelta. Nunca fui tan grande como para ser el mejor futbolista del mundo, pero nunca fui tan malo como para que luego apestase. En mi vida nunca he planteado la cuestión de mi propia autoestima; tampoco he pensado si valía mucho, poco o nada. Siempre he tratado a mis dos impostores con la misma indiferencia. Eso sí, desde que publiqué mi enfermedad, me he sentido querido de verdad. Desde los 50 estoy en paz con mis defectos y mis virtudes. Eso no significa que no intente ser mejor con el paso del tiempo, pero me siento acorde conmigo mismo”. 

Su presente

Cuando se le ve, nada hace pensar que padece cáncer. Porque el cáncer no siempre se ve, aunque parezca que si no tienes los estigmas de la enfermedad, “ya no tienes cáncer” como algunos claman equivocadamente. Como decía, se levanta para fumar, bebe (su médico le ha permitido hacer vida normal), también recurre a terapias complementarias -”no me van a curar pero me ayudan anímicamente”- como sesiones de reiki y de acupuntura que le da su mujer, doctora en medicina china y “timón de la familia”. Sus largas caminatas diarias con sus perros le mantienen en forma puesto que no puede practicar deporte de impacto por culpa de una prótesis de rodilla. 

El apoyo del público 

Al hablar conmigo de su juventud y de su presente, me doy cuenta de que Michael Robinson-y me lo confirma- sigue en estado de shock frente a la avalancha de mensajes de cariño que recibió a las 24 horas de anunciar públicamente su cáncer en el programa de Carles Francino La Ventana, de la Cadena SER. Cuando le pregunto por qué se extraña tanto, me contesta: “simplemente es mejor no saberlo. Estas muestras de cariño no solo me han ayudado muchísimo, es que me dan ganas…”. Su trabajo ha sido y es llegar a los españoles a través de diferentes programas. Siempre con cariño, con ilusión, no como una obligación porque “no se puede tratar a la gente como carne de cañón”.

Ni hablar de ser un enfermo profesional 

Al escuchar estas palabras no puedo dejar de pensar en las relaciones paciente-médico cuando uno espera atención y escucha del otro. “No se puede hacer negocio con la vulnerabilidad de la gente, es obsceno”. En la actualidad, atiende a la prensa pero no quiere ir por la vida sacando partido de su enfermedad, siendo “un profesional enfermo”. No le gusta el chantaje moral en torno al cáncer para conseguir dinero. Tampoco quiere dar pena.

Ser aspiracional 

“Quiero ser aspiracional, contagioso. De momento no hay nada que lamentar. No pienso morir. Antes de estar enfermo, era muy torpe con el tema del cáncer. Porque no sabía qué decir. Ahora prefiero hablar yo mismo de lo que me pasa, ante todo para normalizar la enfermedad y para acallar posibles rumores. Hablar conmigo no debe ser un campo minado, se me puede hablar de todo”. Y lo he comprobado durante estos últimos meses, teniendo la suerte de que confiase en mí lo suficiente para abrirse. 

Vivir día tras día 

El cambio de diagnóstico le está haciendo tomar otros caminos en su vida, porque se ha dado cuenta de que todo puede cambiar de un día para otro. Michael Robinson sigue siendo optimista aunque quizá es más consciente que hace unos meses de que sí puede morir. Pero las últimas noticias son buenas y los equipos médicos se han dado cuenta de que la medicación está funcionando. El sentimiento de enorme alivio se percibe cuando me lo relata. “Desde mi diagnóstico, no diría que mi vida ha cambiado radicalmente; sigo moviéndome por vanidad, dice riéndose. Emocionalmente, y no debería decirlo, no estoy nada contento de tener un cáncer.

“No se puede hacer negocio con la vulnerabilidad de la gente, es obsceno”

Enfrentarse a la enfermedad

Este hombre que pensaba que el cáncer “es algo que le pasa a los demás, tú te ves indestructible”, hasta hace poco no se sentía enfermo porque hasta marzo no notaba ningún efecto secundario. “He llegado a pensar que hay un pobre hombre paseando por Madrid con una terrible enfermedad y no lo sabe. Creo que se han confundido con los resultados porque yo no siento que tengo cáncer. No tengo dolor, no tengo nada”. Eso pasaba con la inmunoterapia.

Efectos secundarios

Con los nuevos fármacos, Michael está empezando a tener fiebre por las tardes y las noches. Pero “es poco peaje” me cuenta tan positivo como siempre. “Si el medicamento está matando el tumor, también me está matando”, y bromea “hay que buscar el empate”. Es lo que están haciendo actualmente los médicos que tras interrumpir el tratamiento debido a estas fiebres tan altas que dejaron a Michael KO, volvieron a dárselo con dosis diferentes. Pero él, hasta sufriendo, consigue sonreír… Es una de las fuerzas de Michael Robinson; la otra que tanto le mueve es que sigue teniendo la cabeza llena de sueños. 

 

*Una cabeza llena de sueños A head full of dreams de Cold Play

** “Rara vez una persona puede llegar a sentir tantas muestras de cariño como estoy recibiendo. Si por un momento me faltará el ánimo, ya me habéis reforzado. Estoy muy agradecido y sintiendo como si estuviera en Anfield cuando cantaban you’ll never walk alone. Miles de gracias!!” [nunca caminarás solo]

 

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