«Inhala y siente el peso de tu cuerpo sobre la colchoneta”. Estamos en una clase de yoga en el GEPAC, Grupo Español de Pacientes con Cáncer, donde se imparte la actividad dos veces a la semana. La mayoría de alumnas, unas 10 o 12, son pacientes de cáncer de mama. Una de ellas, Julia, está convencida de que “el ejercicio tendría que ser parte del tratamiento contra el cáncer”. En su caso, desde que lo practica siente que tiene más movilidad y menos dolores musculares.

Esperanza Bragado, la instructora, ha notado en sus alumnas “mucha mejora postural, así como en la respiración y su estado de ánimo”. Explica que el yoga es un trabajo cuerpo-mente “con el que algo se va liberando, abriendo”, y a través del cual la persona “se hace consciente del cuerpo”. El yoga “tiene algo que te engancha, parece que no trabajas, cuando sí lo haces”, dice. En él, “no hay límites; se puede practicar en cualquier etapa de la enfermedad y a cualquier edad”. Además, “la práctica se puede incorporar a tu vida normal”, asegura.

La palabra yoga viene de yug, que significa ‘unión’. A través del ejercicio físico, la respiración, relajación y meditación, esta milenaria disciplina busca la unión entre cuerpo, mente y emociones; de la persona consigo misma, con los demás y con su entorno.

Un cambio de actitud

Entre otros beneficios, utilizado como complemento al tratamiento contra el cáncer, el yoga puede reducir o controlar algunos síntomas de la enfermedad y minimizar los efectos secundarios de los tratamientos, mejorar la calidad del sueño y el estado anímico de las personas, reducir el cansancio y la ansiedad o disminuir la medicación. Además, ayuda a combatir el dolor a través del control mental y puede contribuir a reducir la fatiga y la inflamación en las supervivientes de cáncer de mama; incluso ayuda después de completar el tratamiento. Otros beneficios demostrados son la reducción del estrés y la mejora de la calidad de vida y la salud general en mujeres con cáncer de mama sometidas a radioterapia.

Marta Marcè, profesora y expaciente de cáncer, reconoce que el yoga “ayuda mucho a un cambio de actitud respecto a la enfermedad, a no estar con el miedo a qué pasará ni dando mil vueltas a la situación”, porque “cuando uno viene a clase entiende que puede hacer algo, toma las riendas y entiende que puede vivir de otra forma, con otro estado mental”. Se trata, en definitiva, “de tomar la responsabilidad ante la enfermedad”, añade.

En Barcelona, el Zentro Urban Yoga ofrece una formación de profesores de yoga para mujeres supervivientes de cáncer. Mercedes De la Rosa, codirectora y fundadora del centro, observa que el yoga “es un apoyo increíble en todo el proceso, desde el diagnóstico, para asimilar la noticia, pasando por la reducción de la ansiedad y el estrés que genera y durante el tratamiento”, tanto físicamente, por la disminución de los efectos secundarios, como a nivel mental, ya que “mejora la energía y la seguridad con la que se afronta la enfermedad”, asegura.

La primera promoción de profesoras imparte clases en la asociación Canvi, cáncer y vida, una ONG que ofrece apoyo emocional al diagnosticado y sus familiares a precios asequibles. El yoga para supervivientes de cáncer incluye ejercicios de respiración y secuencias de posturas que alivian los efectos secundarios de la quimioterapia, la radioterapia, la cirugía y otros tratamientos. Según explica Rosa María Haro, voluntaria en la asociación, “esta clase es adecuada durante y después del tratamiento, y proporciona un lugar seguro que anima y nutre a las mujeres, desde principiantes a experimentadas en yoga”.

Yoga restaurativo contra el cáncer

También en Cataluña, en colaboración con el Servicio de Oncología del Hospital de Mataró, la Fundación Lotus Blau ofrece a pacientes de cáncer, como parte de su Proyecto Oncológico, clases gratuitas de  Mind­fulness-yoga restaurativo, en las que se trabajan posturas de estiramiento muy suaves, relajación guiada, meditación y ejercicios de respiración adaptados a las necesidades del enfermo. En palabras de Nuria Buscá, presidenta de la fundación, “el yoga ayuda a ‘resetear’ tu vida, porque la meditación te centra y te aproxima a tus necesidades; la mente se aclara”. Se trata de “reconocer eso que tenemos que aprender de la enfermedad, de cambio de rutinas, estilo de vida”, además de encontrar “un sentido a lo que está pasando”, nos cuenta.

La psicóloga y expaciente Nieves Recio, quien ha realizado en Madrid la formación The Healthy Breast Program para profesionales de la salud, profesores de yoga y pacientes de cáncer, destaca “tanto la respiración, que aporta mucha energía, como el trabajo físico, que tiene una repercusión a nivel psicológico”. Confiesa que “el día antes de operarme estaba haciendo yoga en la cama del hospital”, aunque reconoce que “notó menos energía durante un tiempo por la recuperación, cuando hay muchas cosas de yoga que no se pueden practicar porque es muy costoso, porque no aguantas el tiempo que deberías o porque la movilidad no te lo permite”.

Por ello, no todas las clases son adecuadas para todo tipo de enfermos ni supervivientes, sino que hay que adaptarlas a sus necesidades físicas y emocionales, explica María Jesús Arenas, profesora de yoga. “En el caso de los pacientes de cáncer, lo utilizo para recuperar a los que padecen depresión; les aporta serenidad, también mejora su energía vital y la forma de afrontar la enfermedad y su quehacer diario”. El yoga restaurativo está especialmente indicado para procesos de recuperación de una enfermedad o cirugía, pues las clases implican un mínimo esfuerzo físico y se centran en la respiración. Antes de practicarlo, hay que consultar con un oncólogo y acudir a instructores experimentados que trabajen con pacientes de cáncer.

RECURSOS

Marta Marcè: mmyoga.es/

Urban Yoga: www.zentroyoga.com

Canvi: www.canvi.org

Fundación Lotus Blau: fundaciolotusblau.org/es/projecte-oncologic/

Nieves Recio, psicóloga: www.psicologosyterapias.com

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