Entrevista a Carlos López-Otin: "Nada salvará más vidas que le prevención"

 

Por Javier Granda Revilla

Carlos López-Otín nació en Sabiñánigo (Huesca), en 1958.  Es catedrático en el Departamento de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Oviedo. Su investigación se centra en enfermedades como el cáncer, la artritis o las enfermedades hereditarias. Junto a Elías Campo, dirige el proyecto español para la secuenciación del genoma de la leucemia linfática crónica, inscrito en el Proyecto
Internacional del Genoma del Cáncer. La docencia es otro de los ejes de su actividad: ha publicado tres libros de divulgación, editados por Planeta, y este mes de octubre ha concluido una gira de conferencias en favor de la Asociación Española Contra el Cáncer que lo han llevado por toda España.

¿Cómo surge su interés en la investigación oncológica?

De la curiosidad por la vida y del afán de contribuir al conocimiento de las enfermedades. Nací en Sabiñánigo, un pequeño lugar del Pirineo Aragonés; allí, rodeado de una imponente y exuberante naturaleza, descubrí lo que significa asombrarse por la vida, nada hay comparable a ello. Desde entonces, cada día de mi propia vida, he estudiado y trabajado para intentar comprender las claves moleculares de los procesos biológicos y las imperfecciones que nos convierten en seres frágiles y vulnerables ante tantas y tantas enfermedades que nos acompañan y nos abruman. Entre ellas, el cáncer ocupó siempre un lugar preferente en mi mente, por su complejidad, por su alta incidencia y porque es la enfermedad que nos hace percibir más de cerca y con más intensidad la fragilidad humana y “la falsa invulnerabilidad de la felicidad” como dice la maravillosa Silvia Pérez Cruz en su canción Mañana.

¿Cuáles cree que han sido los hitos más relevantes en los últimos años?

En la Oncología, como en cualquier otra disciplina médica y científica, los avances siempre vienen del esfuerzo, del conocimiento y de la tecnología. En mi opinión, los dos avances recientes más generales en cuanto a nuevos tratamientos oncológicos son el desciframiento de los genomas del cáncer y la inmunoterapia antitumoral. Con la primera aproximación se pretende descifrar las mutaciones concretas de cada tumor de cada paciente y con ellas se abre la posibilidad de una Oncología personalizada y de mayor precisión. Con la inmunoterapia se persigue reforzar la respuesta inmunitaria antitumoral, con objeto de favorecer la eliminación en nuestro organismo de las células transformadas que han causado un determinado tumor. Hay tumores como los melanomas malignos o diversos tumores hematológicos
en los que distintas formas de inmunoterapia han proporcionado éxitos extraordinarios.

¿Ha mejorado la investigación traslacional y los avances llegan ahora más rápido a los pacientes?

Han mejorado muchas cosas en este sentido, pero todavía no es suficiente. La prudencia debe presidir la introducción de
cualquier nuevo medicamento. La máxima primum non nocere (lo primero es no hacer daño) sigue vigente desde el lejano pasado hipocrático, pero hay mucho margen de actuación para evitar retrasos en el proceso de la traslación de los avances en el laboratorio a la práctica clínica. En este ámbito, los nuevos modelos de investigación como los basados en el empleo de organoides o los nuevos formatos de ensayos clínicos han comenzado a generar resultados muy prometedores.

¿Qué supone que ahora se sobreviva más al cáncer?

Representa una gran fuente de esperanza frente a la idea ampliamente instalada en nuestra sociedad de que cáncer y muerte son términos sinónimos. Sin embargo, las estadísticas son muy claras al mostrarnos que el número de personas que se curan de un tumor maligno ya es mayor que el de los que no logran superar la enfermedad. Esto significa que, en general, es más probable curarse de un cáncer que no hacerlo. Además, hay tumores que todavía no se pueden curar, pero se pueden cronificar y convivir con ellos durante años. De todas formas, nunca hay que ser complacientes con lo insuficiente, pues hay algunos tipos de tumores en los que las tasas de curación son
mínimas. Es en ellos en los que hay que multiplicar el esfuerzo y la investigación.

¿Mientras haya vida habrá cáncer?

La verdad es que esa es mi opinión y he procurado sostenerla con argumentos que se describen con detalle en Egoístas, inmortales y viajeras. El cáncer es una enfermedad muy antigua y forma parte de nuestro legado evolutivo. En el libro, relato la larga historia del cáncer, expongo casos de tumores muy antiguos e incluso, en uno de los capítulos, tomo la personalidad de un dinosaurio que trata de buscar solución a un cáncer óseo que le está robando la vida. Los dinosaurios tuvieron tumores malignos, lo mismo que los tienen las plantas o cualquier organismo con un mínimo grado de complejidad celular. Por tanto, mientras poseamos un cierto componente biológico en nuestros cuerpos y no seamos esos robots metálicos a los que algunos parecen querer condenar a los humanos, el cáncer estará presente en nuestras vidas.

«Mientras poseamos un cierto componente biológico en nuestros cuerpos y no seamos esos robots metálicos a los que algunos parecen querer condenar a los humanos, el cáncer estará presente en nuestras vidas»

¿La prevención sigue siendo una asignatura pendiente?

