Alectinib es el nombre de una terapia experimental que representa una esperanza para un subgrupo de pacientes con cáncer de pulmón no microcítico (CPNM). Son aquellos con la enfermedad avanzada y ALK positivo (2-7% de todos los casos), que ya no responden a la terapia actualmente disponible, Crizotinib. De administración oral, Alectinib actúa inhibiendo la kinasa del linfoma anaplásico (ALK, por sus siglas en inglés) y ha demostrado su capacidad para reducir el tamaño del tumor en casi la mitad de estos pacientes. Así lo han demostrado los estudios NP28673 y NP28761, con datos de respuesta global de 50% y 47,8% respectivamente. A esto hay que añadir que, en el subgrupo de pacientes cuyo tumor se había diseminado al sistema nervioso central dichas tasas de respuesta global, alcanzan el 57,1% y 68,8% respectivamente».
Igualmente en ambos estudios se observó que aquellos pacientes que experimentaban una reducción del tumor conseguían una duración de esa respuesta durante una mediana de 11,2 y 7,5 meses, respectivamente. El perfil de seguridad coincide con el ya conocido para este fármaco en estudios previos. Los resultados de ambos ensayos clínicos se han presentado en el 51 Reunión de la Asociación Americana de Oncología Clínica (ASCO), que se acaba de celebrar en Chicago.
En uno de estos estudios, el NP28673, han participado 13 hospitales españoles. Uno de los oncólogos participantes es el doctor Javier de Castro, del Hospital La Paz de Madrid. Para este experto, los datos que se difunden en la reunión tienen especial relevancia porque para los pacientes ALK positivo solo se disponía de Crizotinib. “Es éste un fármaco con el que conseguimos buenos resultados pero al cabo del tiempo, desgraciadamente, la mayoría de los afectados acaba progresando. Para esta investigación, en nuestro hospital hemos probado la terapia experimental Alectinib en cuatro pacientes que ya habían dejado de responder a Crizotinib y en este momento tres de ellos se encuentran bien, con la enfermedad bajo control, casi dos años después de iniciar el tratamiento. Probablemente con una terapia convencional la progresión habría llegado en apenas tres o cuatro meses”.
Por eso, el doctor De Castro insiste en que la nueva molécula representa “un avance importante porque supone poder seguir tratando a nuestros pacientes cuando ya no teníamos nada que ofrecerles una vez que dejan de responder a Crizotinib. A esto hay que sumar que además, según los dos estudios presentados en ASCO, hay respuesta por parte de prácticamente la mitad de los pacientes”.
Tratamiento con actividad sobre la metástasis cerebral
Como explica Sandra Horning, chief medical officer y responsable de Desarrollo Global de Productos de Roche, se calcula que en aproximadamente la mitad de los pacientes con cáncer de pulmón ALK positivo, la enfermedad acaba extendiéndose al cerebro. Estudios previos con Alectinib ya habían mostrado actividad del fármaco sobre las metástasis cerebrales, lo que pone de relieve la capacidad del fármaco para atravesar la barrera hematoencefálica que protege al cerebro. Una barrera integrada por una red de células agrupadas que recubre el interior de los vasos sanguíneos del cerebro y la médula espinal. Lo que se conoce como “expulsión activa” es una de las formas que esta barrera utiliza para impedir que los fármacos accedan al cerebro. Se ha visto que este proceso no reconoce a Alectinib permitiendo su entrada y que se mantenga con actividad terapéutica.
Uno de las zonas de progresión a Crizotinib es el cerebro. “En estos casos, la única opción de que disponíamos”, explica el doctor De Castro, “era la radiación de la cabeza. Con esta estrategia terapéutica sabemos que no vamos a poder ampliar la supervivencia más allá de los seis meses. Con Alectinib hemos observado que podemos controlar el cáncer en esta parte sin tener que radiar en algunos casos. Esto pone de manifiesto la eficacia del fármaco; probablemente además hay mutaciones en ALK que confieren resistencia a Crizotinib y sensibilidad a Alectinib. También resulta indudable la capacidad de éste último para atravesar la barrera craneoencefálica, que es una barrera fisiológica para muchos fármacos al convertir al sistema nervioso central en una suerte de compartimento estanco respecto al resto del organismo. Tiene una parte positiva porque impide el acceso de enfermedades a esta zona, pero también negativa cuando se pretende sin éxito que los fármacos muestren ahí acción terapéutica”.
Precisamente una de las pacientes que ha probado la terapia experimental en el Hospital La Paz presentaba afectación de la enfermedad a nivel cerebral y, según el doctor De Castro, “hemos comprobado cómo con Alectinib conseguíamos que incluso en esa situación volviera a responder y consiguiera controlar la enfermedad durante un tiempo considerable. En este sentido, el nuevo fármaco logra un beneficio añadido a lo que ya obteníamos con Crizotinib”.
La ventaja de no tener que radiar el cerebro gracias a la buena respuesta a Alectinib es clave para evitar, en palabras del doctor De Castro, un incremento del riesgo de deterioro cognitivo (problemas de memoria, dificultad para concentrarse…). “Para pacientes con una supervivencia prolongada es esencial poder evitarles la radiación cerebral”, añade.
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