Seguramente, no les hacía falta, pero la experiencia de vivir el cáncer en pareja a nuestros invitados de esta tertulia, Jorge y Mary, por un lado, y Leyre y José María, por otro, les ha hecho crecer en su relación. En esta tertulia a dúos, nos sentamos para que nos cuenten cómo han vivido el proceso en común tanto desde el papel de paciente como desde el de acompañante.

 

 

 

Jorge fue diagnosticado de linfoma no Hodgkin en 2010. “El diagnóstico fue muy duro para la familia y para la pareja; pensé que el mundo se acababa. Pero Mary enseguida me dio fuerzas.

 

‘Es una prueba difícil de superar, pero lo haremos juntos’, me decía. Ella fue mi enfermera, mi doctora, mi mujer, la madre de mis hijas. Los días que no me podía levantar, Mary me daba aliento, me transmitía firmeza. Cuando te encuentras solo necesitas a alguien a tu lado que te dé amor, cariño, que te abrace… Gracias a ella, estoy vivo”.

Mary siente efectivamente que la enfermedad fue compartida. “Jorge es el pilar fuerte de la casa”. Cuando recibes la noticia y oyes la palabra cáncer, por tu mente pasa de todo. Después de hablar con los médicos, y una vez empieza el tratamiento, te das cuenta de que hay que aprovechar los buenos momentos. Decidí que no podíamos perder el tiempo discutiendo por tonterías, como pasa habitualmente en muchas parejas, y decidimos disfrutar al máximo”.

Leyre fue diagnosticada de cáncer de mama en 2015. Estaba separada y salía con José María desde hacía dos años. “Cuando me dijeron que tenía cáncer, me vino fatal. Me había recuperado del golpe de la separación, mis hijos se habían adaptado ya a la nueva situación y estaba feliz con José María”.

Cuando les dieron la noticia, le dijo a José María que podía salir corriendo, y él contestó: “Estoy donde quiero estar”.

“Me preocupaba cómo el cáncer nos podía afectar como pareja, y aprovechamos para tratarlo con la psicooncóloga cuando fuimos a preguntarle cómo contárselo a los niños. ‘Yo creo que no vais a tener problemas porque a ti se te ve muy clarita en lo que dices’, me contestó”.

Según Leyre, el cáncer les ha unido más, ya sabe que José María no quiere salir huyendo, le ha dado un apoyo incondicional y no la podía haber cuidado mejor. Ella no quería ser una carga, que él pensara por y para ella, prefería y necesitaba que el mundo siguiera. “Me voy a enfadar si no te vas a montar en bici”, le decía a José María durante esos días.

Por ponerle una pega, se acuerda de que al principio, cuando Leyre estaba todavía en plena rabia después del diagnóstico, José María, por su carácter optimista, le intentaba poner la situación en positivo: “Lo siento, no estoy en ese momento; déjame que patalee, que llore, y dentro de dos semanas me intentas hacer ver las cosas buenas que tiene esto”.

“Es una suerte tener pareja en este proceso, separada lo hubiera pasado con el apoyo de mis padres y amigos, pero no es lo mismo. Doy gracias a la vida”.

José María se quita importancia y nos cuenta que se limitó a estar a su lado, que Leyre lo hizo todo. Había pasado por la enfermedad y muerte de su padre de cáncer de pulmón en 2009, con una relación bastante intensa (distinta por ser padre-hijo), pero dice que le dio la oportunidad de vivir el cáncer de Leyre con más naturalidad. “La experiencia previa me ayudó a estar preparado. Me puse en lo peor un par de veces al principio, pero como soy muy positivo, lo aparté y viví pensando que íbamos a salir adelante y que yo iba a intentar hacerlo lo mejor posible”.

Algo que te haya sorprendido de tu pareja. 

Jorge: Su amor y dedicación. Cuando yo me destruía por completo, salía ella entre las llamas, veía sus ojos y daba gracias a Dios por tener a esta mujer a mi lado.

Algo que te haya sorprendido de ti mismo. 

José María: No sé, tendría que haber hecho algo sorprendente y no fue así.

Es Leyre la que nos cuenta su entrega y no solo a ella. “Recién operada, nos fuimos con los niños [que no son sus hijos] de vacaciones a la playa, y mientras mamá estaba debajo de la sombrilla, él se ocupaba de los castillitos, de los balones… No hay que pedirle nada”, nos cuenta Leyre. José María lo ve con naturalidad porque se lo pasaba muy bien jugando con ellos.

¿En qué aspectos buscabas apoyos en tu pareja? 

