Las emociones también se contagian Foto Christian Seeling on Unsplash

O cómo enfrentarse al coronavirus psicológicamente hablando 

Por Valérie Dana 

A todos nos preocupa la situación. Estar encerrados en casa no es fácil y aún menos cuando seres queridos padecen un cáncer y no podemos acercarnos a ellos. He hablado con Luisa Pedrero Gil, psicooncóloga y experta en duelo, para que nos de sus consejos.

¿Qué está en nuestras manos para convivir lo mejor posible con un virus desconocido que nos puede afectar a todos? 

Podemos hacer muchísimo porque somos los únicos que podemos controlar lo que pensamos. Si lo decidimos y sabemos decidir qué es lo que vamos a poner en nuestra pantalla mental, obviamente este momento tan difícil de incertidumbre lo vamos a vivir de una manera totalmente adaptativa y sin ningún pico de ansiedad ni de sintomatología. Estoy convencida de que tenemos el poder de gestionar cómo queremos atravesar este momento.  

¿Se trata de intentar controlar nuestras emociones?

Es bueno saber que la ansiedad es algo humano. Tanto fisiológicamente como mentalmente nuestro cuerpo responde a una amenaza como lo es el coronavirus. Es normal tener un poco más de ansiedad, aún más si estamos frágiles de salud. Lo que no es normal es que alimentemos este desasosiego. Tenemos que mantener a raya esta intranquilidad. No debemos pelearnos contra esto porque estaríamos luchando contra la naturaleza, y no podemos permitir que se nos dispare la inseguridad. 

¿No crees que toda la locura que teníamos antes del coronavirus – estar en todo siempre – está aumentando aún más con el hecho de quedarnos en casa, de recurrir más que nunca a las plataformas digitales o redes sociales? ¿Eso no nos impide quedarnos con la mente en blanco o al menos en calma? 

Todos los extremos son negativos. Es decir que si tú bebes mucha agua, te cargas los riñones y si no bebes agua, pasa lo mismo. Lo mismo pasa ahora. Si estoy todo el día conectada, con la televisión encendida las 24 horas viendo el telediario a cada momento, con el móvil, Twitter y otras redes, me voy a sobresaturar. No se trata de no informarnos porque sería el otro extremo. Se pueden ver las noticias pero una sola vez al día, mejor evitarlo por la mañana nada más levantarse o por la noche antes de acostarse porque no nos da tiempo de limpiar estas malas noticias que hemos absorbido y nos vamos a la cama con ellas. 

Eso vale para todos, pacientes como no pacientes, es salud mental…

Para todos. Es aprender ahora mismo a filtrar. También estamos teniendo muchos bulos que incrementan esta sensación de miedo, de incertidumbre…

Los pacientes están ansiosos porque además de padecer una enfermedad complicada, muchos están a la espera de resultados, exámenes o tratamientos y a la expectativa de indicaciones de sus oncólogos. ¿Cómo gestionar este nuevo miedo que se añade a una vivencia llena de dudas?

En lugar de alimentar la preocupación, vamos a ocuparnos de ella. Primero informándonos,  llamando al centro de salud, al médico, para saber cuál va a ser la dinámica. 

¿Desde la tranquilidad y no desde el agobio? 

Así es. Pero, ¿qué pasa cuando alimentamos la preocupación? Pues que nos bloqueamos y ni se nos ocurre llamar. Entonces, se trata de ocuparnos de la preocupación. La información es poder, por eso debemos actuar. Ahora mismo hay muchas dudas de procedimiento porque todo es nuevo; se trata de un proceso desconocido para todos Esto aumenta nuestro sentimiento de inquietud, pero los médicos están lanzando mensajes de tranquilidad en redes sociales. 

Hablábamos de las emociones, ¿somos dueños de ellas? 

