Que no te pare el linfedema
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Ejercicio físico y linfedema

Gracias a los avances en las técnicas quirúrgicas y las investigaciones realizadas en este campo, existe una mayor conciencia e incluso control sobre este efecto secundario. No obstante, sigue teniendo una prevalencia importante dependiendo del tipo de cirugía que se haya realizado y otros factores, por lo que es elemental aprender a vivir con él sin que suponga límite en una vida normal. El ejercicio físico se recomienda cada vez más a pacientes oncológicos dado su valor para la mejora de la salud general y el pronóstico de la enfermedad. ¿Qué ocurre si existe linfedema?

¿Es seguro hacer ejercicio?

Aún encuentro mujeres a quienes se les indica que a partir de la operación, poco más o menos han de fingirse mancas porque no deben coger peso con el brazo del lado afectado. ¿Acaso estas mujeres no van a poder aupar a sus hijos/nietos nunca más? ¿Ir a la compra solas? ¿Trabajar con normalidad? La sombra de las recomendaciones del pasado es muy alargada, vivamos el presente.

Entrenamiento de fuerza y linfedema

Como decíamos, aún existe la leyenda de que si hay riesgo de linfedema, el brazo del lado afectado no debería utilizarse aunque aún no haya aparecido este efecto secundario. El linfedema puede manifestarse años más tarde tras la cirugía. Dicha indicación supone no solo una mayor presión emocional, si no también la pérdida de la funcionalidad, atrofia muscular y limitación del rango de movimiento y por tanto de la calidad de vida de la paciente. En el punto de mira de esta indicación conservadora, por supuesto, el entrenamiento de fuerza.

Acudir a un terapeuta especializado 

Desde hace años se investiga sobre este tema y la conclusión es clara: el ejercicio físico con cargas NO aumenta el riesgo de linfedema tras una operación de cáncer de mama. Evidentemente, es necesario que un terapeuta especializado realice una evaluación de cada caso. Pero la movilización del brazo y su entrenamiento con cargas es, no solo posible, si no extremadamente beneficiosa para el estatus general de salud y el desarrollo de una vida absolutamente normal. En caso de que exista riesgo, y repetimos, tras la evaluación de un terapeuta especializado, las investigaciones realizadas indican que los riesgos de la inmovilización del brazo afectado pueden ser mayores a los de su entrenamiento, eso sí, éste debe ser progresivo y preferiblemente supervisado.

¿Qué hacer entonces?

En una revisión de artículos publicada en 2016, se evaluaron los efectos de seis investigaciones específicas sobre linfedema y entrenamiento de fuerza en los que, en total, habían participado más de ochocientas pacientes. Dentro de las conclusiones del artículo, se concreta cómo el entrenamiento de fuerza con pesos moderados a altos (en progresión), suponían una mejora de la fuerza en los brazos sin incremento del riesgo de linfedema o de aparición de sus síntomas.

Seguir las recomendaciones 

Los entrenamientos de fuerza tienen una serie de recomendaciones basadas en los principios de progresión, frecuencia, intensidad y volumen.  Es necesario controlar la ejecución técnica de los ejercicios. Por ello es recomendable que exista supervisión durante los entrenamientos al menos hasta alcanzar el nivel de intensidad necesario para obtener las mejoras propias del entrenamiento de fuerza.

¿Y el ejercicio aeróbico?

Andar, correr, nadar, montar en bicicleta… muchas de estas opciones se ofrecen a pacientes oncológicos (quizá correr no tanto), a veces con acierto y a veces con no tanto porque cada caso es un mundo. Lo que sí es cierto, es que los beneficios del entrenamiento de tipo aeróbico son tan universales para la población, que son la piedra angular de las recomendaciones en el ámbito de salud junto con las actividades cuerpo-mente. Quizá porque son opciones económicas y accesibles.

Sea como fuere y en lo que respecta a este tipo de ejercicio físico y el linfedema, tampoco hay nada que decir en negativo. En todo caso, la natación podría ser la actividad más controvertida porque requiere de una cierta capacidad de movimiento del hombro, que en ocasiones está comprometida por causa de la cirugía. Pero insistimos en que la supervisión de los ejercicios y su adecuación a las realidades de cada persona es la clave a cada duda.

Recuperar el control sobre nuestra vida

Por desgracia, no está en manos del ejercicio la prevención del linfedema.  Es un efecto que desde el entrenamiento no podemos evitar o reducir (como sí ocurre por ejemplo con la fatiga) pero sí tenemos que recordar algo: que si bien el ejercicio no mejora el linfedema, tampoco lo empeora. Ahora, sí tiene efectos en otros muchos daños colaterales del cáncer y no podemos perder la oportunidad de recuperar el control sobre nuestra vida.

Referencias.
1. Linfedema [Internet]. National Cancer Institute. [cited 25 May 2019]. Available from:

https://www.cancer.gov/espanol/cancer/tratamiento/efectos-secundarios/linfedema/linfedema-pro-pdq#_20_toc

2. Candón Liñán Á, Sánchez Oliver A, Galancho Reina I, Suárez Carmona W, González Jurado J. Ejercicio físico, obesidad e inflamación. EsmásF Revista Digital de Educación Física [Internet]. 2016 [cited 25 May 2019];7(41):65-82. Available from: http://emasf2.webcindario.com/EmasF_41.pdf

3. Nelson N. Breast Cancer–Related Lymphedema and Resistance Exercise. Journal of Strength and Conditioning Research. 2016;30(9):2656-2665.

4. Ammitzbøll G, Johansen C, Lanng C, Andersen E, Kroman N, Zerahn B et al. Progressive resistance training to prevent arm lymphedema in the first year after breast cancer surgery: Results of a randomized controlled trial. Cancer. 2019;125(10):1683- 1692.

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