Leyre: Hemos tomado decisiones conjuntamente pero también es importante tener el punto de vista del que no es paciente y quiere lo mejor para ti. Leyre estuvo a punto de no darse el cuarto ciclo de quimioterapia, y José María le puso los pies en la tierra y le hizo razonar: “Es lo que hay y es el protocolo”. Le tuvo que escuchar: “Me veía mal y aun así insistía porque era lo mejor para mí”.

Sin que Leyre se lo haya pedido, también se ha sumado al carro de los nuevos hábitos de alimentación de la casa. “Podía haber mirado para otro lado en este tema que, a priori, parece banal. Yo tengo mucha fuerza de voluntad, pero esta actitud ayuda mucho”.

¿En qué crees que has podido ayudar a tu pareja? 

Mary: A partir del quinto ciclo de quimioterapia, Jorge estaba muy desanimado, se sentía cada vez peor y no quería seguir el tratamiento.

Mary se ocupó de darle ánimos. “Tienes que ir a la quimio contento y tranquilo porque es lo que va a destruir las células malignas, es tu cura, tu amiga. Los médicos conocen tu cuerpo y saben qué dosis eres capaz de resistir”.

Intentó, además, reparar el daño del tratamiento preocupándose por hacer en casa una dieta sana, compró una licuadora y tomaban mucha fruta y verdura.

Pero, sobre todo, Mary ha sido de gran ayuda dándole ánimos, y en cuanto Jorge se encontraba un poco mejor, lo achuchaba para salir a andar, a tomar algo, etc.

Hablemos de emociones. Se supone que los hombres no lloran, ¿qué opinas? 

José María: Yo no he sentido la necesidad, no soy de llorar. Si sentía debilidad, pensaba en ella y en que mi papel era transmitirle fuerza.

Jorge: Intenté ser fuerte ante la familia, me llamaban mis hermanas llorando y les animaba yo. Me he apoyado en Mary, llorábamos juntos, nos abrazábamos, hablábamos de qué sería de su vida si yo me moría.

Pero como apunta Mary, nadie tiene comprada su vida y cualquiera se puede ir antes sin tenerlo previsto, por eso insiste en que hay que disfrutar y evitar discutir por tonterías.

¿Te has apoyado en alguien como vía de escape? 

José Maria: No, creo que no. Me he apoyado en Leyre, su actitud ayudaba mucho y nos íbamos retroalimentando. Tengo el ir en bici como vía de escape, y por mi forma de ser estoy a gusto con la gente, pero no la busco. Leyre, en cambio, es muy sociable.

Leyre: Yo creé un grupo de whatsapp (Pink Friends) con 32 amigas, en el que daba el parte médico. Muchas ni se conocían entre sí, porque junté a chicas de todos mis entornos, y alguna a quien no me había dado tiempo a contárselo se enteró incluso por el chat de que yo tenía cáncer.

Lo hice porque no quería estar todo el día hablando de la enfermedad, recibiendo llamadas y contando lo mismo. “Fue un apoyo muy bueno y una fuente de desahogo. Por el tono del mensaje sabían cuándo me tenían que animar. Recuerdo cómo les transmití ese sentimiento de tristeza en el que me instalé cuando me quitaron los 34 ganglios sanos (aun siendo una buena noticia) y recuerdo también la contestación de una amiga: ‘Leyre, tú, como la Preysler, que el luto te dure poco’”.

Mary: Yo me desahogaba sola o con mi hermana que vive lejos. Vi el trabajo como vía de escape y aprovechaba el turno de noche para pasar mis malos ratos.

No ha tenido la necesidad de pedir ayuda psicológica, pero, eso sí, le ha encantado la oportunidad que les ha dado a los dos el cáncer de conocer a gente nueva que les ha aportado un montón de cosas y con la que han compartido y se han sentido comprendidos.

Jorge: He conocido a mucha gente buena.

Leyre y Jorge son afortunados, y los dos son conscientes de ello. Son pacientes de cáncer y eso parece que no cuadra con tener suerte, pero han tenido compañía en su camino. Compañía en los sustos, en los disgustos, en las alegrías, en la toma de decisiones. En los momentos en que flaquearon sus fuerzas han tenido quien les animara y les cuidara cuando no se encontraban bien; quien les clarificara la mente ante decisiones desacertadas, quien les diera un eterno abrazo en el momento que lo necesitaban.

Mary y José María no se dan ninguna importancia porque quieren mucho a sus parejas y todo eso les ha salido solo. Pero nosotros no queremos dejar de reconocer su mérito y el de tantas otras parejas, que sin ser pacientes, viven en primera persona un diagnóstico y tratamiento de cáncer sin salir huyendo. Está claro que su amor tenía unas buenas raíces y ha resistido la tormenta.

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