No solo hay que trabajar mucho con los pacientes sino que hay que empoderarlos. Tienen un poder real a nivel cognitivo, mental, emocional. Muchos estudios hablan de que cuando se aprende a gestionar las emociones, los pensamientos, respondemos mejor a los tratamientos. Como las emociones son intangibles, pensamos que no afectan a nuestro cuerpo. Pero podemos hacer mucho para estar bien en estos momentos dirigiendo nuestros pensamientos y emociones. 

En los talleres que impartimos es un tema que abordamos con los pacientes pero también con las familias. Lo que nos enseñan es reprimir lo que sentimos y por esta razón hay tantos trastornos de ansiedad. Lo primero es aprender a mirar para dentro pero no solo como espectador. Tenemos que hacer algo con lo que sentimos. El enfado no se trabaja de la misma manera que la tristeza y la manera de hacerlo depende la personalidad de cada uno. No todos nos enfadamos igual. 

¿Cómo deben actuar emocionalmente los cuidadores y acompañantes? 

Primero cuidándose, ahora y siempre. Es primordial porque una persona que quiere cuidar debe cuidarse; si no es así, vamos a entrar en un círculo vicioso y nuestro cuidado no va a ser el que queremos. Esta situación va a desembocar en frustración, en problemas de comunicación con la persona a la que cuidamos. Para cuidar al 100 %, debes cuidarte a ti mismo al 200 %. Eso significa que el cuidador debe estar atento a sus emociones, a su ritmo biológico, etc. 

“Para cuidar al 100 %, debes de cuidarte al 200 %”

¿Qué se puede hacer desde la distancia?

Utilizar las videollamadas, por ejemplo. Permite a las personas mayores seguir en contacto con los suyos. Es importante que este grupo de la sociedad no se cierre a esta tecnología. 

Los demás tampoco… Mi hija vive fuera de España y a veces ceno con ella a distancia… Más que nunca tenemos que sacar partido de los medios que tenemos para comunicar. 

Sí, porque nos ayudan a conectar con los nuestros. Es un recurso que nos puede ayudar y mucho, una puerta abierta al mundo. Es importante resaltar que muchas personas navegan en Internet de manera desestructurada pasando de un sitio a otro. Eso alimenta la sensación de pesadez. Aconsejaría hacer una lista con las cosas que nos interesan antes de encender el ordenador. Si el arte me gusta, empiezo a buscar museos en todo el mundo; son muchos los que nos ofrecen visitas virtuales y paso de uno a otro disfrutando de lo que me interesa. Es una navegación estructurada con un propósito. 

¿Tenemos que dejarnos espacios de vacío mental?

Una de las cosas que se trabaja siempre en terapia es buscar este momento en silencio, a solas sin móvil, sin televisión, sin radio, sin música, sin nada. Desgraciadamente nos cuesta mucho trabajo estar en silencio. Siempre recomiendo una meditación de cuatro o cinco minutos que tampoco es tanto. Como siempre hay gente reacia, me gusta proponer esta técnica de respiración llamada 6 – 4 – 9.  Se trata de inspirar en 6 segundos (no en tiempos) por la nariz, mantenemos el aire 4 segundos y luego soltamos en 9 segundos por la boca.  Esta respiración además de centrar la parte cognitiva al estar contando los segundos, nos permite parar la mente. Y en este mismo momento estamos meditando. 

Las emociones también se contagian Foto: Photo by Ali Yahya on Unsplash

Foto: Ali Yahya on Unsplash

¿Cómo se puede ayudar psicológicamente a familiares y amigos que están lejos físicamente de seres queridos que de repente han recibido la noticia de un empeoramiento de su diagnóstico?

Ante todo, no olvidar algo primordial, las emociones se contagian. Si sabemos que a esta persona le han dado una mala noticia, antes de ponernos en contacto con ella,  debemos trabajar nuestra emoción. Porque luego inmediatamente cogemos el teléfono, y trasladamos nuestra angustia. Debemos hacernos cargo de nuestra emoción antes de pretender hacernos cargo de la otra persona. Debemos parar y analizar lo que estamos sintiendo, ponerle nombre a la emoción, lo que se llama psicoeducación. Angustia, miedo, tristeza, enfado, rabia: es importante identificar lo que experimentamos. Luego pasamos a canalizarlo. Una vez hecho eso, se puede actuar desde la tranquilidad. En este momento estamos preparados para llamar a esta persona que va a percibir, sentir nuestro estado. 

