Por Valérie Dana

María Hernández Martí en su libro (cómic) ‘Que no, que no me muero’ nos habla de vida, de las experiencias de una paciente de cáncer a través de sus pequeñas historias, que siguen el orden alfabético (G de gracias, H de hospital, P de porros o V de vinos, por ejemplo). Aunque el sentido del humor está muy presente, el libro no deja de hablar de una cruda realidad.

¿Eres tú la protagonista, Lupe? 

No del todo. Lupe está compuesta a partir de distintas personas, una de ellas soy yo, pero hay bastantes más. Tuve mucho material para documentarme y para prepararle documentación gráfica a Javi [autor de los dibujos]. Al hacerlo, sí me utilicé a mí misma, por razones obvias de respeto a la intimidad de las demás personas. Lupe tiene virtudes de las que yo carezco; la principal es que es ficticia (eso ayuda mucho; la realidad es agotadora e inabarcable). Otra virtud de Lupe: es bastante dueña de sus silencios. Yo estallo y pierdo los nervios con más facilidad. Pero sí, tenemos en común la impulsividad y el humor absurdo.

¿Esta serie de historias te llegaron porque estabas en un proceso de cáncer? 

Algunas de ellas sí. Otras no, no tienen nada que ver con la enfermedad, como las que hablan de facturas impagadas, de dificultades laborales… Son cosas que nos pasan a todas, pero que cuando estás enferma adquieren más peso.

¿Qué ha supuesto para ti tener cáncer? ¿En qué momento estás? 

Ha supuesto un terremoto, un cambio importante en mi vida en muchos sentidos. Ha alterado por completo mi vida personal y profesional, y me ha hecho muy consciente de mi fragilidad física y emocional. He perdido por completo la ilusión de control, que antes era una parte clave de mi personalidad. Tenía (o creía que tenía) que controlarlo todo. Me encantaría decir que he madurado muy rápido, pero creo que más bien he envejecido muy rápido. La diferencia, creo, está en que tengo miedo, por mí y por los míos.

¿En qué momento estoy?…
Supongo que te refieres al cáncer. Me diagnosticaron cáncer de mama en septiembre de 2009. Tras la cirugía, la quimio, la radio y la inmunoterapia, terminé con el tratamiento hormonal en 2015. Paso controles anualmente (mamografías, ecografías), y todo va bien. Convivo con las secuelas con la máxima normalidad a mi alcance. Y, bueno, desde 2013 tengo otro problema de salud que no tiene nada que ver con el cáncer de mama y que me dificulta la vida bastante. Pero aquí estoy, haciéndolo lo mejor que puedo.

¿Cuál era tu mirada sobre el cáncer antes y ahora? ¿Antes formabas parte del tipo de personas que describes en tu libro?

Antes de padecerlo no pensaba en él. Creía que era una de esas cosas que solo les pasa a los padres o a los abuelos de los demás. Lo veía lejos. Ahora tampoco tengo que pensar en él porque es como un país en el que he vivido, siento que lo conozco, aunque claro, la experiencia de cada una es diferente. Pienso que antes yo no era como las personas que describo, porque siempre me he esforzado mucho, desde pequeña, en no meterme en las cosas de los demás, en no ser invasiva. Mi familia me educó así, y siempre he sido muy defensora de mi espacio propio, de mi metro cuadrado, y por extensión, del de cada cual. Creo que por eso me enfado tanto cuando me invaden. Y por eso le transferí la indignación a Lupe. Pero digo ‘pienso que’ porque nunca puedes estar segura de no meter la pata sin querer.

¿Por qué un cómic?

Eso fue idea (muy buena idea, creo) de mis editores, Sheila Melhem y Antonio León, de Modernito Books.
Yo me limité a confiar en ellos y a ser feliz cuando vi la excelente adaptación que hizo Javi de mis cuentos.

«Que no, que no me muero» by Javi de Castro

Javier, ¿has tenido miedo a la hora de dibujar a Lupe?

Cuando hablo de miedo, desde la experiencia de tener ilustraciones en esta revista, quiero decir miedo a herir sensibilidades… ¿O ha sido un proceso de creatividad igual que en otras ocasiones?

No, no he tenido miedo, no me pareció que hubiera peligro de herir sensibilidades con este cómic; no vi nada ofensivo en las historias ni en la forma de representar al personaje. También, es que me parece que cuando haces un trabajo creativo no puedes estar
en todo momento pendiente de si alguien podría ofenderse, porque entonces te autocensurarías permanentemente y nunca harías nada. Siempre hay alguien a quien puede sentarle mal algo, por sensible y cuidadoso que seas. No pensé que los lectores de este cómic tuviesen que ser tratados de forma diferente que los de mis otros cómics, y sigo sin pensarlo.

¿Qué significa para ti la palabra cáncer? ¿Realizar este cómic ha cambiado en algo tu percepción de la enfermedad?

Cáncer es una enfermedad, y como cualquier enfermedad da miedo. Desde el primer momento, compartía mucho el tono y la forma de tratar el tema con María, aun así creo que nunca me había dado cuenta de lo cansado que puede ser ‘soportar’ a la gente que te rodea.

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