Nada salvará más vidas que la prevención. Ni los tratamientos más sofisticados, ni los avances científicos más sorprendentes llegarán tan lejos como la posibilidad de anticiparse al desarrollo de los tumores. Las medidas preventivas son muy claras y contundentes, pero nos empeñamos en no seguirlas o en no prestarles demasiada atención. La gira de conferencias que he emprendido por toda España en favor de la Asociación Española contra el Cáncer trata de explicar las claves del cáncer y de las nuevas terapias, pero una parte importante del
mensaje es el que se resume en apenas tres palabras: prevenir para vivir.

«Las medidas preventivas son muy claras y contundentes, pero nos empeñamos en no seguirlas o en no prestarles demasiada atención»

¿Cree que, al hablar de curaciones o remisiones, se abusa de metáforas bélicas? ¿Cómo vive la proliferación de bulos referidos al cáncer?

Sobre el cáncer creo que lo mejor es hablar con naturalidad, sin abandonar nunca el rigor y evitando caer en la banalización o en la repetición de frases estereotipadas. Es una enfermedad que afecta a muchos millones de personas en el mundo. No olvidemos que este año 2022, ya sabemos que en España se diagnosticarán en torno a 300.000 nuevos casos de cáncer. Por eso, siempre digo que lo asombroso es no tener cáncer.

«No se puede continuar estigmatizando esta enfermedad ni a los pacientes que la padecen»

No se puede continuar estigmatizando esta enfermedad ni a los pacientes que la padecen. Ni se debe hablar de ella con eufemismos como el de “una larga enfermedad” ni utilizar lenguajes bélicos ni épicos para describirla. Tampoco se puede prometer lo que no se puede cumplir. Hay que entender que los bulos sobre tratamientos mágicos o remedios infalibles no ayudan en nada ni a los enfermos ni a sus familias. Lo que hay que hacer es seguir trabajando sin descanso, cada uno en la parcela que le
corresponde, y ayudar en todo a los pacientes, que ni son héroes ni pretenden serlo, lo que quieren es curarse.

¿Cómo ayuda una buena alimentación a los pacientes? ¿Y el apoyo emocional?

La nutrición adecuada es una estrategia fundamental para prevenir el cáncer. El libro dedica un largo capítulo a este tema. Además, se recoge el conocimiento más actual sobre algunas dietas que pueden ayudar a que los tratamientos oncológicos sean más efectivos. Con el apoyo emocional sucede algo parecido. Un buen soporte psicológico proporcionado por profesionales expertos o la práctica de la meditación o del yoga, por mencionar algunas formas de ayuda emocional que yo mismo utilizo, es siempre recomendable. El cáncer tiene muchas caras distintas, por eso hace falta mucho talento médico y científico para afrontarlo, pero también son necesarias muchas miradas y muchos abrazos. Todo ayuda, pero ninguna dieta curará el cáncer, ningún pensamiento positivo se lo llevará de nuestras vidas.
No nos veamos obligados a ser positivos, porque podemos acabar muy frustrados si creemos que otros se curan o resisten mejor los tratamientos porque son capaces de interpretar o sobrellevar mejor su enfermedad. Luis Cernuda dejó escrito que es “imposible con nubes abrazar hasta el fondo un cuerpo”; pues en el cáncer pasa algo parecido, en mi opinión sigue siendo imposible curar un tumor maligno con nubes, sean del tipo que sean.

«Todo ayuda, pero ninguna dieta curará el cáncer, ningún pensamiento positivo se lo llevará de nuestras vidas»

¿Cuál es el primer consejo que le daría a una persona que ha sido diagnosticada hoy?

Que confíe en la medicina y en la ciencia. Estas disciplinas no tienen todas las respuestas, pero por ahora son las más fiables y las más reproducibles para abordar el cáncer y cualquiera de los muchos males que hay en el mundo. Después, le recordaría lo que acabamos de comentar: estamos en un tiempo en el que, en general, ya es más probable sobrevivir al cáncer que sucumbir
a la enfermedad. Por último, le diría que hay unos pocos que trabajan cada día con discreción para seguir regalando vida, salud y tiempo a los enfermos con cáncer.

¿Qué va a encontrar el lector en su trilogía y, especialmente, en Egoístas, inmortales y viajeras?

La vida en cuatro letras, El sueño del tiempo y Egoístas, inmortales y viajeras componen la Trilogía de la Vida. De alguna manera se puede decir que son libros de viajes, viajes al centro de la vida y de las emociones, al centro de las claves del tiempo y del envejecimiento y, por último, al corazón de enfermedades como el cáncer. No son libros pesimistas, todos hablan del aprecio por la vida, lo mejor que tenemos y lo que más me interesa, no solo desde el punto de vista científico, sino desde una perspectiva social. Mis grandes preguntas ya no son solo
acerca de las claves de la salud y de la enfermedad, o de dónde venimos o de qué estamos hechos, sino también sobre las relaciones humanas, por qué surgen la violencia, la perversión, la envidia, el odio o la desigualdad. Con frecuencia, pienso en si será posible que, frente a estas emociones y condiciones que parecen crecer sin freno, quede espacio y tiempo para el altruismo, el afecto, la curiosidad, la empatía y la solidaridad. De todo esto escribo en mis libros, acompañando sus páginas con bandas sonoras, carteleras de cine o galerías de arte que complementan e impulsan mis ideas sobre la vida y la armonía molecular que la hacen posible.

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