Contado así parece terrible, y lo es, pero siempre me parece más terrible cuando los demás cuentan su propia experiencia. En fin, continuo, acabo de cumplir 51 años, llevo casi tres años y medio sin ningún tipo de medicación, solamente tomaba ansiolíticos y antidepresivos por una depresión anterior al cáncer, no querían que los dejara durante estos años, pero en noviembre tomé la decisión de apartarlos de mi «dieta» para poder ver la vida tal y como es, y estoy muy contenta con esa decisión.
Vivo el día a día, cuando esto comenzó dejé de hacer planes, incluso a cortísimo plazo, y con el tiempo he ido poniéndome metas, incluso ya me atrevo a programar un viaje a dos meses vista. Os cuento todo esto para que me conozcáis un poco y para explicar ahora el proyecto de vida que me he hecho.
Yo soy procurador, antes del cáncer había dejado de trabajar como tal para ayudar a mi marido en la gestión de su empresa y a eso dedicaba mi vida laboral. Cuando enfermé tuve que abandonarlo todo ya que, entre otras cosas y además de la gravedad de la enfermedad, me trasladé a vivir durante casi un año a Salamanca, allí fue donde consiguieron «traerme a la vida».
Yo creo que he llevado bien la enfermedad, el tratamiento, los efectos secundarios de lo que llaman «chemo brain» que me afectaron mucho, y pasado un año de mi trasplante comencé a involucrarme como voluntaria en asociaciones como Aeal, Gepac y Fundación Carreras. Hace unos meses decidí comenzar a caminar por un lugar diferente y dedicarme solamente al mieloma (aunque continuo colaborando con la F. Carreras).
Yo siempre quise saber la verdad de mi enfermedad, soy consciente de mi convivencia con la muerte durante muchos meses y, aunque terriblemente asustada, decidí creer y confiar en mi médico y me dejé llevar sin pensamientos más profundos que los que nos acechan por la noche cuando estamos tan malos, con 51 años y dos hijos en edad universitaria.
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