Muchos preguntan: pero, ¿qué debo decir?

Desgraciadamente los seres humanos se relacionan desde la parte cognitiva, racional. Pero cuando a una persona le diagnostican, la mejor forma de ayudarle es conectar desde la parte emocional. 

¿Y si nos derrumbamos? 

Pues no pasa nada. Una cosa es derrumbarse desde la angustia y otra es hacerlo desde la tranquilidad. Es muy diferente. Cuando se hace desde el ansia, tus pensamientos y mensajes van a ser siempre catastróficos. En cambio, si te vienes abajo, llorando con la otra persona pero desde la paz, después de este momento de tristeza, de manera natural se pueden encontrar soluciones como llamar a otro médico, por ejemplo, pedir una segunda opinión, o hablar de cualquier otro tema para aliviar al ser querido. 

¿Unir fuerzas de manera positiva? 

Así es. Está comprobado en muchísimos estudios que, a nivel grupal, cuando nos permitimos llorar, se generan conexiones que nos refuerzan y nos hacen sentir parte de una tribu. Y esto nos sostiene en los momentos más bajos. Lo curioso es que hacemos justo lo contrario. No compartimos estos momentos de tristeza desde la tranquilidad. Quiero hacer hincapié en esto. No se trata de ponernos a llorar con nuestros seres queridos porque nos va a conectar más. Eso no es así.  

La muerte, tema tabú por excelencia, está quizá más de actualidad que nunca. La situación de confinamiento hace que, en muchos casos, no podamos estar al lado de personas que queremos. No tenemos que olvidar de la parte táctil, que me resulta muy importante. ¿Cómo debemos actuar? ¿Cómo acompañar en la distancia sin agobiar, sin molestar pero demostrando nuestro afecto?

Debemos entender que para que un proceso de duelo se pueda resolver bien, que podamos atravesar este proceso de manera natural, son necesarios rituales de despedida. Ahora mismo con el coronavirus, hay personas que no pueden despedirse, no pueden ir al cementerio, a la funeraria porque estamos todos encerrados. Y eso aumenta el riesgo de desarrollar un duelo patológico. 

¿Qué es un duelo patológico? 

Es arrastrar el dolor durante toda la vida, de manera que nos roba nuestra capacidad de disfrute para siempre. Aquí hago un hincapié. Cuando perdemos un ser querido, siempre nos va a doler no tenerle. En un proceso de duelo, durante el primer año, esta capacidad disminuye porque tiene que ser así. Tenemos que dejar entrar la tristeza para vivir este duelo pero no toda la vida. 

Lo que podemos aconsejar a alguien que ha perdido un ser querido, es despedirse, hacer un ritual desde casa, algo simbólico. Hay gente que escribe una carta, por ejemplo. Sea cual sea la manera, debemos hacer el cierre. Hay otros recursos como la lectura que pueden ser de ayuda. Suelo aconsejar el libro de Elizabeth Kubler-Ross, la muerte: un amanecer  (ed. Luciernaga). 

¿Cómo no sentirse culpable de lo que está pasando en nuestro entorno cuando estamos enfermos?

Tenemos que disminuir la autoexigencia. Muchas personas han sido muy exigentes consigo mismo durante toda su vida, independientes, que han llevado todo para adelante y cuando les toca parar, sea cual sea la razón, lo recomendable es que conecten con el amor que están recibiendo. Luego nos cuesta mucho cambiar nuestros roles. “Yo siempre he sido el cuidador y ahora me cuesta trabajo que me cuiden”. Tenemos que aprender a funcionar desde el otro lado, a dejar que nos cuiden. 

 

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