La de veces que me pregunta la gente: ¿qué tal estás? Y, automáticamente, ellos mismos responden: estupenda, estás muy bien, tienes un aspecto increíble. Que pelo más bonito tienes, y cómo te ha crecido, bla, bla, bla.
A veces, es mi propia madre quien me dice «tú lo que tienes es: nada, yo no quiero que estés mal». Y a mí se me queda esa cara de tonta, que no sabes si mandar a la gente a paseo o gritarles. Estoy, que no es poco.
Eso me da qué pensar, ya no sé si lo dicen de verdad o lo dicen por compasión, sé que muchos de ellos me quieren, sé que mis hermanos y sobrinos han estado pendientes de mí, y realmente sienten lo que me pasó, como también sé que a otros “conocidos” les da un poco igual, nunca han formado parte de mi vida, solo que el rumor sobre mi enfermedad les ha levantado la curiosidad. Afortunadamente, me siento bien, aprendí a disfrutar de mis cosas, esas que tengo a mano y que me llenan la vida. Para vivir bien, tengo pocas necesidades, solo quiero rodearme de personas auténticas, ¡qué importante es la amistad en los malos trances! Yo tengo la suerte de tener además de familia tenerla a ella, mi amiga Paloma.
El que yo escriba hoy esto viene motivado porque conocí a una mujer, estupenda y realista, con su enfermedad, que es también la mía, recordemos: cáncer de mama. Ella no quiso reconstruirse, ni quiere que mucha gente lo sepa, precisamente, porque no soporta el «¿qué tal estás?». Todas las decisiones son respetables, pienso yo.
Y entre todo este lío de personas que van y vienen por mi vida, mi amiga Paloma, siempre ahí, pregunta cuando debe, y sabe cómo hacerlo, ella fue quien sabía que cuando me quedara sin pelo lo iba a pasar mal, y se anticipó, me hizo dos cortes de pelo, el segundo de vuelta en el espejo, me llevó a un lugar donde conseguiría una peluca bonita y barata, me dibujaba la sonrisa, ella en un verano de mucho calor cuando estaba recibiendo la quimio venía por las siestas solo un ratito a tomar café conmigo. Me hacía reír, me llamaba “Presumía”, me pintaba las cejas, me llevaba a las rebajas, me hizo reír cuando más necesitaba sacar la sonrisa, me regaló unos cuantos pañuelos, hizo tantas cosas a cambio de nada, solo por ser mi AMIGA.
Ella, mi marido y mi hijo fueron las personas que día a día estuvieron físicamente a mi lado, las que me daban ese abrazo que tanto necesitaba. Posiblemente, es egoísta de mi parte no haber contado antes esto tan importante, la enferma era yo y todos, desinteresadamente, lo compartieron conmigo. De sobra lo he sabido y sentido siempre pero nunca lo había contado, ellos se quedaron sin vacaciones por mi culpa e hicieron que no lo notara, nunca lo he agradecido lo suficiente: mi marido siempre conmigo, salíamos por la noche a pasear, a veces si me apetecía nos sentábamos en una terraza, otras, caminábamos, siempre a mi ritmo. Mi hijo: yo procuraba que no notase que estaba mal, él sabía que no me sentía bien, incluso un día me dijo: mamá, quítate ese pañuelo que tanto calor te da, yo te quiero mucho y calvita también me gustas. Y Paloma, que venía casi todas aquellas tardes calurosas, tomábamos café y charlábamos, siempre de cosas agradables. Hablábamos del futuro, de cuando me creciera el pelo, ella es profesora de Estética y Peluquería, está de sobra preparada para cuidar mi imagen, incluso llegó a hacer un curso sobre estética en pacientes oncológicos, creo que por mí.
Cuando me empezó a salir el pelo, salió muy rizado, no me gustaba, y allí estaba ella alisándome y poniéndome tratamientos especiales. Con el tiempo, mi pelo creció, ahora dice que lo tengo largo, quiere darme un corte especial y ponerme mechas; mi marido dice que cuando lo tenía cortito estaba muy guapa, quiere que me lo corte; mi hijo dice que le gusta el pelo largo y que no me corte. Yo espero que crezca hasta tener 30 cm de largo que será cuando después del tratamiento de brillo y fuerza del cabello que mi amiga me hará, me lo cortaré y donaré para que fabriquen una peluca y algún niño pueda aprovecharlo.
No hay duda. Los amigos y seres queridos benefician seriamente la salud. En mi caso, Paloma fue y es la fuerza que necesito a veces. Ella se esfuerza por escucharme aunque no siempre tengan respuesta a mis miedos.
Con esto no quiero dejar al margen a los otros componentes de mi vida que también comparten mis sentimientos y emociones, pero, en esta ocasión, es a Paloma a la que quiero dar un poco más de protagonismo en esta historia. Es cierto que hay amigos y AMIGOS, pero es ella quien conoce mis defectos y a pesar de eso, permanece a mi lado.
Los otros, los que comparten sangre conmigo (familia) también son grandes amigos, y sé que pase lo que pase, estarán ahí porque forman parte de mi vida, pero hay algo muy claro: los amigos que se ganan el título de compañeros de vida son como nuestro tesoro y gracias a ellos mantenemos siempre la llama del amor encendida.
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