Maite Preysler, directora de EQUIDAE, experta en Etología Equina a través de más de 20 años de experiencia en el trato y manejo del caballo, participa activamente en diferentes proyectos de ayuda a personas afectadas por leucemia, linfoma, mieloma y otras enfermedades hematológicas. Vocal de ASCOL (Asociación Contra la Leucemia y Enfermedades de la Sangre) y de AELCLES  (Agrupación Española de Entidades de Lucha Contra la Leucemia y Enfermedades de la Sangre). Maite conoce en primera persona los beneficios de las terapias con caballos. Ella nos cuenta su experiencia:

 “Para mí lo más importante fue recuperar la ilusión, la confianza en un futuro. Verme capaz de crear proyectos y llevarlos a cabo”.

“Cuando recibí el alta médica o mejor dicho cuando los médicos decidieron que ya estaba preparada para empezar a pensar  en hacer vida normal pasaron dos cosas, una que yo no tenía la salud de una persona “sana” y la otra, que mi voluntad estaba seriamente debilitada por tanto tiempo de enfermedad. Lo uno y lo otro complicaban mi deseo de recuperar la rutina de antes del diagnostico de mi leucemia.

No solo necesitaba una rehabilitación física sino también emocional. Cuando mi hematóloga me dio permiso para estar entre caballos (tuvo que pasar un año postrasplante) decidí acercarme al centro hípico donde tenía en ese momento mis caballos. Fui sola y a una hora en que sabía que no iba haber nadie; me resultaba humillante que antiguos alumnos presenciaran el deterioro físico que había sufrido y el agobio que sentía frente a la idea de volver a montar  (antes de la enfermedad entrenaba a jinetes y caballos para competición). Supongo que me resultaba doloroso sentir tanta inseguridad  con solo pensar en sacar a mi caballo, ponerle una montura e irme a dar un paseo.  La experiencia fue un desastre: ni pude con el peso de la montura, estaba pendiente de cualquier movimiento brusco de mi caballo que me pudiera hacer daño e incapaz de dominar cualquier resistencia por su parte a trabajar. Lo metí de nuevo en su cuadra y me fui a casa maldiciendo cada minuto de la enfermedad. Me había arruinado la vida, pese haberle ganado la batalla. 

Volví al día siguiente, pero esta vez le pedí a mi hermana que me acompañara. Sabía que era la persona que mejor comprendería la situación, ya que además de seguir muy de cerca mi evolución antes y después del trasplante, tenía la misma pasión por los caballos que yo.

Ideó una terapia especialmente diseñada para mí. Ese día nos fuimos a dar un paseo los tres, sin montar. Nos llevamos tranquilamente a nuestro caballo a comer hierba, sin forzar nada. Se trataba de disfrutar del momento, sin imposiciones, sin intentar vencer miedos, ni anticipar. Era el ahora con una pinta estupenda.  Empecé a relajarme, a sentirme bien y de ahí nació la determinación de llevar a cabo una rehabilitación conjunta. 

Al principio, siempre con ayuda, empecé a dar cortos paseos montada que me dejaban exhausta y dolorida. Para no desistir, no dejaba de recordar que tan solo unos días antes no había podido ni siquiera subirme a mi caballo. Pasadas algunas semanas ya era capaz de poner yo sola cabezada y montura y salir a montar. Tuve que vencer un miedo que me resultaba extraño porque conocía perfectamente el comportamiento de mi caballo y sé que nada malo podía hacerme. Pero un descuido por parte de los dos podía desembocar en una caída y ello llevaba consigo un problema importante ya que aún estaba con pocas defensas y mi médico me decía continuamente que extremase las precauciones. 

Al cabo de un tiempo, los resultados empezaron a ser visibles. Mejoró mi estado físico y disminuyó la fatiga inherente a un trasplante de médula que no me permitía hacer vida normal.  Creció mi autoestima al comprobar que podía superar esa barrera emocional que me paralizaba al intentar recuperar mi rutina anterior. Mi voluntad, antes anulada por el hospital, los tratamientos y los cuidados, empezaba a trabajar por sí sola,  era capaz de llevar una disciplina en el día a día para seguir mejorando.  Pero para mí lo más importante fue recuperar la ilusión, la confianza en un futuro. Verme capaz de crear proyectos y llevarlos a cabo. De volver a mi trabajo, a una vida lejos de la enfermedad” 

Maite Preysler

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