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Cuando una persona enferma o anciana tiene que estar mucho tiempo bajo el cuidado de sus familiares,  no siempre es fácil para estos. A veces,  estos cuidadores tienen que renunciar a su vida, a su trabajo, a su ocio… en fin, a un montón de cosas que si no tuvieran esa situación de cuidador, no tendrían por qué prescindir de ellas. Pero esto es así.

Cada persona es un mundo y cada uno de nosotros vive su caso a su manera. En ocasiones es el propio enfermo quien demanda y obliga a sus cuidadores sus cuidados. Incluso, a veces también pasa, se vuelve soberbio,  sin tener en cuenta que estas personas tienen su trabajo, su otra familia y su vida.

Durante el tiempo que estuve en el hospital como enferma, tuve la suerte o desgracia de ser cuidada y vecina de enfermos también cuidados. En mi caso, yo obligaba a mi marido a irse a casa a dormir, me sentía muy bien atendida.  Sin embargo, había más enfermos -vi de todo-, personas mayores de lo más déspotas del mundo que no pedían, exigían de su atención y cuidados a los propios familiares que directamente venían de su trabajo a ver a su ser querido al hospital con un tuper de comida y productos de aseo. Esos hijos, padres, o hermanos que ya no tenían fuerza para decir a su enfermo que la situación les había desbordado

También una mujer me contó que se estaba divorciando de su marido porque este no quería tener que buscar a su esposa en el hospital. Estaba cansado de tomar las riendas del trabajo, la casa, los hijos… he de reconocer que el hombre tenía su razón, pero volvemos a la pregunta: ¿Quién cuida al cuidador? Vi a una mujer sacrificada, infeliz, en una situación entre la espada y la pared. Su tiempo estaba pasando, y luego me enteré de que ella misma cayó enferma y, en su caso, nadie fue a cuidarla.

¡Ojo! Recuerdo otra situación de un señora mayor con un cáncer terminal de estómago y dos hijos que se turnaban entre ellos para quedarse con su madre unas horas al día. En cuanto el uno se iba, el otro también, y la buena señora, allí se quedaba con sus alaridos nocturnos que a mí me afectaban, pues era su compañera de habitación, no me dejaba dormir.

A veces pienso que estas situaciones hacen mala sangre a la gente, que lo mejor es que se muera el enfermo cuanto antes. El mundo que nos ha tocado vivir no está hecho para hacer perder el tiempo a la gente, estamos programados para vivir nuestra vida y no la de otros. Pero a veces, los otros requieren nuestros cuidados.  Sé que existen asociaciones, psicólogos y demás que ayudan a los familiares, pero estas ayudas no llega a la mayoría de estas personas.

Y entre estos, hay otros cuidadores de cuidadores: los médicos y personal sanitario. En cierta ocasión, mi doctor vino a la consulta muy acatarrado y, egoístamente, no me gustó. Pensé que si él no venía, vendría otra persona a la que tendría que explicar todo lo mío, ¡con lo parca en palabras que yo soy!

En fin, estas situaciones no van a remediarse, y siguen y seguirán. A mí, como enferma, no me gustaría quitar la libertad de los míos, pero sé que los míos son los que van a tomar las riendas de esta situación. Cuando me pongo a pensar en esto, me gustaría que cuando me llegara la hora, esto fuera de forma rápida, sin enterarme yo y sin largas agonías.

Ya solo puedo decir: ¡Ánimo! a estos cuidadores y paciencia, que es una virtud; a los pacientes, que les cuiden los médicos y sanitarios que para eso son pacientes, y que se constituyan más organizaciones de respiro familiar.

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