Las mujeres de 40 años han cambiado, sin duda, su forma de ser en los últimos años. Tienen una actitud diferente; desde la forma de comportarse hasta la manera de adoptar las tendencias juveniles. Pero, también, una apariencia diferente a la que contribuye el ejercicio físico y la dieta mediterránea. Es cierto que, con los avances médicos y estéticos, los 40 pueden ser los nuevos 30, aunque existen dos “enemigos acérrimos” de la mujer, que trabajan para que esta expresión quede sólo en eso, en una frase de moda. Son el envejecimiento y la menopausia.

Sobre el primero cabe decir que los actores de la investigación científica no terminan de ponerse de acuerdo sobre el comienzo de nuestro envejecimiento. Para algunos, este proceso se inicia con el nacimiento. Si lo simplificamos al momento en el que no sólo comienzan a aparecer las arrugas, sino que estas cobran una dimensión que preocupa a la mujer, nos referimos, sin duda, a los 40. Es la opinión de Moisés Martín Anaya, cirujano plástico, si bien éste remite a cada caso particular, no sólo en la diagnosis de la piel sino en los tratamientos a aplicar. Según el doctor, esta edad es la óptima para realizar una buena política de prevención y de tratamientos a nivel superficial yen clínica, siempre que no estemos hablando de retocar o corregir algún elemento del rostro. Más allá de la cirugía, Martín Anaya recomienda tratamientos reparadores de las funciones naturales de la piel, que van mermando con el paso de los años. Una de ellas es la elaboración del colágeno, una molécula proteica que otorga volumen, brillo, elasticidad y suavidad a la dermis. Cuando disminuye su producción es cuando comienza el envejecimiento, y con él-añade el especialista- las arrugas, las manchas y la sequedad.

Por otro lado, la menopausia, que puede aparecer a mediados o a finales de esta década de vida, influye en muchos procesos orgánicos,  y en lo que “antiage” respecta, supone menores niveles de estrógenos y colágeno. Una de las consecuencias más notables es la falta de hidratación.

Junto a una dieta propicia para estos problemas, a la que se une el abandono del tabaco y alcohol, podemos sumar, según Martín Anaya, los siguiente remedios y tratamientos estéticos:

– La toma de suplementos minerales apropiados (siempre, tras consultar con el especialista). Es la llamada nutricosmética, que parece estar poniéndose de moda en nuestro país últimamente. Silicio, colágeno, magnesio y otras sustancias en pastillas y según las necesidades de cada paciente.

– Las soluciones tópicas, hidratantes para rostro y cuerpo reforzadas con los alimentos antiedad antes señalados. A mayor sequedad de la piel, más graso debe ser el producto.

– Inyecciones de plasma rico en plaquetas. Según Martín Anaya, el resultado es óptimo. Se trata de un viable que por sus buenos resultados podría calificarse como “elixir de juventud”. Se extrae sangre del paciente, se centrifuga y se utiliza la parte del plasma que contiene las plaquetas para inyectarlo en la zona deseada.

– Ácido hialurónico. Todo un clásico que sobrevive a modas y tendencias y que ha ampliado sus usos más allá del rostro para eliminar esas “arrugas delatoras” del escote.

– Lifting autobiológico inducido. Se trata de hilos que regeneran desde el interior, puesto que inducen a la propia producción de colágeno y estiran, evitando el descolgamiento y la flacidez que aparecen ya cerca de los 50.

– Cirugía, que ofrece unos resultados más duraderos. El lipolifting facial estira, pero rejuvenece a la vez . Resulta más natural y apenas presenta problemas postoperatorios.

 

 

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